martes, 10 de abril de 2018

All You Need is Kill cap 4.3



Parte 3

No encontraba la paz al dormir. Un Mimic sería el que apagaría mi vida, o que me desmayaba en medio de la batalla. Después de eso, nada. Entonces, sin previo aviso, la nada cedió. El dedo que había estado apretando el gatillo de mi rifle estaba metido a tres cuartas partes en mi bolsillo. Me encontraba en la cama, rodeado con su marco de tubo, escuchando la voz aguda del DJ leyendo el tiempo del día. Claro y soleado aquí en las islas, al igual que ayer, con la advertencia de rayos UV por la tarde. Cada palabra parasitaba su camino en mi cráneo y se quedaba allí.

Cuando decía " soleado " ya había recogido la pluma, y cuando decía

" islas " estaba escribiendo el número en mi mano, y al mismo tiempo que había llegado a " advertencia por rayos UV " ya estaba fuera de la cama y en camino a la armería. Esa era mi rutina al despertar.

Dormir la noche antes de la batalla era una extensión de la formación. Por alguna razón, mi cuerpo nunca incremento el cansancio. La única cosa que me traía conmigo eran los recuerdos y las habilidades que había dominado. Pasaba la noche dando vueltas, mi mente repitiendo los movimientos que había aprendido el día anterior cuando se quemaba la programación en mi cerebro. Tenía que ser capaz de hacer lo que no pude la última vez a través del bucle, para matar a los Mimics que no podía matar, para salvar a los amigos que no podía salvar. Era como hacer un Iso push-up en mi mente. Mi propio tormento privado nocturno.

Me despertaba en modo de batalla. Como un piloto inspeccionando interruptores antes del despegue, me inspeccionaba mí mismo una parte a la vez, comprobando los músculos que podrían haberse anudado de noche a la mañana. Nunca me saltaba ni un dedo meñique.

Rote mi trasero 90°, salté de la cama y abrí los ojos. Parpadeé. Mi visión era borrosa. La habitación era diferente. La cabeza del primer ministro no me estaba mirando desde lo alto de la modelo con traje de baño. Para el momento en que me di cuenta, ya era demasiado tarde; mi pie buscaba una plataforma que no estaba allí y mi inercia me envió cayendo de la cama. Mi cabeza se estrelló contra el suelo con cobertura de teja, y finalmente me di cuenta de donde estaba.

La luz del sol brillaba a través de capas de vidrio resistente a explosiones y se derramaban a través de la vasta y ventilada habitación. Una brisa artificial del purificador de vertía sobre mi cuerpo mientras yacía en el suelo. Las paredes y el vidrio grueso bloqueaban completamente los sonidos de la base que por lo general sonaban fuertemente en mis oídos.

Estaba en el Sky Lounge. En una base expuesta de acero y madera ignífuga29 de color caqui, esta era la única habitación correctamente equipada. Originalmente era una sala de reuniones para oficiales que hacía a veces de sala de recepción, la vista nocturna de Uchibo través de su cristal de varias capas habría costado un buen precio.

Así cuan agradable era la vista, era un lugar pésimo a despertar, a menos que fueras una cabra de montaña o un ermitaño amante de las alturas. O podrías ser Yonabaru. Había oído que tenía algún lugar secreto, una planta alta a la incluso los oficiales se les permitía ir. "Su nido de amor", le decíamos.

Era más como un nido para águilas.

Mirando a través del océano se podía ver la suave curva del horizonte. La playa de Uchibo era apenas visible a través de la niebla de la mañana. Triángulos de olas color de rosa formaban espuma y se desvanecían de nuevo en el mar. Más allá de las olas de la isla los Mimics habían hecho sus lugares de desove. Por un momento, me pareció ver un de brote verde brillante a través de las olas. Parpadeé. Sólo había sido un destello de luz del sol en el agua.

- Ciertamente dormiste bien anoche.

Rita se paró sobre mí, después de haber caminado desde la otra habitación. Miré hacia arriba lentamente desde el suelo de baldosa.

- Se siente como si hubieran pasado años.

- ¿Años?

- Desde que tuve una buena noche de sueño. Se me había olvidado lo bueno que era.

- Esa es una loca conversación de bucles de tiempo.

- Tú deberías saberlo.

Rita hizo un gesto simpático con su mano.

