martes, 10 de abril de 2018

All You Need is Kill cap 4.5



Parte 5


El frente estaba por el centro de la base Flower Line, cortando un semicírculo abultado que daba a la costa. Las Fuerzas Especiales de Estados Unidos estaban ancladas el centro del arco irregular donde los ataques enemigos eran más feroces. Los soldados apilaban sacos de arena, se escondieron entre los escombros, y bañaban al enemigo con balas, cohetes y con lenguaje duro cuando podían.

Si dibujas una línea imaginaria de los soldados estadounidenses en la isla Kotoiushi, el campo de entrenamiento no.3 sería justo el centro. Ahí es donde los Imita habían llegado a tierra. Generalmente, los Mimics se comportaban con la inteligencia de un equipo de jardinería. Los ataques sorpresa no estaban en su repertorio militar. Y puedes estar seguro de que su punto débil, el servidor con la última palabra, estaba fuertemente defendido, rodeado por un muro de la fuerza Mimic. Los misiles que cavaban y hacían añicos la corteza, las bombas de racimo se fragmentaban en mil bombas pequeñas, bombas de combustible-aire incineraban todo lo que estuviera cerca de ellos. Todas las herramientas de destrucción hechas con la tecnología de la humanidad eran inútiles por su cuenta. Derrotar a los Mimics era como desactivar una bomba; había que desarmar cada pieza en el orden correcto o tu cara saldría volando.

El Jacket de Rita y el mío eran una pareja perfecta, sangre y arena. Un hacha cubría la espalda del otro. Esquivamos jabalinas, hacíamos rodajas a los Mimics, creábamos agujeros en el concreto con los picos de carburo de tungsteno. Todo para buscar al Mimic cuya muerte podría terminar esto.

Conocía la rutina bastante bien: destruir la antena y las copias de seguridad para evitar que los Mimics envíen una señal al pasado. Pensé que había conseguido hacerlo bien en mi bucle 159vo, y que no era probable que Rita hubiera jodido las cosas. Pero de alguna manera todo había reiniciado de nuevo. Conocer a Rita un poco más íntimamente en este bucle 160a había estado bien, pero a cambio la Line Flower había sido golpeada. Habría fuertes bajas de personal no combatientes y una gran cantidad de muertos cuando el polvo finalmente se hubiera asentado.

Me di cuenta de que Rita tenía una idea. Había pasado por más bucles de lo que yo había hecho, así que tal vez ella vio algo que yo no. Pensé que me había convertido en un veterano, pero junto a ella era todavía un novato recién salido del entrenamiento.

Estábamos de pie en el Campo de Entrenamiento No. 3 con una barricada de púas volcada de lado, la cerca de alambre fue pisoteada por otros tres. Los Mimics se amontonaban en la zona, hombro con hombro, como si tuvieran hombros. Incapaz de soportar el peso enorme de los Mimics, el hormigón se había doblado y agrietado. El sol había comenzado a hundirse más en el cielo, proyectando sombras complejas en el terreno irregular. El viento era tan fuerte como lo había sido el día anterior, pero el filtro del Jacket eliminaba todo rastro de olor del océano.

Entonces ahí estaba, el Mimic servidor. Rita y yo lo vimos al mismo tiempo. No sé cómo sabíamos que era él, pero lo sabíamos.

-No puedo contactarme con mi equipo de apoyo. No vamos a tener ningún apoyo aéreo.

-No es nada nuevo para mí.

-¿Recuerdas que hacer?

Asentí con la cabeza desde el interior de mi Jacket. -Hagamos esto.

El campo estaba lleno con diez mil metros cuadrados de Mimics a la espera de nuestras hachas para enviarlos al olvido de la muerte. Avanzamos a su encuentro.

Cuatro patas cortas y una cola. No importa cuántas veces veía un Mimic, nunca sería capaz de pensar en otra cosa más que en una rana muerta e hinchada. Con solo verlos, no había forma de diferenciar al servidor de sus clientes, pero Rita y yo conocíamos la diferencia.

Comían la tierra y cagaban veneno, dejando tras de sí un desierto sin vida. La inteligencia alienígena que los había creado había dominado los viajes espaciales y habían aprendido a enviar información a través del tiempo. Ahora estaban tomando nuestro mundo y convirtiéndolo en un facsímil30 del suyo, cada árbol, flor, insecto, animal y humano sería condenado.

