martes, 10 de abril de 2018

Mimizuku to yoru no ou 1



Capítulo 1 : Mimizuku la suicida y el comedor de humanos Caballero de la Noche







Mimizuku se despertó por el piolar de los pájaros a lo lejos. La luz entró inesperadamente en sus ojos, y parpadeó varias veces.

"¿Estás despierta? ¿Estás despierta? Niña humana. Humana."

Poco a poco, la voz llegó a sus oídos. Las palabras estaban cortadas por lo que era muy difícil entenderlas.

Humana.

Como un reflejo, Mimizuku relajó los músculos de la boca y soltó una risa.

"No soy humana, soy Mimizuku", respondió vagamente, como si le contestase a la voz de un sueño.

"Oh."

Entonces escuchó unos crujidos, como el de las alas de un murciélago.

"¿No vas a gritar? Sorprendente. Conozco la forma de actuar de los humanos bastante bien."

"¿Gritar?", repitió la palabra como un loro mientras se fregaba los ojos con las palmas de las manos.

"Te elogio por no chillar al verme," dijo la voz mientras Mimizuku levantaba la cabeza y agarraba la
forma de dónde provenía.

Sin embargo, la distancia entre el origen de la voz y los ojos sanpaku de ella era tan corta que el cuerpo de la criatura parecía mucho más grande que los enormes troncos de árboles que les rodeaban.

Estudió el matiz negro azulado que obstruía su campo de visión. Tenía dos alas rectas como un murciélago, y su cuerpo parecía en cierta manera, humano, sin embargo, el torso estaba extremadamente musculado y de cada lado surgían dos delgados aunque prominentes brazos.

Tenía dos cuernos de color leche, clavados en la cabeza y su boca era recta como la de un cascanueces. En su oca había dientes amarillos de donde sobresalía una lengua roja. La rojez de su boca era ostentosa. Tenía unos mechones de cabello como las hojas de maíz, y era imposible determinar donde apuntaban sus ojos al mirarlos.

Era, ciertamente, una figura aterradora y fantástica. De todos modos, Mimizuku no creía que diese
tanto miedo. Jamás había estado asustada de nada.

"¿...Eres un monstruo?", preguntó Mimizuku, inclinando el cuello ligeramente a un lado. "Lo soy.",
asintió la extraña figura cuya voz sacudía el aire.

Mimizuku sin cambiar la actitud preguntó: "¿Me comerás?"

"No te comeré.", respondió inmediatamente.

"Ah.... ¡Qué decepción...!", apuntó.

La hermosa criatura, que vio la noche anterior, no iba a comérsela, y ahora este monstruo que parecía que iba a estar encantado de hacerlo también la rechazó.

"Humana, ¿deseas ser comida?"

"¡Sí, sí! ¡Pero, eh! No soy una humana, soy Mimizuku. MI-MI-ZU-KU." Extendió sus brazos y piernas al aire cual niño teniendo una rabieta, provocando que sus grilletes tintineasen. "¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué no me comes?", Mimizuku golpeó la dura piel del monstruo muchas veces en
protesta. Sin embargo, Mimizuku era débil, y el monstruo no se movió en absoluto. Entonces, él
arqueó su espalda y de repente se fue volando.

"¿Huh?"

Mimizuku observó como la figura del monstruo se volvía del tamaño de un pollo, y su verdadera altura se volvía clara. El monstruo sacudió su cuerpo y, batiendo las alas, voló hacia al cielo. Miró
abajo donde estaba Mimizuku y sus ojos se encontraron. Su conversación continuó.

"Los leri de este bosque no comen humanos. Incluso aunque me hayas pedido que te coma, lo rechazo", Mimizuku de repente se quedó callada. Leri, había escuchado esa palabra en algún sitio.

En las profundidades de sus recuerdos habían humanos que también llamaban a los monstruos Ieri.

Con su osca forma de hablar, el monstruo no conseguía hacer que Mimizuku entendiese su explicación. Aunque entendía las palabras, su acento hacía que las palabras le parecieran a

Mimizuku de un idioma extranjero.

Como palabras que jamás había escuchado.

"¿Por qué?"

Por supuesto la razón era que el monstruo era mucho más pequeño que Mimizuku.

