martes, 10 de abril de 2018

All You Need is Kill cap 1.6



Parte 6

Estaba de pie en la puerta que separaba la base del mundo exterior. El guardia que comprobó mi ID levantó las cejas con duda. Había una capa extra de seguridad en la base gracias a la visita de las tropas Estado Unidenses. Aunque el Cuerpo japonés supervisaba la seguridad del Cuartel General, el equilibrio de poder con los EE.UU. les impedía interferir con cualquier cosa bajo la jurisdicción de Estados Unidos.

Por suerte, la seguridad de Estados Unidos no tenía ningún interés en alguien que no era uno de los suyos. Sin un papel con el permiso de un oficial al mando, Keiji Kiriya no podía dejar la base. Pero los soldados estadounidenses podían ir y venir a su antojo, y todo lo que tenían que hacer era mostrar un flash de su identificación. Todo el mundo utiliza la misma puerta, por lo que si me tocaba un guardia estadounidense, podría dejarme pasar, sin hacer preguntas. Lo único que les importaba era mantener a los indeseables lejos de su valioso equipo de fuerzas especiales. Un recluta tratando de desertar probablemente no atraería su atención. El guardia no debe haber visto muchas tarjetas de identificación japonesas, porque se quedó con la mía mucho tiempo.

La máquina que verifica los ID simplemente registra lo que pase por la puerta. No hay necesidad de pánico. ¿Por qué iban a cambiar el sistema un día antes del ataque? Los músculos de mi estómago se tensaron. El guardia estaba mirando hacia atrás y adelante entre mi tarjeta y yo, comparando la fotografía borrosa de mi cara.

El corte en mi sien ardía. El cirujano que me atendió en la enfermería me dio tres puntos de sutura sin ningún analgésico. Ahora parecía un perno ardiente enviando electricidad a través de mi cuerpo. Los huesos de mi rodilla crujieron. Yo estaba desarmado. Perdí mi cuchillo, que ahora estaba cómodo y tibio bajo mi almohada. Si lo tuviera conmigo, podría inmovilizar a este tipo con una Media Nelson18, si es que pensara en no dejarme ir a ningún lugar. Estiré mi espalda. Tengo que mantener la calma. Si te mira fijamente, devuélvele la mirada. Ahogando un bostezo, el guardia pulsó el botón para abrir la puerta.

La puerta a la libertad se abrió. Me di la vuelta lentamente para mirar hacia atrás cuando me deslicé sobre la barra amarilla. Allí en la distancia, estaba el campo de entrenamiento.

La brisa del mar, tenía un fuerte aroma a océano, soplando a través del campo hacia la puerta. Al otro lado de la valla, vi a los soldados ponerse en cuclillas mientras se hacían cada vez más pequeños, como hormigas. Eran los soldados con lo que había comido y entrenado. Ellos eran mis amigos de la 17 ª .

Me tragué la nostalgia que crecía en mí. Caminé, tranquilo, mientras el viento húmedo soplaba contra mi cuerpo. Seguí caminando hasta estar fuera de la vista del guardia. No corras. Sólo un poco más lejos. Cuando giré en una esquina. Comencé una carrera de velocidad.

Una vez que empecé a correr, no me detuve.

Estaba a quince kilómetros de la base de Tateyama, cerca había un distrito de entretenimiento. Incluso si tomaba ruta indirecta, serían veinte kilómetros a lo sumo. Una vez que esté allí, podría cambiar mi ropa y conseguir los suministros que necesitara. No podía arriesgarme a tomar los trenes o la carretera, pero una vez que llegue a la ciudad de Chiba estaría en casa, libre. Ni el ejército ni la policía pondrían sus narices en los centros comerciales subterráneos de los barrios bajos de allí.

Faltan alrededor de ocho horas hasta la reunión del escuadrón a las 1830 horas. Que es cuando probablemente se darían cuenta de que me había ido sin permiso. No sé si enviarían coches o helicópteros tras de mí, pero al anochecer, planeaba ser sólo otra cara en la multitud. Me acordé del entrenamiento que hacíamos a los pies del Monte Fuji. Marchas de sesenta kilómetros a toda velocidad. Cruzar la península Boso en medio día no sería un problema. En el momento en que la batalla de mañana comience, yo estaría muy lejos, y así terminarían los días que se repiten y las muertes brutales. El sol estaba alto en el cielo, bañándome con su luz cegadora.