Esta vez tenía que destruir el servidor. No más errores. Si no lo hacíamos, esta batalla nunca podría terminar. Puse toda la inercia que me atreví detrás de mi hacha, un golpe limpio a la antena.

-¡ Lo tengo!

El ataque llegó por detrás. Mi cuerpo reaccionó antes de que tuviera tiempo para pensar. En el campo de batalla, le dejaba a mi inconsciente la tarea de dirigir mi cuerpo. Los cálculos fríos e imparciales de mi sistema operativo subliminal eran mucho más precisos de lo que yo podía hacer.

El hormigón a mis pies se dividido en dos, disparando polvo gris en el aire como si la tierra hubiera explotado. Mi pierna derecha giró para mantener el equilibrio. Todavía no podía ver que me estaba atacando. No había tiempo para hacer balancear mi enorme hacha de batalla en juego.

Mis brazos y piernas se movían al ritmo en que cambiaba mi centro de gravedad. Estremecimientos recorrían mis nervios, tratando de proporcionar la respuesta evasiva necesaria a tiempo. Si mi espina dorsal hubiera sido cableada con el blindaje en mi espalda, habría sido como una tormenta.

Empujé con la culata de mi hacha. Si se hacía bien, sería un golpe similar al de un martinete. Con la posible excepción del blindaje frontal de un tanque, no había muchas cosas que pudieran soportar un golpe recto con 370 kilogramos de fuerza perforadora.

El golpe rebotó. ¡Mierda!

Una sombra se movía en el borde de mi visión. No había tiempo para apartarse del camino. Sostuve en el aliento que había tomado antes de golpear con el hacha. El golpe iba a venir. Allí. Por un instante mi cuerpo se levantó del suelo, entonces yo estaba rodando, mi visión se alternaba entre el cielo y la tierra, el cielo y la tierra. Deje de rodar y me puse de pie en un solo movimiento, fluido. Mi hacha estaba lista.

Allí, con una pierna todavía levantada en el aire, había un bronceado Jacket rojo. ¡Rita!

Tal vez ella me había lanzado fuera del camino de un ataque que no había visto venir, o tal vez me había metido en su camino. Pero sin duda había sido ella quien me envió a toda velocidad por el suelo.

“ ¿Qué demonios. . .? ”

El Jacket se agachó y se lanzó. La hoja del hacha tenía el filo de una navaja brillante. Yo entregué mi cuerpo a la batalla. Ciento cincuenta y nueve bucles lo habían entrenado para que se moviera con facilidad, y lo hizo. El primer golpe vino desde el lado, falló por un pelo. Desvié el segundo con una feroz media vuelta del mango de mi hacha. Antes de que una tercera oscilación pudiera venir, salté fuera del peligro y puse un poco de distancia entre nosotros.

Me quedé sin aliento y la realidad de la situación me hundía.

- ¿Qué carajo estás haciendo?

Rita caminó lentamente hacia mí, con su hacha de batalla balanceándose bajo, casi rozando el suelo. Se detuvo, y su voz resonó en el enlace de comunicaciones. Con su alta y delicada voz, tan fuera de lugar en el campo de batalla:

- ¿Qué te parece que estoy haciendo?

- ¡Parece que estás tratando de matarme mierda!

- Los humanos perciben las transmisiones Mimic como sueños. Nuestros cerebros son las antenas que reciben esas transmisiones. Pero no solamente de un lado. Nuestros cerebros se adaptan, nos convertimos en las antenas. Ni siquiera estoy en el bucle m ás, pero todavía estoy conectada; Todavía puedo sentir al servidor Mimic porque yo misma soy una antena. Las migrañas son un efecto secundario. Las has tenido, ¿no es así?

- ¿De qué estás hablando?

- Es por eso que el bucle se repitió la última vez, a pesar de que destru iste las copias de seguridad. Tú no des truiste una antena, que era yo.

- Rita, no lo entiendo.

- Funciona en ambos sentidos. Si te conviertes en una antena, los Mimics todavía serán capaces de crear el bucle. Soy una antena. Estás atrapado en un bucle. Me matas, el bucle no se propaga. Si te mato, será en verdad. Para siempre. Sólo uno de nosotros puede escapar.

