martes, 10 de abril de 2018

All You Need is Kill cap 4.4



Parte 4 

Cuando Rita y yo habíamos hecho el relativamente largo viaje desde el Sky Lounge, las Fuerzas Especiales de Estados Unidos habían establecido un perímetro defensivo con su hangar como su centro.

Le tomó dos minutos a Rita para meterse en su Jacket. Un minuto cuarenta y cinco segundos para correr al taller de Shasta. Seis minutos con quince segundos para acabar con dos Mimics que nos encontramos en el camino hacia el hangar de Japón. En total, doce minutos y treinta segundos habían pasado desde que dejamos el Sky Lounge.

La base había caído en caos. Lenguas de fuego se disparaban hacia el cielo y los vehículos yacían volcados en el camino. Una neblina de humo llenó los pasillos entre los cuarteles, por lo que era difícil ver. El petardo estallido de las armas de fuego pequeñas eran inútiles contra los Mimics, resonaban en el aire, ahogados por el rugido ocasional de un lanza cohetes. Las jabalinas se encontraban con los helicópteros de ataque, tan pronto como se asomaban en el cielo, rompiendo sus rotores y enviándolos en espiral hacia el suelo.

Por cada persona que corría al norte para huir de la carnicería, había otro corriendo al sur. No había manera de saber en qué dirección se estaba a salvo. El ataque sorpresa había roto la cadena de mando. Nadie en la parte superior tenía la menor idea de lo que le estaba pasando a nadie en la parte inferior.

Casi no había cadáveres Mimic, y las decenas de miles de Jackets en la base no estaban activadas en lo absoluto. Los cuerpos humanos estaban esparcidos aquí y allá. No tomó más de una mirada a un torso aplastado para saber que estaban KIAs.

Un soldado muerto yacía boca abajo en el suelo a treinta metros delante de mi hangar. Su torso había sido destrozado como carne molida, pero aún estaba agarrando una revista con ambas manos. Por debajo de una fina capa de polvo se veía una sonriente rubia en topless entre las páginas. Podía reconocer esos prodigiosos pechos donde sea. El chico de la litera junto a la mía los había estado observando durante todas esas conversaciones que había tenido con Yonabaru en los cuarteles. Era Nijou.

- Pobre bastardo, murió mirando porno. - Dije .

- Keiji, sabes lo que tenemos que hacer.

- Sí, lo sé. No hay vuelta atrás en esta ocasión. No importa quién muera.

- No hay mucho tiempo. Vamos.

- Estoy listo. - Por un segundo pensé que lo estaba. - ¡Mierda! Esto no es una batalla, es una masacre.

La puerta del hangar estaba abierta. Había marcas de que alguien había forzado la cerradura con algo así como una barra de hierro. Rita agarró una de las hachas de batalla en el suelo y tomó la carabina 20 mm que estaba colgada en su espalda.

-Tienes cinco minutos.

-Sólo necesito tres.

Corrí al hangar. Era un gran edificio con revestimientos de Jackets en ambos lados con un pasillo en el centro. Cada edificio albergaba suficientes Jackets para pelotón, veinticinco por pared. El aire en el interior era pesado y húmedo. Las luces incrustadas en las paredes parpadeaban de vez en cuando. La mayoría de las Jackets todavía colgaban de sus ganchos, sin vida.

El abrumador hedor de la sangre casi hace que me tropiece con mis pies. Un enorme y oscuro charco se había juntado en el centro de la habitación, manchando el hormigón. Era suficiente como para llenar un baño de aves. Dos líneas que parecían como si hubieran sido pintadas con un pincel se extendían desde la piscina de sangre hasta la otra entrada en el otro extremo del hangar.

Alguien había sido horriblemente herido aquí, y lo que sea que lo haya arrastrado lejos no tenía la fuerza o equipo para hacerlo apropiadamente. Si toda esa sangre había salido de una persona, ya estaba muerto. Un puñado de Jackets estaban esparcidos desordenadamente en el suelo, como disecadas mudas de piel de alguna bestia con forma humana.

Un Jacket era muy parecido a uno de esos trajes de peluche ridículos que los empleados visten en los parques temáticos como algún maniático y sonriente ratón. Cuando estaban vacíos, solamente estaban colgados en la pared con agujeros en la parte de atrás esperando a que alguien se suba en ellos.

Desde que los Jackets leen las pequeñas señales eléctricas de los músculos, cada uno tenía que ser por encargo. Si usaras el Jacket de otra persona, no se sabe que es lo que podría pasar. Puede que no se mueva en absoluto, o podría romper tus huesos como ramas, pero sea cual sea el resultado, no sería bueno. Nadie lo hizo fuera de base sin saber al menos eso. Los Jackets en el piso eran una clara evidencia de que alguien había ignorado esa regla básica por la desesperada necesidad. Negué con la cabeza.

