martes, 10 de abril de 2018

All You Need is Kill cap 2.8



Parte 8

Iteración #158:

Finalmente he dominado el hacha de batalla de carburo de tungsteno. Puedo rasgar a través de un endoesqueleto Mimic con un movimiento de la muñeca. Para derrotar a sus enemigos resistentes, la humanidad desarrolló hojas que vibran a ultra-altas frecuencias, martinetes cuyos picos de fuego viajaban a velocidades de 1500 metros por segundo, y explosivas armas de cuerpo a cuerpo que utilizaban el Efecto Monroe. Pero las armas de proyectiles se quedan sin munición. Se atascan. Se rompían. Si golpeabas una hoja delgada en el ángulo equivocado, se haría añicos. Y así Rita Vrataski reintrodujo a la guerra la simple, pero altamente eficaz, hacha.

Era una solución elegante. Hasta el último kilogramo y metro por segundo de impulso generado por los actuadores del Jacket se convertían en fuerza destructiva pura. El hacha podría doblarse o despostillarse, pero su utilidad como arma no disminuiría. En la batalla, las armas que puedes utilizar para golpear a tu enemigo eran más fiables. Las armas que habían sido perfeccionadas con un borde fino, tales como la katana, cortarían tan profundo que podía atascarse el cuerpo de tu enemigo y no podrías sacarlos. Había historias de guerreros que incluso embotaban sus espadas con una piedra antes de la batalla para evitar que eso suceda. El Hacha de Rita había demostrado que vale la pena y otra vez.

Mi pelotón se arrastró hacia la punta norte de la isla de Kotoiushi, Jackets modo de suspensión. Fue cinco minutos antes de que nuestro comandante de pelotón diera la señal para el comienzo de la batalla. No importa cuántas veces lo experimentara, aquí es cuando mi tensión se elevaba. Ahora veo por qué Yonabaru dejaba salir cualquier mierda de su boca. Ferrell solo dejo que nuestra charla lloviera sobre él.

- Te estoy diciendo, te tienes que enganchar de ntro de algún de coño. Si esperas hasta que estés atado a una de estas Jackets, será muy tarde.

- Sí.

- ¿Qué pasa con Mad Wargarita? Estaban hablando durante el EF, ¿Verdad? Deberías tomar eso, yo sé que puedes.

- Sí.

- Eres un cliente frío. 24

- ¿Sí?

- No has es tallado aun tu cereza, y estás tan calmado como una puta, carajo. En mi primera vez tenía mariposas aleteando como un tornado en mi estómago.

- Es como una prueba estandarizada.

- ¿De qué estás hablando?

- ¿No tomaste de esos en la escuela secundaria?

- Amigo , no esperes que recuerde la escuela secundaria. ¿Tu si?

- Sí.

Había conseguido ignorar a Yonabaru y a lo que pasaba por su tren de pensamiento, pero mi mente estaba en piloto automático.

- Sí.

- Sí, ¿Qué? Ni siquiera dije nada.

La voz de Yonabaru llegó a mí como si cruzara a través de una niebla.

Me siento como si hubiera estado luchando en este mismo lugar durante un centenar de años. Hace medio año yo era un niño en la escuela secundaria. No me podría interesar menos una guerra que estaba ahogando lentamente al mundo en su propia sangre. Yo había vivido un mundo de paz, uno lleno de familiares y amigos. Nunca me imaginé que cambiaría las aulas y el campo de fútbol por una zona de guerra.

- Está s actuando divertido desde ayer.

- ¿Sí?

- Amigo, no te vayas a perder de nosotros. Dos en fila del mismo pelotón ¿cómo sería eso? Y he querido preguntar: ¿Qué coño es ese trozo de metal que estas cargando? Y ¿Qué coño es lo que planeas hacer con él ? ¿Tratando de hacer valer tu individualidad? ¿Trabajando en un proyect o de arte?

- Es para triturar.

- Triturar ¿Qué?

- Al enemigo, en su mayoría .

- Así que te acercas, para eso es tá el martinete. ¿Vas a decirme que eres mejor con un hacha? Tal vez deberíamos llenar nuestro pelotón con leñadores. ¡Hii ho o , hii ho o !

- Eso de los enanos.

- Buen punt o. Bien hecho. Un punto para ti .

Ferrell entro a nuestra conversación.

- Hey, no sé dónde lo aprendiste, pero seguro que es difícil como el infierno poder usar esa cosa. Pero Kiriya, sólo utilízalo cuando estés cara a cara y no tengas el ección. No te precipites a preguntar. La guerra moderna aún se libra con balas. Trata de no olvidarlo.

- Sí señor.

- Yonabaru .- Supongo que el sargento sintió la necesidad de difundir la tención alrededor.

- ¿Sí?