Probablemente ella sería demasiado para que él se la comiese. Pero Mimizuku se acordó del otro monstruo mucho más grande que había visto, que era la talla justa para que se pudiese comer a alguien como ella, por lo que le preguntó a este monstruo sobre él.

"Porque, porque, porque, te encontraste con el Caballero de la Noche", respondió el monstruo. "No
puedo involucrarme con nadie que el Caballero de la Noche haya dejado ir"

"¿Caballero de la Noche?"

"Sí, el rey de la noche. Que posee ojos como lunas, es el gobernador absoluto de este bosque."

Su forma de hablar mostraba un gran respeto por ese alguien de quién hablaba. Mimizuku levantó
la cabeza al oír sus palabras.

"¡Oh, él, el que tiene esos bonitos ojos de luna!", sonrío mientras hablaba. No había ningún error.

Habían brillado como las de verdad. Mimizuku aún se acordaba.

"¿Y qué pasa con ese?"

"¿No te comió?"

"No"

Sin importar cuántas veces ella se lo pidió, él no se la comió, así que con el tiempo se quedó dormida en las raíces de un árbol cercano. Pudo dormir bien entre los aromas de suciedad y agua flotando por el suelo.

"Si ese es el caso, entonces en este bosque, en este bosque nocturno, ningún monstruo te comerá.",

declaró el monstruo.

"Ya veo...", Mimizuku asintió aunque en realidad no lo entendía del todo. En cualquier caso, si ese grandote no se la comía parecía ser que ningún otro lo haría tampoco. Pero eso era malo. Había pasado por muchos problemas para llegar hasta aquí.

"Bueno, pues de alguna manera voy a tener que conseguir que me coma", aún apenas capaz de caminar, Mimizuku se tambaleo adelante y hacía atrás, pero parecía que había compartido su espacio de sueño con unos cuantos mientras la sangre de sus piernas se coagulaba y las heridas se volvían azules y se entumecían. Cayó a las raíces como una fruta cayendo de la rama.

"¿Qué haces?"

"Eh, creo que dormiré un poco más. No te importa, ¿no?"

"Es cosa tuya, pero..."

El monstruo revoloteó y se paró enfrente de los ojos de Mimizuku.

"Jovencita, eres rara"

"¿Rara? Quizás sí, pero no me llames "jovencita", me llamo Mimizuku..."

"Mimizuku, ese es el nombre de un ave nocturna"

"Sí, exacto"

"Es un buen nombre"

Mimizuku, claramente halagada, soltó una pequeña risita. ¿Me he sentido alguna vez tan feliz?, pensó para sí misma.

"Señor monstruo, ¿cómo te llamas?"

"___________"

"¿Eh? Perdona, ¿puedes volverlo a decir?"

"Es inútil. Las orejas humanas no pueden escuchar los nombres Ieri."

"¿Entonces cómo debería llamarte?"

"Llámame como quieras. ¿Los humanos no le ponen nombre a los animales que les gustan?", el monstruo cruzó los brazos.

"Mmm..."

Aunque no es humano, pensó Mimizuku. Pensó un poco, no muy a fondo, antes de que una mueca
asomase en sus labios y dijera:

"Vale, ya está. ¿Qué te parece: Kuro?"

"¿Kuro? El color de la noche..." Kuro asintió. El hecho que aceptase su nombre hizo feliz a

Mimizuku. Sonriendo levantó la parte superior de su cuerpo.

"Mimizuku, la hierba te está cortando y hace que te brote la sangre", Kuro extendió su brazo y
rozó la mejilla de MImizuku. Mimizuku, cubierta de barro y cortes, simplemente respondió con un:

"Oh, ¿en serio?". Si se tocaba las heridas, definitivamente le entrarían bacterias y se infectaría. Eso
sí lo sabía, pero estaba bien.

Agarrándose a una rama cercana, Kuro se balanceó hasta la cabeza de Mimizuku. Era extraño, ella
no podía sentir en absoluto su peso.

"Mimizuku"

"¿Mmm?"

"Esos números en tu frente, ¿son un hechizo?"

"Oh, estos", Mimizuku se dio un par de palmaditas en la frente. Sobresaliendo de detrás de su pelo
aleonado, habían tres números.

"Soy el número trescientos veintidós", respondió Mimizuku sinceramente.