Cañones automáticos de 57 mm estaban cubiertos con lonas blancas en intervalos de cien metros a lo largo del malecón. Rayones rojo-marrones por el óxido estropearon las antiguas placas de acero en su base. Las armas de fuego se habían instalado a lo largo de toda la costa para cuando los Mimics lleguen a la parte continental. Cuando era niño, y puse mis ojos por primera vez en esas armas, pensé que eran las cosas más geniales que había visto. El acabado de laca negra en su acero inculcó un sentido irrazonable de confianza en mí. Ahora que ya había visto una verdadera batalla, sabía con certeza que armas como estas nunca podrían repeler un ataque Mimic. Estas armas se movían como los dinosaurios que eran. No podrían esperar que lograran golpear con éxito a un Mimic. ¡Qué broma!

Todavía tenían equipos de mantenimiento asignados a estas cosas que salían y les inspeccionaban una vez por semana. La burocracia ama los residuos.

Tal vez la humanidad perdería.

La idea me llegó de la nada, pero no podía evitarlo

Cuando les dije a mis padres que me enlisté, ellos querían que me uniera a la Guardia Costera. Dijeron que aún tendría la oportunidad de luchar sin entrar a la batalla. Ese sería yo realizando una tarea vital para la defensa de las ciudades donde las personas trabajaban y vivían. Pero no quería pelear contra los Mimics para salvar a la humanidad. Las películas ya me habían llenado de eso.

Podría buscar en mi alma hasta que mi cuerpo se convierta en polvo y nunca iba a encontrar el deseo de hacer grandes cosas como salvar a la raza humana. Lo que encontré en cambio, fue una pila de rompecabezas que no podía resolver, no importa cuántas veces lo intentara. Había una última pieza enterrada para poder resolverlo. Eso me molestaba. Era débil. Ni siquiera podía conseguir que mujer que la amaba, la bibliotecaria, me mirara a los ojos. Pensé que la irresistible marea de la guerra me iba a cambiar, que me forjara en algo que funcione. Pude haberme engañado a mí mismo en la creencia de que encontraría la última pieza del rompecabezas que necesitaba para completar a Keiji Kiriya, en el campo de batalla. Pero nunca quise ser un héroe, amado por millones de personas. Ni por un minuto. Si podía convencer a los pocos amigos que tenía de que yo era alguien que podía hacer algo en este mundo, que podría dejar una marca, no importa cuán pequeña sea, eso sería suficiente. Y mira donde estoy. ¿Qué había hecho medio año de entrenamiento por mí? Ahora poseía un puñado de habilidades que no eran buenas para una mierda en una verdadera batalla, y abdominales.

Todavía era débil, y el mundo seguía jodido.

Mamá, papá, lo siento. Me tomó tanto tiempo darme cuenta de lo obvio. Es irónico que tuviera que huir del ejército para poder descubrirlo.

La playa estaba desierta. La Guardia Costera debe haber estado ocupada evacuando este lugar durante los últimos seis meses. Después de poco menos de una hora corriendo, me pare en el borde del malecón. Había recorrido unos ocho kilómetros, estaba a la mitad de camino de Tateyama. Mi camisa de color arena estaba oscura por el sudor. La gasa que estaba envuelta alrededor de mi cabeza se estaba cayendo. Una gentil brisa marina, que se sentía refrescante después de que el viento caliente barriera a través de la base, estaba acariciando mi nuca.

Si no fuera por las ametralladoras, y las características de un anime olvidado hace mucho introducidas en el mundo real19, habría sido la viva imagen de un resort tropical. La playa estaba llena con los cascarones de fuegos artificiales del tipo de los que parecen cohetes, esos que se arman y ponen en marcha con un tubo de plástico en el suelo. Nadie estaría tan loco como para acercarse tanto a una base militar y hacer estallar los fuegos artificiales. Deben de haber sido dejados por algún bastardo en la línea delantera tratando de advertir sobre los Mimics en el ataque a la península de Boso. Había activistas contra la guerra por ahí que estaban convencidos de que los Mimics eran criaturas inteligentes, y que estaban tratando de encontrar la manera de comunicarse con ellos. ¿No es grandiosa la democracia? Gracias al calentamiento global, toda esta franja de playa ya estaba por debajo del nivel del mar para cuando la marea subió. Al anochecer, estos malditos tubos serían arrastrados por el mar y el olvido. Nadie sabría nunca que le di una patada a uno de estos quemados tubos tan duro como pude.