Nada de eso tenía sentido. Había sido un nuevo recluta atrapado en un bucle de tiempo que no entendía. Había rezado para ser tan fuerte como la Valquiria que vi caminando en el campo de batalla. Me había convertido a mí mismo en un cadáver innumerables veces tratando de seguir sus pasos, y después de 160 intentos, finalmente había ganado el derecho a estar a su lado. Habíamos luchado, reído, almorzado y hablamos de mierda juntos. Me arrastré por el infierno para estar cerca de ella, y ahora el mundo iba a separarnos. No podía pensar en algo más jodido que eso. El mismo bucle que me había convertido en un guerrero iba a matarme.

- Si la h umanidad va a ganar, necesitaremos a alguien que pueda romper el

bucle. - La voz de Rita era fría y uniforme.

- Espera, tiene que haber -

- Ahora sabremos si ese alguien es Rita Vrataski o Keiji Kiriya. - Rita se lanzó.

Tiré mi rifle; necesitaba tiempo para apuntar y apretar el gatillo, y no lo tenía contra la Full Metal Bitch. Agarré mi hacha de batalla con ambas manos.

Nuestra lucha se desarrolló por toda la base. Nos mudamos desde el campo de entrenamiento No. 3 hacía el campo que habíamos usado para EF, pisoteando los restos de la carpa que el general había utilizado para resguardarse del sol abrasador de mediodía. Pasamos por los restos humeantes de los cuarteles de la compañía 17ª y cruzamos hachas delante del hangar. Nuestras hojas se deslizaban entre nosotros. Me agaché para evitar el golpe y seguí corriendo.

Los otros soldados se detuvieron y miraban por donde pasábamos. Sus cascos escondían sus expresiones, pero no su estado de shock. ¿Y por qué no? Yo tampoco podía creer lo que estaba sucediendo. Mi mente estaba en la negación, pero mi cuerpo seguía funcionando, ajeno, como la máquina bien engrasada en que se había convertido. Con movimientos afinados a la perfección, presionándose al ataque.

Cuando nos acercamos a la línea de las tropas estadounidenses, una luz verde en mi HUD parpadeó, una comunicación entrante para Rita. El enlace entre nuestros Jackets retransmitió la transmisión a mí.

- Jefe Criador a Perro de la Calamidad. - Era la voz de un hombre. Rita desaceleró de manera casi imperceptible. Aproveché la oportunidad para ampliar el espacio entre nosotros. La voz continuó - La operación para suprimir a enemigos cercanos ha tenido éxito. Pareces un poco ocupada, ¿necesitas una mano?

- Negativo.

- ¿Alguna orden?

- Mantener los japoneses fuera de esto. No voy a ser responsable de lo que suceda si se meten en mi camino.

- Entendido. Buena caza. Jefe Criador fuera.

El canal se cerró, y le grité a Rita.

- ¿Es todo lo que tienes que decir? ¿Hola? ¿¡Qué carajo!? - No hubo respuesta. El Jacket rojo de Rita se acercó a mí. No tenía más tiempo para hablar. Estaba demasiado ocupado luchando por mi vida.

No sé si Rita estaba realmente tratando de matarme o sólo me estaba probando. Yo era una precisa máquina combate que no procesa ciclos de información sobrante superflua. Rita y cualquier cosa más complicada que correr/desviar/esquivar tendría que esperar. Sean cuales sean sus intenciones, sus ataques eran realmente mortales.

La puerta principal de la base estaba a mi derecha. Estábamos en el camino que había tomado tantas veces para colarme en el lado estadounidense de la base para robar una de las hachas de Rita. La línea de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos estaba extendida justo en el lugar donde los dos centinelas fornidos habían estado parados.

Rita balanceó su arma sin tener en cuenta a quién o qué podría golpear. No veía ninguna razón para arrastrar a nadie más en esto, así que empecé a alejarnos de la línea. La cafetería No.2 estaba a unos cien metros más adelante. Las jabalinas habían mellado la estructura, pero a pesar de todo, todavía estaba de pie. Estaba a una buena distancia de la línea, podía hacerlo. Un instante después había cubierto los cien metros y estaba haciendo camino al interior a través de la puerta por el lado opuesto del edificio.