"¿Qué significa eso?"

"Es mi número"

"Vale... Pero no lo entiendo", la respuesta de Kuro también fue sincera.

"¿Estás enfadado?"

"No, en realidad no lo estoy", contestó secamente Kuro. Como siempre, el corazón de Mimizuku
empezó a latir más rápido.

¿Estoy soñando?, pensó por un momento. Era raro desde el principio, las palabras de Kuro eran
palabras que jamás había oído.

Sólo un poco extraño.

"Hey, Kuro, de alguna manera es raro"

"¿Qué es raro?"

"¿Por qué eres tan amable conmigo?" preguntó Mimizuku mientras se ponía de pie en la hierba y
el follaje. La piel de la parte baja de sus pies se estaba poniendo dura, incluso una roca puntiaguda
no podría cortarlos.

"¿Soy amable?" Respondió Kuro contrariado.

"¡Sí! Muy amable", Dijo Mimizuku agrietando una sonrisa sentimental. Las cadenas alrededor de
sus tobillos se enredaron con las raíces de un árbol, y sus pasos se volvieron inestables.

"¡Ay!"

Sin embargo, no se golpeó la cara contra el suelo. Justo antes del impacto, sonó un extraño sonido.

Mimizuku, que estaba para adelante, rebotó como la primavera, y se dobló tanto en sentido
contrario que casi parecía que iba a caer al revés.

"¡A-a-ah!"

Rápidamente recuperó la postura.

De alguna manera se había salvado. En realidad no entendía que había pasado, pero en sus oídos
habían sonidos similares a quejidos.

"Creo que ese tipo de acción podría considerarse <>", rió Kuro.

"¿Has sido tú, Kuro?"

"Sí, señor. ¡En efecto!"

"¿Por qué?" Parada y respingona, miró a Kuro. En su campo de visión sólo se podía ver un poco de sus alas.

"¿Necesito una razón? Ya veo, los humanos son ese tipo de criaturas." Ante esas palabras,

Mimizuku negó con la cabeza, con cuidado de no poner en peligro el equilibrio de Kuro.

"Supongo que Mimizuku no entiende los problemas de la gente. También me gustaría saber el porqué. Si hay ocasiones fijas en las que uno deba ser amable, me gustaría saberlo." Mimizuku volvió a escuchar el sonido similar a quejidos, parecía que era la risa de Kuro. Le hacía daño en las orejas.

De repente, aleteando desde la cabeza de Mimizuku, Kuro apareció ante sus ojos y habló.

"Quiero conocimiento."

"¿Conocimiento?"

"Me gusta saber cosas. No importa cuántos libros lea, simplemente no puedo desmitificar a los humanos. Eres humana, por tanto, me gustaría observarte." Mimizuku parpadeó sin mostrar expresión alguna varias veces y pensó en las palabras de Kuro.

"¿Cómo lee con esos ojos?"

Como sea.

Kuro quiere saber sobre los humanos, Mimizuku es humana, por eso Kuro está siendo amable conmigo.

Mimizuku se quejó mientras meditaba.

Creo que dejaré decirle a Kuro que no soy humana.

"¡Kuro, ya lo entiendo! Qué sorprendente..."

"Jojo. ¿Qué has entendido, Mimizuku?" Kuro preguntó interesado, volviendo a la cabeza de la niña.

"Aunque sea humana, hay gente que me aceptará. Es algo extraño." Camino hacia adelante.

Levantaba sus pies a cada paso para evitar que los grilletes se quedarán atrapados en algo. Desde su cabeza provenían sonidos de alas aleteando.

"No soy humano, pero... Tú eres uno bastante raro." Kuro habló en un tono pesado, profundo.

Mimizuku rió.

Se sintió muy feliz.

El bosque llamado "El bosque de la noche" estaba inundado de follaje y hojas a la deriva por el viento que hacía que pareciese que el bosque estuviese lloriqueando convulsivamente. De vez en cuando, se podía escuchar el sonido de un pájaro aleteando, pero cuando Mimizuku miraba arriba, no se veía ninguna presencia animal. Desde lejos, Mimizuku pensó que podía escuchar el sonido de la respiración de alguien, pero nunca veía monstruos por ningún lado.