Nuestra salvadora, la Full Metal Bitch, parecía más relajada esta mañana de lo yo la había visto nunca. Sus ojos eran más suaves a la luz fresca de la mañana, y la luz del sol hacía que su cabello color oxido brillara de naranja. Ella me dio el tipo de mirada que podría dar a un cachorro que la había seguido hasta su casa. Ella era tan apacible como un monje zen. Era hermosa.

La sala de repente parecía demasiado brillante, y entrecerré mis ojos por el resplandor.

- ¿Qué es ese olor?

Un olor extraño se mezclaba con el aire limpio del filtro. No era necesariamente un mal olor, pero no habría ido tan lejos como para llamarlo agradable. Demasiado picante para una comida, demasiado salado para un perfume. Francamente, no sabía qué diablos era.

- Todo lo que hice fue abrir la bolsa. Tienes una nariz afilada.

- En el entrenamien to nos habían dicho que había que tener cuidado con los olores extraños, ya que podría significar que había un problema con el filtro del Jacket - no es que estuviera en el Jacket ahora mismo.

- Nunca había conocido a nadie que confundiera la comida con arma s químicas. - Dijo Rita. - ¿No te gusta el olor?

- Esa no es la palabra que usaría. Huele. . . raro.

- No tienes modales en absoluto. ¿Es esa la manera de agradecerme por hervir una olla de café por la mañana para nosotros?

- ¿Eso es. . . café?

- Seguro que lo es.

- Esta no es tu manera de vengarte de mí por el umeboshi, ¿verdad?

- No, así es como los granos de café tostados recogidos de verdaderos arboles de café crecidos en el suelo huelen. ¿Nunca habías tomado uno?

- Tengo una taza con saborizante artificial t odos los días.

- Sólo espera hasta que fermente. Todavía no has olido nada.

No sabía que todavía quedaban granos de café naturales en el mundo. Es decir, yo sospechaba que el café de verdad existía todavía, en algún lugar, pero no sabía que hubiera alguien que tuviera todavía la costumbre de beberlo.

La bebida que pasaba por café en estos días se hacía a partir de granos de laboratorio crecidos con saborizante artificial para agregar gusto y aroma. El grano substituto no olía tan fuerte como los granos que Rita estaba moliendo, y no se abrían camino por la nariz para bajar por todo el tracto respiratorio como estos lo hacían, tampoco. Supongo que se podría extrapolar el olor de las cosas artificiales y finalmente acercarse a la cosa real, pero la diferencia en el impacto era como la diferencia entre una pistola 9mm y un proyectil de un tanque de 120mm.

- Eso debe valer una pequeña fortuna .- Le dije.

- Te dije que estábamos en la línea del norte de África antes de venir aquí. Fue un regalo de uno de los pueblos que liberamos.

- Y que regalo.

- Ser la reina no es del todo malo, ya sabes.

Un molinillo de café con manivela estaba en medio de la mesa de cristal. Un único y pequeño dispositivo, había visto uno una vez en una tienda de antigüedades. Al lado había una especie de embudo de cerámica cubierto con un paño marrón manchado. Supuse que tenías que poner los granos de café en el medio y colar el agua a través de ellos.

Una estufa de gas portátil brindada por el ejército y una gran sartén estaban el centro de la mesa. Un líquido claro burbujea ruidosamente del sartén. Dos tazas estaban cerca, uno estaba desconchado y con la pintura agrietada, y otro parecía nuevo. En el mismo borde de la mesa había una bolsa de plástico con cierre llena de granos de café de un color marrón oscuro.

Rita no parecía tener muchos objetos personales. No había nada en el lugar además de un saco que equipaje semi-transparente a los pies de la mesa que parecía una pesada bolsa de boxeador. Sin el equipo de hacer café para apoyarlo, la bolsa se habría derrumbado, estaba casi vacía. Los soldados que tenían que estar listos para enviar fuera hasta los confines de la tierra en un aviso de momento no se les permitía mucha carga, incluso para los estándares Rita viajaba ligero. Que una de las pocas cosas que tenía fuera un molinillo de café de con manivela no hacía nada para disminuir la percepción de que ella era un poco rara.

- Puedes esperar en la cama si quieres.

- Prefiero ver. - Le dije. - Esto es interesante.

- Entonces creo que seguiré moliendo.

Rita comenzó a girar la manija del molinillo de café. Un sonido de grava crujiendo llenó la sala y la mesa de cristal se sacudió. Los rizos de Rita temblaron sobre de su cabeza.

- Cuando termine la guerra, te daré el mejor té verde que hayas probado alguna vez, en agradecimiento por el café.