Había un tenue crepúsculo dentro, apenas había luz suficiente para ver. Tablas tiradas por un lado, apiladas en una barricada improvisada en frente de la entrada opuesto a la puerta que atravesé. Alimentos y botellas de salsa de soja medio vacías yacían esparcidos por el suelo de cemento. No había rastro de nadie, vivo o muerto, en toda la habitación.

Aquí fue donde me pasé incontables almuerzos observando a Rita comer. Cuando me enfrenté que al simio de la 4ª compañía y jugué a la gallina culinaria con Rita y un bote de umeboshi. ¿Qué mejor lugar para Rita y yo para decidir nuestras vidas en un duelo a muerte?

Una luz anaranjada brillaba a través de un agujero en la pared oeste. Cuando miré el cronómetro al lado de mi pantalla casi no podía creer que habían pasado horas desde que la batalla comenzó. Ya estaba anocheciendo. No es extraño que sintiera como si mi Jacket hubiera sido forrado con plomo. No tenía el músculo para esto. Mis baterías se habían agotado y los sistemas estaban a punto de apagarse. Nunca había estado en una batalla que durara la mitad de esta.

El Jacket rojo de Rita se deslizó en la cafetería. He bloqueado un ataque horizontal con mi hacha; el marco de mi Jacket crujió. Si hubiera dejado de avanzar, el par de los actuadores habría desgarrado mi Jacket de adentro hacia afuera. El miedo a lo que Rita era capaz de hacer se apoderó de mí de nuevo. Rita Vrataski era un prodigio en la batalla, y ella había aprendido a leer todos mis bloqueos y fintas.

Cada movimiento en batalla ocurría a un nivel subconsciente. Esto hace que sea doblemente difícil de compensar cuando alguien aprende a leer esos movimientos. Rita estaba a la mitad de un paso por delante de mí, lista para dar un golpe mortal al lugar donde yo estaría antes de que yo llegara.

Se dio en el blanco. Instintivamente me metí en el arco de su hacha, evitando por poco todo el peso del golpe. La placa de mi hombro izquierdo salió volando. Una luz roja de advertencia se encendió en mi pantalla.

Rita pateó, y no había manera de evitarlo. Navegué por la habitación. Saltaron chispas de mi Jacket al rayar a lo largo del piso de concreto desquebrajado. Giré una vez me estrellé en el mostrador. Una lluvia de palillos cayó sobre mi cabeza.

Rita ya se estaba moviendo. No hay tiempo para descansar. Cabeza, revisada. Cuello, comprobado. Torso, hombro derecho, brazo derecho unido, todo estaba bien excepto mi hombro izquierdo que estaba desprotegido. Todavía podía luchar. Había soltado mi hacha. Enterré mis guantes en el borde del mostrador, lo arroje hacía arriba. Rita golpeó, haciendo añicos el mostrador y levantó un rocío de madera y metal.

Estaba en la cocina. Donde antes se extendía un fregadero de acero inoxidable y una estufa de gas con potencia industrial. Sartenes y ollas lo suficientemente grandes como para hervir cerdos enteros estaban colgados a lo largo de una pared. Los montones de cubiertos de plástico llegaban a la techo. Hileras de bandejas todavía con desayunos sin comer, ahora estaban fríos.

Retrocedí, tirando los platos al suelo en una avalancha de alimentos y de moldes de plástico. Rita seguía acercándose. Le arrojé una olla en su y marqué un impacto directo. Sonaba como un gong, ya que rebotó en el casco de su Jacket color rojo cereza. Al parecer no era suficiente para disuadirla. Tal vez debí haber probado con el fregadero de la cocina en su lugar. Con un movimiento de su hacha, Rita destruyó la mitad del mostrador y un pilar de hormigón reforzado con acero.

Retrocedí más, estaba contra la pared. Me arroje al suelo cuando un golpe horizontal se aproximó hacia mí. El rostro del fisicoculturista, sin dejar de sonreír tontamente sobre la cocina tomó el golpe en mi lugar. Esquivé las piernas de Rita. Me arrojó fuera del camino. Dejé que el impulso me llevara de vuelta a las ruinas del mostrador de la cafetería. Mi hacha estaba donde la había dejado.