Kuro se ofreció a voluntariamente guiar a Mimizuu que de otra forma hubiese ido sola. Mimizuku se sorprendió pero no había forma de expresar sus sentimientos con palabras.

Con Kuro en su cabeza, atravesó el bosque. Los grilletes en sus pies tintineaban sonoramente mientras caminaba.

"Aquí no hay muchos monstruos, ¿eh?"

Para ser un bosque que se suponía que estaba plagado de monstruos, era muy diferente de lo que había imaginado. Dejó escapar un suspiro.

"Es por el camino por el que vas." Dijo Kuro desde su cabeza. "Durante el día, Ieri no suelen venir cerca del rio."

"Ya veo."

Mientras caminaba al lado del rio, se balanceaba de izquierda a derecha. De repente, se arrodilló y metió las manos en el agua. Sintiendo la frialdad del agua corriente, se frotó las manos varias veces para lavarlas. El curso del rio del bosque fluía melancólico, y el agua era increíblemente transparente.

Entonces sin moverse, Mimizuku se tiró agua por la cabeza.

Kuro aleteó hacia atrás con pánico.

"¡Mi-Mimizuku!"

"Ahh..."

Mimizuku levantó su cara empapada y se dio un golpe.

"Perdona Kuro, " dijo monótamente Mimizuku mientras se lavaba la boca con gestos duros, dramáticos. "Uugh, me duele la cara". Mimizuku frunció el ceño.

"¿Qué? ¿No has bebido agua?"

"Sí"

"Si el agua se cuela en las heridas, quizás sería mejor parar."

Mimizuku observó fijamente su propia mano. La mano colgaba por los músculos debilitados, y todavía estaba reluciente al haberla lavado.

"Mmmm..."

La tensó y relajó varias veces.

"Sí..."

Ladeando ligeramente el cuello a un lado, Mimizuku se levantó de repente.

"¡Venga, Kuro! ¡Vámonos!"

Kuro murmuró una afirmación y volvió a volar a la cabeza de Mimizuku. Olvidando, aparentemente, lo que acababan de hablar, Mimizuku empezó a hablar sobre otra cosa.

"Así que, ¿dónde está ese Rey de la Noche?"

"Todo recto"

Kuro aleteó y miró a Mimizuku.

"¿De verdad quieres ir con él, Mimizuku?"

"¿Qué si quiero qué?" Respondió ella sin entender a Kuro en absoluto.

"Dijiste que te había dicho que te fueras. Si vuelves a ponerte bajo su vista no podrás salir airosa.

Cuando despiertas su enfado puede que te vuelva ceniza en apenas un instante o te disuelva en agua."

"¿Me comerá?"

Mimizuku, con los oscuros ojos sanpaku llenos de luz, deseaba ser comida. Kuro la observó sin expresión alguna por un momento y entonces, levantó su brazo derecho.

"Eso lo decides tú. Si es lo que quieres, ves, Mimizuku. Si surge la oportunidad, si el destino lo permite, si el mundo lo permite... También podríamos volvernos a encontrar."

"¿Tú no vienes, Kuro?"

Kuro río ante su pregunta.

"No me han llamado."

¿Así es como va?, pensó para sí Mimizuku, quizás sí.

Así que no puede ir si no le llaman antes. Creo que sé a lo que se refiere, sonrió Mimizuku.

"Bien pues, me tengo que ir."

El bosque abrió su gran verde boca. Sin embargo, a Mimizuku no le daba miedo. Sola, camino hacía el bosque.


Dejando a Kuro atrás, Mimizuku entró en el bosque sin dudar mientras que sus grilletes sonaban mientras lo hacía. Que Kuro no la acompañase no la desanimo. Después de todo, había hecho un gran camino ella sola. Durante todo ese tiempo, Mimizuku disfrutó de su soledad.

Mientras seguía adelante, haciendo sonar sus grilletes llegó a un muro de viñas entrelazadas con algunos árboles, pasando con dificultad llegó a una gran área abierta.

"Guau..." se le escapó a Mimizuku sin querer.

En medio del bosque, había una grandiosa y denigrada mansión. Sin embargo, no fue eso lo que captó la vista de Mimizuku. Delante de la puerta de entrada había una muy oscura ala, más suave y más hermosa que la de un cuervo que con movimientos relajados se balanceaba hacia arriba. 