- Pensé que el té verde provenía de China.

- Puede haber empezado allí, pero fue perfeccionado aquí. Pasó mucho tiempo antes de que incluso habían permi tieran que sea exportado. Me pregunto de qué clase deberíamos tener.

- ¿Lo sirven gratis en los restaurantes?

- Eso es correcto.

- Después de la guerra . . .- Rita sonaba un poco triste.

- Hey, esta guerra se acabará algún día. No hay duda al respecto. Tú y yo lograremos verlo.

- Tienes razón. Estoy seguro de que lo hará. - Rita tomó las semillas y las extendió sobre la tela que cubría el embudo. - Hay que humearlas primero.

- Oh ¿sí?

- Cambia el sabor completamente. Un viejo amigo una vez me enseñó. No sé cómo fun ciona, pero tenía razón.

Ella humedeció los granos recién molidos con un poco de agua no tan hervida. Burbujas de color crema cobraron vida cuando el agua tocó los granos. Un aroma sorprendente tejido de partes amargas, dulces y agrias llenó el aire que rodeaba la mesa.

- ¿Todavía huele raro?

- Huele maravilloso.

Usando un movimiento circular, Rita vertió cuidadosamente el agua. Gota a gota, un líquido marrón brillante comenzó a llenar la taza de acero que estaba esperando debajo. Una delgada línea de vapor había comenzado a levantarse de la taza cuando un sonido ensordecedor traspasó las paredes gruesas de vidrio templado del Sky Lounge. El suelo de baldosas se sacudió. Rita y yo estábamos en el suelo en un santiamén. Nuestros ojos se encontraron.

No hubo un tintineo arañando el cristal roto, sólo fue fuerte y sorpresivo sonido, como si alguien hubiera arrojado una gruesa guía telefónica en el suelo. Una grieta en forma de telaraña se propagaba a través del cristal de la ventana, una lanza de color arena estaba incrustada en el centro de la red. Un líquido de color morado oscuro se filtraba por las grietas del cristal y caía sobre el piso.

Demasiado tarde, las sirenas comenzaron a sonar a través de la base. Tres columnas de humo se elevaron por la ventana. El agua de la costa se había vuelto de un verde vívido.

- ¿Un - un ataque? Mi voz estaba temblando. Probablemente mi cuerpo también. En los 159 bucles nunca había habido un ataque sorpresa. La batalla debía comenzar después de aterrizar en la Isla Kotoiushi.

Una segunda y tercera ronda impactaron en la ventana. El cristal entero se había abombado hacia adentro pero de alguna manera logro mantenerse. Las grietas entrecruzaban la ventana. Puntos de luz destellaban delante de mis ojos.

Rita había logrado ponerse de pie y regresaba con calma el sartén a la parte superior de la estufa de gas portátil. Ella apagó la llama con manos expertas.

- Este vidrio es realmente algo. Nunca se sabe si todo es solamente fanfarroneo. - Rita musitó.

- Tenemos que responder el ataqu e, no, tengo que encontrar al sargento - ¡espera, nuestros Jackets!

- Debes comenzar por calmarte.

- Pero ¿¡qué está pasando!? - No quería gritar, pero no podía evitarlo. Nada de esto estaba en el guion. Había estado tanto tiempo en el bucle que la idea de que hubiera nuevos eventos en el guion me aterrorizaba. Que el guion en cuestión pasara a involucrar que las jabalinas de Mimics se estrellen contra las ventanas de la habitación en la que estaba no ayudaba.

- Los Mimics utilizan los bucles para ganar la guer ra. No eres el único que recuerda lo que ha pasado en cada bucle.

- ¿Entonces todo esto es porque la cagué la última vez?

- Los Mimics deben haber decidido que era la única forma en que podían ganar. Eso es todo.

- Pero... la base. - Le dije. - ¿Cómo es que llegaron aquí?

- Llegaron por el rio Mississippi para atacar Illinois una vez. Son criaturas acuáticas. No es de extrañar que encontraran un camino a través de una línea de cuarentena creada por un grupo de seres humanos que viven en la superficie .- Rita estaba calmada.

- Supongo.

- Deja las preocupaciones para el General. Para ti y para mí, esto sólo significa que lucha remos aquí en vez de Kotoiushi.

Rita tendió su mano. La estreche y me ayudó a levantarme. Sus dedos estaban encallecidos en su base, por el roce con las placas de contacto del Jacket. La palma de su mano con la que había estado sosteniendo la sartén era mucho más cálida que la mía. Podía sentir que la presión sobre mi pecho comenzaba a menguar.