Mi Jacket se había quedado sin ser molestado en su litera. Me metí en él. De los treinta y siete chequeos previos me salté veintiséis. Una sombra se movió en el otro extremo del hangar donde el rastro de sangre estaba, en el extremo del hangar donde Rita no estaba mirando. Mi sistema nervioso entro en modo de pánico. Estaba a veinte metros de la puerta, tal vez menos. Un Mimic podría cubrir la distancia en menos de un segundo. Una jabalina podía hacerlo aún más rápido.

¿Podría matar a un Mimic con mis propias manos? No. ¿Podría tratar con él? Sí. Los Mimics se movían más incluso más rápido de lo que un ser humano con Jacket podía, pero sus movimientos eran fáciles de leer. Podía esquivar su disparo y estrellarlo firmemente contra la pared y ganar tiempo suficiente para hacer mi camino a Rita. Inconscientemente, asumí una postura de batalla, rotando la pierna derecha hacia la derecha y mi izquierda en sentido anti horario. Entonces la identidad de la sombra finalmente se mostró: Era Yonabaru.

Estaba cubierto de sangre de la cintura para abajo. La sangre seca llenaba su frente. Parecía un pintor descuidado. Una sonrisa reemplazó la tensión de su rostro y comenzó a correr hacia mí.

- Keiji, mierda, no te había visto en toda la mañan a. Estaba empezando a preocuparme.

- Ahora somos do s. Me alegro de que estés bien. - Cancelé mi plan de evasión, mi cuerpo estaba corriendo y pasé por encima de la ropa que había dejado en el suelo.

- ¿Qué crees que estás haciendo? - Preguntó.

- ¿Qué es lo que parece? V oy a matar a algunos Mimics.

- ¿Estás l oco? Este no es el momento.

- ¿Tienes algo mejor que hacer?

- No lo sé, ¿qué tal un a agradable y ordenada retirada, o buscar u n lugar donde los Mimics no estén e ir allí? ¿¡O tal vez sólo correr de una puta vez!?

- Los es tadounidenses se están preparando . Necesitamos a unirnos a ellos.

- No somos nosotros. Olví date de ellos. Si no nos vamos ahora, puede qu e no tengamos otra oportunidad.

- Si corremos , ¿quién quedara para luchar?

- ¿Estás loco? ¡ Escúchate a ti mismo!

- Es por esto para lo que entrenamos.

- La base está perdida, amigo, está jodida.

- No, mientras Rit a y yo estemos aquí no lo está.

Yonabaru agarró el brazo de mi Jacket, en realidad tratando de arrastrarme como un niño tirando con todo su peso sobre la mano de su padre para llegar a la tienda de juguetes.

- Estás diciendo locuras, viejo. No hay nada que tú o yo podamos hacer para hacer una diferencia . - Dijo con otro tirón. - Tal vez esta es tu idea del deber, el honor, de toda esa mierda. Pero créeme, ninguno de nosotros tiene el deber de conseguir que nos maten por nada. Tú y yo sólo somos soldados or dinarios. No somos como Ferrell o los chicos de las Fuerzas Especiales. La batalla no nos necesita.

- Lo sé .- Me sacudí la mano de Yonabaru con el más leve de los movimientos . - Pero necesito la batalla.

- Realmente lo dices en serio, ¿no?

- No espero que lo e ntiendas. - Rita me estaba esperando. Ya había tomado cuatro minutos.

- No digas que no te lo advertí.

Ignoré el comentario simplista de Yonabaru y salí corriendo del hangar. Rita y yo no éramos los únicos soldados que llevaban Jackets ahora. Mi HUD estaba rociado con iconos que indican otros aliados. Agrupados en grupos de dos o tres, que se habían puesto a cubierto en los cuarteles o detrás de los vehículos volcados donde podrían salir a intervalos para disparar ráfagas cortas con sus rifles.

El ataque sorpresa Mimic había sido impecable. Los soldados estaban completamente aislados del comando. Incluso aquellos que llevan Jackets no luchaban como un pelotón disciplinado, era más como una turba armada. Para que la infantería blindada sea eficaz contra un Mimic, tenían que rodearlo en abanico y desde la cubierta y disparar todo lo que tenían contra el enemigo sólo para frenarlo. Uno a uno, incluso dos contra uno, no tenían ninguna posibilidad.