Ahí, Mimizuku se vio cara a cara con el Rey de la Noche por primera vez. Las cepas de la luz del sol se colaban por las grietas de la vegetación y revelaban la forma del monstruo llamado: "Rey".

Mimizuku dejó escapar un gañido involuntario. Sus dientes castañeaban y su cuerpo temblaba

como si se paralizase. No era miedo, no era azoramiento. No conocía esas cosas. Las veredas de nervios de su cerebro ya se habían librado de tales sentimientos tiempo atrás.

"Ah...", abriendo a medias su boca, incapaz de pronunciar palabra, simplemente soltó un diminuto sonido.

¿Qué digo? ¿Qué debería decir? Eso es, tengo que decirle que me coma, pensaba. Tenía que decirlo.

"¿Por qué has venido?" Los finos labios del Rey de la Noche apenas se movieron cuando hiló sus

frías palabras. Su voz era franca y penetrante, como una espada desenvainada. Cualquier animal o persona normal se hubiese paralizado al ser observado por esos ojos, pero

Mimizuku sólo se sorprendió ligeramente.

Los ojos brillaron:

Son plateados. Como las lunas de la noche anterior, los ojos del Rey de la Noche resplandecían en un plateado color.



El color de la luna, pensó Mimizuku. El color de la luna, a la luz del día.

Era distinto a como lo recordaba, pero no lo suficiente como para confundirlo con otra cosa. Ante ella, estaba claro que habían dos pequeñas lunas, brillando con la misma luz de antes.

"Qué hermoso...", jadeo.

Escuchándolo, el Rey de la Noche frunció el ceño. Complicados dibujos como tattoos se extendieron por sus ojos y mejillas.

Es hermoso, pensó Mimizuku de nuevo.

"Vete. Vuelve a tu casa, humana." Sus palabras traicionaron su propósito asesino.

Aun así, Mimizuku no dudó al responder.

"No tengo ningún lugar al que regresar.", contestó ruidosamente. Nadie jamás había contradicho al Rey de la Noche.

"No tengo ningún lugar al que regresar, desde el mismísimo principio, nunca he tenido ningún lugar al que llamar hogar."

Como le pegaban, como no hacían otra cosa que no fuera hacerle daño, Mimizuku no quería pensar en ese lugar como hogar. Mimizuku quería creer que cualquier lugar era mejor que ese.

"¡Hey! ¡No me llames humana! ¡Soy Mimizuku! ¡Mi nombre es Mimizuku!" Gritó hasta marearse.

Ahora ya estaba acostumbrada, pero se sintió inestable.

Sus rodillas se rindieron y cayó al suelo.

"Hey, cómeme."

Su visión, poco a poco, se fue oscureciendo. ¿Debería dormir?, pensó. Quería seguir obligando al

Rey de la Noche a comerla, pero su cuerpo no le respondía. Tenía que dormir.

"Tu cuerpo ha sufrido mucho y debes dormir.", alguien le hablaba.

Ooh, qué extraño... Desearía beber agua...

"Por favor... cómeme... Rey de la... Noche..."

Mimizuku se derribó sobre la hierba con los brazos extendidos. Dos lunas la miraron.

"Te lo ruego... por favor, cómeme"

Los grilletes de sus brazos se volvieron más pesados y sus brazos cayeron al suelo.

Oh, esas lunas blancas... Los ojos del Rey de la Noche son muy hermosos. Eso es todo en lo que podía pensar Mimizuku mientras la somnolencia la hacían sentir como si se estuviese hundiendo en un pantano. Cerró los ojos.

No... Quiero abrirlos otra vez, pensó Mimizuku con su conciencia desapareciendo. Era extraño.

Siempre que iba a dormir deseaba no volverse a despertar.

Si tan sólo pudiese ver esas lunas una vez más, no me importaría volverlos a abrir.

Sintiendo que alguien la llamaba, Mimizuku abrió los ojos gentilmente. El cielo era una roja puesta de sol. En el momento comprendió su pensamiento algo llegó desde arriba flotando.

"Ay", exclamó sin pensarlo. Apoyando su cuerpo hacia adelante, miró aquello que había venido del cielo. Una vez viéndolo, sus ojos casi se le salieron. Eran viñas de chocolate y viñas de color carmesí entre otras frutas frescas que jamás había visto antes. Todas se dejaron caer como una montaña cayendo del cielo ante Mimizuku.