- El trabajo de un jinete de Jacket es matar a todo s los Mimics a la vista. ¿Verdad?

- Sí. Sí, es cierto.

- Vamos a ir al hangar de Estados Unidos primero. Me voy a poner mi Jacket. Conseguiremos armas para los dos. Yo te cubro en nuestro camino hacia el hangar japonés. ¿Entendido?

- Lo tengo.

- Entonces cazam os al servidor y lo matamos. Terminaremos con el bucle. Después de eso, sól o hay que limpiar lo que quede.

Dejé de temblar. Rita lanzó una sonrisa irónica.

- No hay tiempo para nuestra taza de la mañana .

- Hay que acabar con esto antes de que se enfríe. - Le dije, tratando de buscar una taza.

- ¿Eso fue intento de chiste?

- Valió la pena intentarlo.

- Eso sería agradable, creo. El café nunca sabe igual cuando se recalienta. Y si dejas que las cosas naturales se asienten, después de cerca de tres días comien za a crecer moho. Eso me pasó una vez en África. Pude haberme pateado a mí misma.

- ¿Estaba bueno?

- Que gracioso.

- Si no lo bebiste, ¿cómo sabes que no lo estaba?

- Puedes beber todo el café mohoso que quieras. No esperes que yo limpie una vez que te enfermes. Vamos.

Rita se alejó de la mesa, dejando atrás el café natural recién hecho. Cuando empezamos a caminar por la habitación, una pequeña mujer que estaba pegada a la puerta se vino abajo, con su tocado de plumas y todo. Su cabello negro estaba trenzado en una cola de caballo que se dejaba caer detrás de su extraña elección de sombrero. La nativa americana favorita de todos, Shasta Raylle.

- ¡Estamos bajo ataque! ¡Estamos bajo ataque! - Gritó ella, casi sin aliento. Su rostro estaba pintado con líneas rojas y blancas de guerra. Empecé a preguntarme si todo el bucle terminaría volviéndome loco en mis últimos segundos de vida dentro de un cráter humeante en alguna parte.

Rita dio un paso atrás para apreciar una de las mentes más brillantes que el MIT tenía que ofrecer.

- ¿Cuál tribu está atacando?

- ¡No es ninguna tribu! ¡Son los Mimics!

- ¿Así es como siempre te vistes para la batalla?

- ¿Es así de malo? - Preguntó Shasta.

- No soy nadie para criticar las costumbres o la religión de alguien, pero yo diría que estás unos doscientos añ os de atrasada para esa fiesta.

- ¡No, no entiendes! - Dijo Shasta. - ¡Me obligaron a vestirme así en la fiesta de anoche! Este tipo de cosas siempre pasa cuando no estás cerca .

“ Supongo que todo el mundo tiene una cruz que cargar.” Pensé.

- Shasta, ¿por qué estás aquí? - Dijo Rita, con una sorprendente paciencia.

- Vine a decirle que tu hacha no está e n el hangar, está en el taller .

- Gracias por el aviso.

- Ten cuidado ahí fuera.

- ¿Qué vas a hacer?

- Yo no puedo luchar, así que pensab a en encontrar un buen lugar para ocultarme.

- Usa mi habitación. - Dijo Rita rápidamente. - Las jabalinas no pueden atravesar las paredes o el vidrio. Es más resistente de lo que parece. Sólo tienes que hacerme un pequeño favor.

- ¿Un...favor?

- No dejes que nadie entre aquí hasta que él o yo regresemos. - Rita señaló con el dedo pulgar en mi dirección. No creo que Shasta incluso haya notado que había alguien de pie junto a Rita hasta entonces. Casi podía oír sus grandes ojos parpadeando desde algún lugar detrás de sus gafas mientras me observaba. No había conocido Shasta Raylle aún en este bucle.

- ¿Y tú eres...?

- Keiji Kiriya. Un placer .

Rita dio avanzó hacia la puerta.

- No dejes entrar a nadie, sin importar quiénes sean ni lo que digan. No me importa si es el presidente, d ile que se vaya a la mierda.

- ¡Sí señor!

- Cuento contigo. Ah, y otra cosa…

- ¿Sí?

- Gracias por el amuleto de la suerte. Lo necesitaré. - Rita y yo corrimos hacia el hangar.





29 Para los que no saben: A prueba de fuego. 








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