- Bien, ¿qué es esto? ¿Un sholdado?

Me di la vuelta. Había pasado un tiempo desde que no había oído a nadie hablar japonés. Estaba tan perdido en mis pensamientos, que no me di cuenta de que alguien había estado detrás de mí. Dos figuras, un anciano y una niña, de pie encima de la banqueta. La piel del anciano habría parecido salmuera si la poníamos dentro de un frasco en un día luminoso como hoy. En su mano izquierda sostenía una lanza de metal con tres puntas justo como en un cuento de fantasía. ¿Qué está haciendo con un tridente? La chica se veía justo en la edad para estar en la escuela primaria, le apretaba la mano derecha con fuerza. La mitad de su cuerpo estaba escondida detrás de la pierna del hombre, la chica me miró descaradamente por debajo de su sombrero de paja. La cara debajo del sombrero era demasiado blanca como para haber pasado mucho tiempo cocinándose bajo el sol.

- Tú h tienes una cara estraña.

- Soy de la base Flower Line .- ¡Maldita sea! Había usado mi boca antes que mi cerebro.

- Ah.

- ¿Qué, eh, los trae por aquí?

- El mar tiene peces que quieren ser atrapados, toda la familia vino desde Tokio.

- ¿Q ué pasó con la Guardi a Costera?

- Llego la n'ticia que una tos ferina v'nía desde Okinawa. Así que toma'on a t'dos y se fueron. Si el ejército se encarga de esas corvinas por nosotros, respiraremos más fácil, eso e' seguro.

- Sí.

“Corvinas” era obviamente una jerga local para referirse a los Mimics. La gente común nunca tenía la oportunidad de ver un Mimic con sus propios ojos. Lo mejor a lo que podían echar un vistazo era a un cadáver en descomposición varado en la playa, o tal vez uno que había quedado atrapado en una red de pesca y murió. Pero como la arena que los conducía era arrastrada por el mar, todo lo que quedaban eran cáscaras vacías. Es por eso que mucha gente pensaba que los Mimics eran algún tipo de anfibio que cambiaba su piel.

Sólo alcancé a entender cerca del 70% de lo que el anciano dijo20, pero escuche lo suficiente para saber que la Guardia Costera se había retirado de la zona. Nuestra derrota en Okinawa debe haber sido más grave de lo que pensé. Ya es suficientemente malo para ellos recuperar nuestras fuerzas combinadas arriba y abajo de la línea de Uchibo. Todo el mundo había sido reasignado enfocándose en las principales ciudades y zonas industriales.

El anciano sonrió y asintió con la cabeza. La chica lo miró con los ojos abiertos como platos, como si fuera testigo de algún raro espectáculo. Ponía mucha esperanza en las tropas de la UDF estacionadas en la base Flower Line. No es que yo hubiera firmado para defenderlo a él o a cualquiera. Aun así, me hizo sentir mal.

- ¿Tienes algunos cigarrillos, hijo? Desde que los mil'tares se fueron, difícilmente he conseguido ninguno.

- Lo siento. Yo no fumo.

- Entonces no te preocupes por nada.

El viejo miró hacia el mar. No había muchos soldados de la Infantería Blindada que sufrieran de adicción a la nicotina. Probablemente porque no se podía fumar durante la batalla, cuando más lo necesitas. Me quedé en silencio. No quería hacer o decir nada estúpido. No podía dejar que averiguara que soy un desertor. Les disparaban a los desertores. Escapar de los Mimics sólo para ser asesinado por el ejército no tenía mucho sentido. La niña tiró de la mano del hombre.

- Ella se aburre muy fácil. Aún así tiene buenos ojos, sin embargo. Si hubiera sido niño, ella'bria sido un buen pescador.

- Sí.

- S ólo una cosa antes de que me vaya. Nunca he visto algo como esto. Salí corriendo de mi casa tan rápido como pude cuando lo vi y te encontré aquí . ¿ Qué hacemos con eso? ¿No tiene ná' que ver con' as corvinas?