Los iconos aliados parpadeaban en mi pantalla, y luego se apagaban. El número de aliados se mantenía estable únicamente gracias a las Fuerzas Especiales de Estados Unidos. El número de iconos Mimic estaba en constante aumento. La mitad del tráfico de comunicaciones era estática, y el resto era una mezcla de gritos de pánico y - ¡Joder! ¡Mierda! ¡Joder! - No escuchaba a nadie dando órdenes. Las predicciones de Yonabaru no se veían lejos.

Abrí un canal de comunicación con Rita. - ¿Y ahora qué?

- Haz lo que mejor sabemos hacer. Matar algunos Mimics.

- ¿Algo más específico?

- Sígueme. Te mostraré.

Nos unimos a la batalla. El Jacket carmesí de Rita era una bandera para que nuestro fragmentado ejército se uniera detrás. Nos movíamos de un soldado solitario al siguiente, pastoreando juntos. Hasta el último Mimic estaba muerto, nos mantuvimos así.

La Valquiria volaba desde un extremo de la Flower Line al otro a voluntad, llevando su mensaje tácito de esperanza a todos los que la veían. Incluso las tropas japonesas, que nunca habían visto su Jacket en persona, y mucho menos luchado a su lado, ganaban un renovado sentido de propósito al ver el acero de color rojo brillante. Dondequiera que iba, el corazón de la batalla continuaba.

En su Jacket, Rita era invencible. Su compañero, su servidor, podría haber tenido un talón de Aquiles o dos, pero yo era más que un reto para cualquier Mimic. El enemigo de la humanidad había conocido a sus verdugos. Era hora de mostrarle a los Mimics cuan profundo en el infierno habían caído.

Recogiendo baterías y munición de los muertos, pateábamos y pisoteábamos como un bailarín de jazz con la muerte en el campo de batalla. Si un edificio se metía en nuestro camino, hacíamos un nuevo camino con nuestras hachas de batalla. Explotamos un depósito de combustible para destruir toda una turba de Mimics. Arrancamos parte de una antena de la torre de la base y lo usamos como una barricada. La Full Metal Bitch y el escudero a su lado eran la muerte encarnada en acero.

Nos encontramos con un hombre escondido detrás de la carrocería quemada de un vehículo blindado. Un Mimic se dirigía hacia él, y sabía que sin decírmelo me tocaba cuidar éste. Golpee, y el Mimic cayó. Rápidamente, me puse entre el cadáver del Mimic y el hombre para protegerlo de la arena conductiva que se derrama de su cadáver. Sin un Jacket para filtrar los Nanobots, la arena era mortal.

Rita aseguró un perímetro alrededor del hombre herido. El humo de los coches reducía la visibilidad a casi nada. A diez metros de distancia, a eso de las seis en punto, había una torre de acero que había caído de lado. Más allá de eso, nuestro HUD era un hervidero de puntos blancos de luz. Si nos quedamos aquí seríamos rodeados por Mimics.

La pierna del hombre quedó atrapada bajo el vehículo volcado. Era musculoso, y una cámara de película antigua colgaba de su cuello que era mucho más grueso que el mío. Era Murdoch, el periodista que había estado tomando fotos al lado de Rita durante el EF.

Rita se arrodilló y examinó su pierna. - Pensé que intentarías mantenerte al margen de la batalla.

- Era una buena toma, Sargento Mayor. Un Pulitzer asegurado, si me las arreglaba para tomarla. No contaba con la explosión, sin embargo. - El hollín y la suciedad manchaban las comisuras de la boca.

- No sé si esa es buena o mala suerte.

- Si encuentro a una diosa en el infierno debe sign ificar que todavía tengo algo suerte. - Dijo.

- Este blindaje se clavó profundamente en tu pierna. Va a tomar mucho tiempo para sacarte.

- ¿Cuáles son mis opciones?

- Puedes quedarte aquí tomando fotografías hasta que los Mimics te aplasten y maten, o puedo c ortarte la pierna y llevarte a la enfermería. Elige.

- ¡Rita, espera!

- Tienes un minuto para pensarlo. Los Mimics están llegando. - Ella levantó su hacha, no estaba interesada en otorgarle los sesenta segundos completos.

Murdoch respiró hondo. - ¿Puedo preg untarte algo?

- ¿Qué?

- Si sobrevivo... ¿vas a dejarme tomar una foto tuya adecuada? ¿Sin que saques la lengua y sin que levantes el dedo?

Las tropas japonesas y estadounidenses se reunieron poco más de dos horas después del ataque habría comenzado. En el tiempo que había tomado al sol salir desde el cielo del este y brillar directamente desde arriba, los soldados en el terreno habían improvisado algo que realmente se podría llamar un frente. Era una batalla fea, pero no era una derrota. Había varios hombres que seguían vivos, seguían moviéndose, seguían luchando. Rita y yo corrimos a través de los restos de la base.








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