Ella jadeo y miró arriba. Aleteando con la luz roja del cielo estaba Kuro. Estaba a una distancia en la que parecía lo suficientemente grande como para que Mimizuku pudiese abrazarle.

"¡Kuro!", gritó Mimizuku. Entonces intentó mover los brazos pero acabó con un extraño sentimiento.

"Eh, ah, ¿qué es esto?" Preguntó señalando los frutos que Kuro la había traído.

"Es justo lo que parece"

Kuro sacudió un pez vivo en el aire con sus dos brazos, cortó la cola que era del mismo tamaño que él, y lo puso sobre su boca de pez, se lo tragó entero y entonces habló:

"¿Tienes hambre, Mimizuku?"

Mimizuku estaba increíblemente confusa.

"¿Son para... mí?" señaló los frutos.

"Sí. ¿Me pregunto si podéis comer pez los humanos?", Kuro voló al lado de Mimizuku, agarró una rama de un árbol y lo usó como arpón para un pez.

Hizo varios círculos en el aire espléndidamente, y el pez, súbitamente, se envolvió en llamas.

Mimizuku estaba sorprendida y desconcertada, pero cuando el fuego se calmó y el sabroso aroma empezó a prender en el aire se tranquilizó. Extrañamente, la rama del árbol no parecía ni un poco quemada. Viendo el resultado, Kuro asintió, satisfecho.

"Toma", le pasó el pez a Mimizuku, que lo recibió agradecida. Sin embargo, Mimizuku no comprendía del todo lo que ocurría y parecía estar todavía medio dormida. A pesar de no entenderlo, se metió el pescado en la boca. Sus instintos actuaron y ambiciosamente lo devoró. La parte interior era algo extaña, pero el sabor no le importaba a Mimizuku. Cualquier cosa que pudiese comer le era suficiente.

"Dime una cosa, Mimizuku. ¿Los peces muertos no intentan huir?" preguntó Kuro, batiendo sus alas. Mimizuku escuchó mientras se comía el pescado.

"Hey, Kuro. ¿Por qué estás aquí?", Mimizuku miró alrededor. Todavía estaba en frente de la mansión del Rey de la Noche. El Rey, sin embargo, se había ido ya que no podía verle.

"Mmm... Tampoco sabría decirlo..." Voló al aire y tocó la cabeza de Mimizuku.

"El destino te ha dado permiso. ¿Fue una luz nocturna lo que te permitió hacerlo? En efecto, es difícil de decir... Por eso debo preguntarte, Mimizuku."

Mimizuku parpadeó varias veces.

"Descontando la muerte, ¿te gustaría quedarte aquí?"

"Eh, ¿está bien si me quedo?" Habló Mimizuku con voz alegre y fuerte. "¡Hey, Kuro! ¿Me puedo

quedar de verdad?"

"No te prometeré que pueda salir algo bien de aquí. Podrías ser asesinada mañana mismo... ¿Eso está bien para ti?"

Mimizuku sonrió a Kuro que había vuelto a bajar al suelo. Al haber comido tanto, tan rápido su estómago empezó a doler.

"Sabes, Kuro..." Sonrió Mimizuku mientras le abrazaba. Sus grilletes sonaron como si estuvieran cantando.

"Mi felicidad sólo puede ser comida por el Rey de la Noche," dijo Mimizuku riendo felizmente, y entonces, el búho suicida suspiro gentilmente. "Ah... Así moriría feliz" sonrío Mimizuku.

Kuro asintió. "Eres bastante miserable.", suspiró el monstruo.

Mimizuku no entendió sus palabras por lo que río superficialmente.

"Hey, Kuro"

"¿Qué pasa, Mimizuku?"

"El Rey de la Noche es hermoso, ¿verdad?", dijo feliz.

Kuro no sabía cómo responder.

"Por supuesto, es el Rey después de todo."

Mimizuku volvió a soltar una risita por sus palabras. La cortina de la noche se extendió para los monstruos del bosque.

Oh, los ojos del Rey de la Noche se han vuelto dorados, pensó Mimizuku ausentemente, alzando la vista a los cielos.

"Así que esto es la felicidad."

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