Recoger un arma que ya habías tirado sólo podía significar una cosa: que estabas listo para luchar; nadie agarraba un arma que no va a utilizar. Estaba claro que no podía seguir corriendo por siempre. Si Rita realmente quería matarme, y estaba empezando a pensar que sólo podría, no huiría. Defenderme de un ataque tras otro había dejado mi Jacket agotado. Era el momento de aclarar mi mente.

Había una cosa que no podía olvidar. Algo que me había prometido a mí mismo hace mucho tiempo, cuando decidí luchar para salir de este bucle. Oculto bajo el guante de la mano izquierda estaba el número 160. Antes, cuando la cifra era sólo 5, había tomado la decisión de tomar todo lo que pudiera para aprender al día siguiente. Nunca había compartido el secreto de esos números con nadie. Ni con Rita, ni con Yonabaru, ni siquiera con Ferrell con quien había entrenado con tantas veces. Sólo yo sabía lo que significaba.

Ese número era mi mejor amigo, y mientras estuviera allí tenía miedo a morir. No importaba si Rita me mataba. Nunca habría llegado tan lejos sin ella de todos modos. ¿Qué podría ser más apropiado que redimir a mi salvador con mi propia muerte?

Pero si me daba por vencido ahora, todo se habría perdido. Las tripas que había derramado en el cráter de esa isla. La sangre con la que me ahogue. El brazo que había dejado en el suelo. Todo el maldito bucle. Terminaría desvaneciéndose como el humo del cañón de una pistola. Las 159 batallas que no existían en ningún otro lugar más que en mi cabeza pero en mi cabeza se habrían ido para siempre, en vano.

Dar todo lo que tenía y perder era una cosa. Pero no iba a morir sin luchar. Rita y yo probablemente estábamos pensando lo mismo. Comprendí lo que estaba pasando. Demonios, ella y yo éramos las únicos dos personas en todo el maldito mundo que podían entenderlo. Me arrastré por cada centímetro de la isla Kotoiushi tratando de encontrar una manera de sobrevivir, al igual que Rita había hecho en algún campo de batalla en Estados Unidos.

Si yo vivía, ella moriría, y nunca iba a encontrar a alguien como ella nunca más. Si ella vivía, yo tendría que morir. No importa de cuántas maneras diferentes lo pensara mi cabeza, no parecía haber otra salida. Uno de nosotros tenía que morir, y Rita no quería hablar de ello. Ella iba a dejar que nuestra habilidad decidiera. Ella había decidido hablar con el acero, y tenía que darle una respuesta.

Levanté mi hacha.

Corrí hacia el centro de la cafetería y comprobé su peso. Me encontraba de pie casi exactamente donde Rita y yo competimos con el umeboshi. ¿No es divertida la vida? Fue hace sólo un día, pero se sentía como toda una vida. Rita me había vencido en eso, también. Creo que era justo decir que ella tenía un don para la competencia.

El Jacket carmesí de Rita avanzó un paso a la vez, midiéndome. Se detuvo justo fuera del rango de mi hacha, su reluciente arma fue agarrada con fuerza en su mano. Los sonidos del combate irrumpieron en la tranquilidad de la cafetería. Las explosiones iban al ritmo de tambores lejanos. Casquillos desgarrando el cielo eran las notas altas de flautas. Rifles automáticos jugaban con el staccato31 de percusión. Rita y yo tocábamos juntos tambores estridentes de carburo de tungsteno.

No había espectadores animando en las desmoronadas ruinas de la cafetería. El montón de mesas y sillas volcadas eran nuestros únicos espectadores, silenciosos observadores de la danza mortal de nuestros Jackets de color carmesí y arena. Nos movíamos en una espiral, como Rita siempre lo hacía, trazando un patrón en el suelo de cemento. Estábamos bailando un ballet de guerra, envueltos en el pináculo de la tecnología de la humanidad, nuestras armas rudimentarias cantaban una canción fúnebre de mil años de antigüedad.

La hoja de mi hacha se dobló y mallugó. Mi Jacket estaba cubierto de cicatrices, la batería estaba casi agotada. Mis músculos se movían por pura fuerza de voluntad.