- Solo. . . has lo que siempre haces.

- ¿Qué de monios, sargento? ¿Keiji obtiene una charla y yo me quedo con esto? Un alma delicada como como la mía también necesita algunas inspiradoras palabras de aliento.

- Creo que animarte con mi rifle también te haría bastante bien.

- ¿Sabes lo que es esto? Discrim inación, ¡eso es lo que es!

- Parece que de vez en cuando consigues pensar, Yonabaru. - Dijo Ferrell, con su voz metálica en el enlace. - Le daré mi pensión al hombre que invente una manera de fijar... ¡Mierda, ya ha comenzado! ¡No dejen que les vuelen las pe lotas señores!

Salté a la batalla, con el flujo sanguíneo alocado, el usual zumbido en mi casco. Al igual que en otros momentos. Allí. Un blanco. Disparé. Me agaché. Una jabalina pasó silbando junto a mi cabeza.

- ¿Quién está ahí? ¡Estás demasiado delante! ¿Quieres que te maten?

Fingí seguir las órdenes del líder de pelotón. No importa cuántas vidas tengas, si sigues las órdenes de cada oficial recién salido de la academia, terminarías muerto y aburrido.

Los caparazones estallaban mientras cruzaban el cielo. Limpié la arena de mi casco. Eché un vistazo a Ferrell y asentí. Sólo le tomó un instante para darse cuenta de que el fuego de supresión que acababa hacer había frustrado una emboscada enemiga. En algún lugar en lo profundo del intestino de Ferrell, sus instintos le decían que este recluta llamado Keiji Kiriya, que nunca en su vida había puesto un pie en la batalla, era un soldado que podía utilizar. Él fue capaz de ver más allá de la imprudencia que acababa de hacer. Era este tipo de adaptabilidad que la que lo había mantenido con vida durante veinte años.

Para ser honesto, Ferrell era el único hombre en el pelotón que podía utilizar. Los otros soldados sólo habían visto dos o tres batallas a lo sumo. Incluso algunos de los que habían sobrevivido en el pasado no habían matado nada. No puedes aprender de tus errores cuando te matan. Estos novatos no sabían lo que era caminar al filo de la navaja entre la vida y la muerte. Ellos no sabían que la línea que lo dividía, la zona fronteriza con una pila de cadáveres, era el lugar más fácil para sobrevivir.

El miedo que impregnaba cada fibra de mi ser era implacable, era cruel, y era mi mejor esperanza conseguir pasar a través de esto.

Esa era la única manera de luchar contra los Mimics. Yo no sabía una mierda de ninguna de las otras guerras, y francamente no me importaba. Mi enemigo era el enemigo de la humanidad. El resto no importa.

El miedo nunca me abandonó. Mi cuerpo temblaba con él. Cuando me daba cuenta de la presencia de un enemigo justo fuera de mi campo de visión, podía sentir como se arrastraba a lo largo de mi espina dorsal. ¿Quién me había dicho la manera en que el miedo se filtraba en tu cuerpo? ¿Había sido el jefe de pelotón? ¿O era Ferrell? Tal vez era algo que había oído durante el entrenamiento.

Pero, aun cuando el temor atormentando mi cuerpo, me tranquiliza y me consuela. Los soldados que se ven arrastrados por una descarga de adrenalina no sobreviven. En la guerra, el miedo es la mujer de la que te advirtió tu madre. Usted sabía que no era bueno para usted pero no se podía sacudirla. Tenías que encontrar una manera de llevarte bien con ella, porque no se iba a ninguna parte.

La 17ª Compañía del 3er Batallón del 12º Regimiento de División de Infantería Acorazada 301o no era más que carne de cañón. Si el asalto frontal tenía éxito, los Mimics que huirían del asedio caerían sobre nosotros como un torrente de agua que pasa a través de un barranco seco. Y si no, seríamos un pelotón solitario en medio de un mar de hostiles. De cualquier manera, nuestras probabilidades de supervivencia eran escasas. El comandante del pelotón lo sabía, y el sargento Ferrell sabía. Toda la compañía fue armada con los soldados que habían sobrevivido a la masacre en Okinawa. ¿Quién mejor para hacer esta asignación de mierda? En una operación de veinticinco mil Jackets, si una compañía solitaria de 146 hombres fuera eliminada, ni siquiera tendrían una nota sobre el escritorio del General en el Ministerio de Defensa. Éramos los chivos expiatorios cuya sangre engrasaba las ruedas de la maquinaria de guerra.

Por supuesto, sólo había tres tipos de batalla para empezar: jodido, seriamente jodido y jodido más allá de todo reconocimiento. No entre en pánico al respecto. Había un montón de caos en todos lados. Mismas Jackets. Mismo enemigo. Los mismos amigos. Igual yo, con los mismos músculos que no estaban preparados para lo que yo les estaba pidiendo y estaban gritando en protesta.