Él levantó el brazo. Mis ojos siguieron las ramas retorcidas de sus dedos mientras señalaba. El agua se había vuelto verde. No es el verde esmeralda que te gustaría ver en la costa de una isla en el Pacífico Sur, era un verde turbio espumoso, como si un barco petrolero lleno de helado de té verde hubiera encallado y derramado la carga en la bahía. Había un pez muerto flotando sobre las olas, una mancha de plata. Reconocí que ese verde. Lo había visto en los monitores durante el entrenamiento. Los Mimics comían el suelo, al igual que las lombrices de tierra. Pero a diferencia de las lombrices de tierra, la tierra que pasaba a través de sus cuerpos y que excretan era tóxica para las otras formas de vida. La tierra que comían los Mimics moría y se convertía en desierto. Los mares se volvieron de un color verde lechoso.

- No es como ninguna marea roja q'aya visto.

Un grito agudo llenó el aire. Mi cabeza reconoció este familiar sonido

Con las cejas todavía ceñidas, la cabeza del anciano remontó un arco que navegó a través del cielo. Los pedazos rotos de la mandíbula y el cuello pintaron el sombrero de paja de la niña con un rojo vivo. Ella no se dio cuenta de lo que había sucedido. Una jabalina de Mimic sale de su cuerpo a mil doscientos metros por segundo. El cráneo del anciano salió volando antes de que el sonido de la jabalina nos alcanzara. Ella lentamente levantó la vista. Una segunda ronda corto a través el aire. Antes que sus grandes ojos oscuros pudieran captar la vista de su abuelo asesinado, una jabalina corto a través de ella, un acto de misericordia sin rencor. Su pequeño cuerpo fue borrado. Golpeado por la explosión, el cuerpo sin cabeza del anciano se tambaleó. La mitad de su cuerpo estaba manchado de un escarlata profundo. El sombrero de paja giró en el viento.

Mi cuerpo retrocedió. No me podía mover. El cuerpo de una rana hinchada se puso de pie en la orilla del agua. Esta costa estaba definitivamente dentro del perímetro de defensa de la UDF. No había oído informes de que cualquier bote patrulla se haya hundido. La base de la parte frontal estaba viva y bien. No podía haber ningún Mimic aquí. Ante mi afirmación los dos cuerpos que estaban tirados junto a mi habrían reclamado si es que pudieran. Pero ellos habían muerto, delante de mis ojos. Y yo, su única esperanza de defensa, había desertado de la única unidad militar en la zona capaz de retener esta invasión.

Yo estaba desarmado. Mi cuchillo, mi pistola, mi Jacket, todos estaban atrás en la base. Cuando yo pasé por esa puerta hace una hora, había dejado mi única esperanza para defenderme. Estaba a treinta metros de la pistola de 57 mm más cercana. Con la carrera de distancia. Aunque sabía cómo disparar una, todavía quedaba tratar con la lona. Nunca habría tenido tiempo de quitarla. Insertar la tarjeta de identificación en la plataforma, ingresar mi clave de acceso, alimentarla con un cinturón de munición de treinta kilómetros, soltar la palanca de bloqueo de rotación o si no, el cañón no se mueve y no puede disparar, subir en el asiento, girar el mango de la manivela oxidada-al carajo. Fuego, ¡hijo de puta! ¡Fuego! Yo conocía el poder de un Mimic. Pesaban varias veces lo que un jinete de Jacket completamente armado. Estructuralmente tenían mucho en común con una estrella de mar. Tenían un endoesqueleto justo debajo de la piel, y tomaba rondas perforadoras de 50 mm atravesarlo. No se detienen sólo porque un hombre estaba desarmado. Rodaban justo sobre ti como un motocultor sobre una madriguera de topo.

- No me jodas.

La primera jabalina me perforó el muslo. La segunda abrió una herida en la espalda. Estaba demasiado ocupado tratando de mantener dentro los órganos que venían a través de mi garganta como para incluso darme cuenta de la tercera.

Y me desmayé.






18 Una llave de lucha.

19 Referencia a Evangelion.

20 ¡Yo también carajo! Aunque no lo parezca, esa última línea del viejo me costó sangre.






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