Una tremenda explosión sacudió la cafetería. Saltamos con el sonido.

Sabía que su siguiente ataque sería un golpe mortal. No podría evitarlo. No había tiempo para pensar, pensar era para el entrenamiento. La batalla necesitaba acción. La experiencia grabada en mi cuerpo a través de 159 batallas guiaría mis movimientos.

Rita agarró su hacha de nuevo para atacar. Mi hacha respondería desde abajo. Las dos gigantes hojas gigantes golpearon, triturando placas de armadura.

Sólo había una diferencia real entre Rita y yo. Rita había aprendido a luchar contra los Imita sola. Yo había aprendido a luchar contra los Imita observando a Rita. Justo en el momento en que ella golpee, el siguiente paso que tomaría... mi sistema operativo lo había grabado todo. Yo sabía lo que iba a hacer en su próximo movimiento. Es por eso que el golpe de Rita sólo me rozó, y mi swing desgarró su Jacket.

Un agujero se abrió en la armadura carmesí de Rita.

- ¡Rita!

Su batalla hacha temblaba en sus manos. El Jacket de Rita estaba haciendo su mejor esfuerzo para filtrar los comandos no deseados provocados por las convulsiones en sus músculos. El mango del hacha de carburo de tungsteno cayó ruidosamente de sus guanteletes. Sangre, aceite, y algunos fluidos no identificables salían del agujero en su armadura. La escena era inquietantemente familiar para mí, y tuve un renovado sentimiento de terror. Ella extendió su brazo y buscó a tientas la conexión en la placa de mi hombro. Una comunicación de contacto. La voz de Rita sonaba claramente en mi casco

- Tú ganaste, Keiji Kiriya. - El Jacket carmesí se inclinó difícilmente contra mí. La voz de Rita estaba seca y fundida el con dolor.

- Rita, ¿por qué?

- Lo supe desde hace mucho tiempo. Incluso desde que recibí por primera vez la señal Mimic. Que la batalla siempre terminar ía .

- ¿Qué? Yo no -

- Tú eres el que saldrá de este bucle. - Rita tosió, el sonido de un golpe mecánico atravesó la comunicación.

Finalmente lo entendí. Cuando conocí a Rita ayer, ella había decidido que iba a morir. No lo reconocí hasta este momento. Pensé que había tropezado accidentalmente con algún tipo de bandera. Debería haber tratado de buscar una manera de salvarla, pero dejé que el día se deslizara entre mis dedos.

- Lo siento, Rita. No - no lo sabía.

- No te disculpes. Has ganado.

- ¿Ganado? ¿No podemos... no podemos sólo seguir repitiendo esto? Puede que nunca dejemos el bucle, pero estaremos juntos. Para siempre. Podemos estar juntos más de una vida. Cada día será una batalla, pero podemos manejar la batalla. Si tengo que matar a mil Mimics o un millón, lo haré. Lo haremos juntos.

- Todas las mañanas se despertará una Rita Vrat aski que no sabe que existes.

- No me importa.

Rita sacudió la cabeza. - No tienes elección. Tienes que romper el circuito antes de que lo que me pasó a mí te pase a ti. Acaba con esta maldita cosa mientras pued as.

- No puedo sacrificarte para hacerlo.

- El Keiji Kiriya que conozco no sacrificaría la raz a humana para sí mismo.

- Rita…

- No hay mucho tiempo. Si hay algo que quieras decir, dilo de una vez. - El Jacket carmesí se desplomó.

- Me quedaré contigo hasta que t e mueras. T - Te amo.

- Bien. No quiero morir sola .

Su rostro estaba oculto debajo de su casco, y yo estaba agradecido. Si hubiera sido capaz de ver sus lágrimas, nunca podría haber terminado con el bucle y haberla dejado para siempre. La luz del sol poniente, rojo y bajo en el cielo occidental, bailaba a través del Jacket carmesí de Rita, envolviéndola en un resplandor rubí brillante.

- Fue una larga pelea, Keiji. Ya es la puesta de sol.

- Es hermoso.

- Bastardo sentimental. - Había una sonrisa en su voz. - Yo odio los cielos rojos .

Fue lo último que dijo jamás.





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