Mi cuerpo nunca cambiaría, pero el sistema operativo que corría en él había visto una reforma total. Había empezado como un recluta verde, una muñeca de papel arrastrada por los vientos de la guerra. Ahora, me había convertido en un veterano que inclinaba la guerra a mi voluntad. Llevaba la carga de la interminable batalla como la máquina asesina en me había convertido, una máquina con sangre y nervios en lugar de aceite y cables. Una máquina no se distrae. Una máquina no llora. Una máquina lleva la misma amarga sonrisa día tras día. Lee la batalla como se desarrolla. Sus ojos escanean el próximo enemigo antes de que termine de matar al primero y su mente ya está pensando en el tercero. No era buena o mala suerte. Simplemente era. Así que seguí luchando. Si esto iba a durar para siempre, lo iba a hacer para siempre.

Dispara. Corre. Planta de un pie y luego el otro. Mantente en movimiento. Una jabalina atravesó el aire que había ocupado sólo una décima parte de segundo antes. Se incrustaba en el suelo antes de detonar, haciendo explotar tierra y arena en el aire. Había conseguido un descanso. El enemigo no podía ver a través de la lluvia de tierra mientras caía, yo podía. Allí. Uno, dos tres. Anoté a los Mimics a través de la cortina improvisada de polvo.

Accidentalmente patee a uno de mis compañeros, el tipo de patada que se usa para abrir una puerta cuando tu manos estaban ocupadas. Yo tenía una pistola en la mano izquierda y un hacha de batalla en la derecha. Fue una buena cosa que dios nos había dado dos brazos y piernas. Si sólo tuviera tres extremidades para usar, no hubiera sido capaz de ayudar a este soldado, quienquiera que fuera.

Cuando me voltee, partí a otro Mimic con un solo golpe. Corrí hasta el soldado caído. Tenía un lobo con una corona pintada en su armadura, la 4 ª Compañía. Si estaban aquí, significaba que nos habíamos encontrados con la fuerza principal de asalto. La línea se estaba abriendo paso.

Los hombros del soldado estaban temblando. Estaba en estado de shock. Si se trataba de los Mimics o de mi patada que le había enviado allí, no lo podía decir. Él era ajeno al mundo que lo rodeaba. Si lo dejaba allí, sería un cadáver dentro de tres minutos.

Puse mi mano sobre su hombro y con la placa establecí una comunicación de contacto.

- ¿Te acuerdas por cuántos puntos te ganamos en ese ju ego? - Él no respondió. - Ya sabes, el que perdieron contra la 17 ª Compañía.

- ¿Qu. . . qué? - Las palabras salieron ásperamente de su garganta.

- El partido de rugby. ¿No te acuerdas? Era algún tipo de record dentro de los muros, así que me imagino que les debimos ganar por al menos diez o veinte puntos. - Me di cuenta de lo que estaba haciendo. - Sabes, es gracioso, yo hablando contigo de esta manera. Oye, no crees que ella me cobre por robar su idea, ¿Verdad? No es que ella tenga una patente sobre la misma ni nada.

- ¿Qué? ¿De qué estás hablando?

- Vas a estar bien. - Él salió de allí bastante rápido, no era un novato como yo lo había sido. Yo le di una palmada en la espalda. - Me la debes 4ª Compañía. ¿Cuál es tu nombre?

- Kogoro Murata y no te debo una mierda .

- Keiji Kiriya.

- Esa actitud que tienes. No estoy seguro de que me guste.

- El sentimiento es mutuo. Esperemos que nuestra suerte se mantenga.

Chocamos nuestros puños y nos separamos.

Gire mi cabeza de izquierda a derecha. Corrí. Tiré del gatillo. Hace tiempo que mi cuerpo había pasado del agotamiento, pero una parte de mí mantenía un elevado sentido de alerta imposible en circunstancias normales. Mi mente estaba en una cinta transportadora que clasificaba manzanas buenas y malas, cualquier pieza de información que no era vital para la supervivencia era bloqueada automáticamente.

Vi a Rita Vrataski. El estruendo de una explosión anunciaba su llegada. Una bomba guiada por láser cayó de un avión sobrevolando en círculos, lejos del alcance del enemigo. Cubrió la distancia entre nosotros en menos de veinte segundos y detono precisamente donde la Valquiria la había llamado.

Rita se dirigía hacia el punto donde la bomba había golpeado, una mezcla destrozada de escombros, partes iguales de vivos y muertos. Las criaturas que salían del cráter se topaban con su balanceante hacha de batalla.

Incluso en medio de la batalla, ver el Jacket rojo de Rita agitaba algo en mí. Su sola presencia había resoplado nueva vida en nuestra línea rota. Su habilidad era incomparable, el producto de los esfuerzos de Estados Unidos en las fuerzas especiales para hacer un soldado que ponga fin a todos los soldados. Pero era más que eso. Ella realmente era nuestro salvador.

Sólo un vistazo de su Jacket en el campo de batalla llevaría a los soldados dar un 10% extra, incluso si ya no tienen de sobra. Estoy seguro de que había hombres que la verían y se enamorarían, como un hombre y una mujer en un barco que se hunde espiándose el uno a otro entre las olas. La muerte puede venir en cualquier momento en el campo de batalla, así que ¿Por qué no? Los chicos sabios que la habían nombrado Full Metal Bitch realmente habían hecho un buen trabajo pescado ese nombre.

No creo que tengan el derecho. O tal vez estaba empezando a sentir algo por Rita Vrataski yo mismo. Esa me vino muy bien. Atrapado en este maldito bucle, no tenía ninguna esperanza de enamorarme. Incluso si encontraba a alguien que me pueda amar en un corto día, desaparecería al siguiente. El bucle me robaría todos los momentos que pasara con alguien.

Rita me había salvado una vez, hace mucho tiempo. Me había mantenido en calma con su charla al azar sobre té verde. Ella me había dicho que se quedaría conmigo hasta mi muerte. ¿Qué mejor destino para mí que el amor no correspondido de nuestra salvadora misma?

Mi sistema operativo siguió respondiendo de forma automática, a pesar de la distracción que estaban dando mis emociones. Mi cuerpo se retorció. Planté un pie en el suelo. No tengo que pensar en la batalla que se desarrollaba ante mis ojos. El pensamiento sólo estorbaba el camino. Decidir de qué forma moverse, y cómo, eran cosas que hiciste en el entrenamiento. Si hacías una pausa para pensar en la batalla, la muerte estaría allí esperando, lista para blandir su guadaña.

Seguí luchando.

Habían pasado setenta y dos minutos desde la batalla había comenzado. Tanaka, Maie, Ube, y Nijou estaban KIA. Cuatro muertos, siete heridos, y cero desaparecidos. Nijou había colgado el cartel de la modelo en traje de baño en la pared. Maie era de algún lugar del interior de China. Nunca dijo una palabra. No sabía mucho acerca de los otros dos. Grabe las caras de los hombres que había dejado morir el fondo de mi mente. En unas horas su dolor se habría ido, pero yo lo recordaría. Como una espina clavada en mi corazón atormentándome, endureciéndome para la siguiente batalla.

De alguna manera nuestro pelotón se había mantenido unido. Podía escuchar las aspas de los helicópteros en la distancia. No estaban disparando desde el cielo. Hasta ahora, este era el mejor intento. El jefe de pelotón no tenía palabras para el recluta que había tomado el asunto con sus propias manos. De vez en cuando Ferrell disparaba unas cuantas rondas en mi camino para ayudar.

Y entonces lo vi, el Mimic con el que había luchado en la batalla que me había atrapado en este maldito bucle. Había gastado tres rondas de martinete en él día. No sé cómo, pero sabía que era ese. En el exterior era el mismo cadáver de rana hinchada como todos los demás, pero aquí, en la 157 vez en el bucle, todavía podía reconocer al Mimic que me había matado la primera vez.

Iba a morir con extremo prejuicio. De alguna manera sabía que si podía acabar con él, iba pasaría por algún tipo de limite. Puede que no rompa este bucle de batalla tras batalla tras batalla, pero algo iba a cambiar, aunque sea un poco. Estoy seguro de ello. Quédate allí. Voy por ti.

Hablando de cruzar límites, todavía no había leído nada más de la novela de misterio. No sé por qué se me ocurrió en ese momento, pero lo hizo. Había pasado algunas de mis últimas preciosas horas leyendo ese libro. Me detuve como el detective que estaba a punto de revelar al culpable. Había estado tan preocupado por el entrenamiento que no había pensado en otra cosa. Debe haber pasado casi un año. Tal vez había llegado el momento, en la siguiente vuelta terminare ese libro. Si mataba a este Mimic y pasaba al siguiente nivel, me gustaría empezar en ese último capítulo.

Preparé mi hacha de batalla. Atento al viento, y cargue.

La estática empezó a crujir en mis auriculares. Alguien me estaba hablando. Una mujer. Era nuestro salvador, la Full Metal perra, Valquiria encarnada, Mad Wargarita. Rita Vrataski.

- ¿Cuántos bucles llevas?






 24 Cool Customer. Alguien que ni se inmuta ante la situación más difícil. 

 Capitulo anterior /Tabla contenidos / Capitulo siguiente


No hay comentarios:

Publicar un comentario