martes, 10 de abril de 2018
Mimizuku to yoru no ou prólogo
El viento se abría paso a través de los árboles, tajante a través del aire como una guadaña, haciendo que el corazón de Mimizuku pareciese helado de miedo. La pesadez que se sentía en los alrededores podía describirse con una palabra: oscuridad. Sin embargo, no era oscuridad total. Las enormes lunas revoloteando arriba en el cielo nocturno parecían casi tan brillante como si fueran una mentira. Pero su luz provocaba que los colores de la oscuridad brillasen más suntuosamente.
De día, el bosque era de un lujoso verde, pero en la oscuridad parecía como si los árboles se retorciesen, como enredados tentáculos entre sí.
"¡...Ugh!"
Mimizuku dejó escapar un gañido al sentir un dolor agudo. Mirando la parte trasera de su mano, vio una línea horizontal roja cruzándola. Se había cortado. Sus pies descalzos y sus hombros también tenían numerosas heridas entrecruzándose.
"Jejejeje..."
Mimizuku río vagamente y se lamió la mano. Sabía a sangre. Tenía un matiz salado cuando lo tocó con la lengua, pero después se volvió tenuemente dulce. La piel humana está bastante buena, pensó Mimizuku. Me pregunto si sabría bien al comerla. Mientras pensaba para sí, los árboles y las hojas del bosque volaron hacia su piel y abrieron nuevas heridas.
Tener todas estas heridas me hace sentir cálida.
Estaba feliz. Después de todo, era mejor sentir calor que frío. Está bien, está bien.
En ese momento, se levantó una rápida ráfaga y el fino cabello de Mimizuku revolvió como hierba mustia. Era un viento extraño. A pesar que hizo que su pelo corto bailase, ni las hojas ni los árboles hicieron sonido alguno. Con los ojos en blanco y las pupilas como guijarros de carbón, miró arriba hacia la dirección del viento.
Aquellas lunas...
Ahí estaban las dos, una pareja perfecta.
Rasgando gigantescos agujeros en los cielos, parecían un par de ojos.
Observaron a Mimizuku.
Mirando por el bosque, Mimizuku se preguntó cómo se verían desde la cima de un árbol.
...son preciosas
Sintió un escalofrío por la columna. Magnífico. Si hubiese sido algo más bajita no habría podido verlas. A pesar de esto, la pobre vista que tenía de ellas era suficiente para hacer que se paralizase.
Mimizuku se levantó las mejillas con las manos para mostrar una sonrisilla. Quién la contemplaba era, casi, un joven atractivo, pero no era un hombre.
No es humano, es diferente. Diferente de un humano... Bueno, sea lo que sea, espero que haya venido a comerme.
Alzó la mano e intentó tocar las lunas, pero le fue imposible alcanzarlas. Aunque no importaba porque las lunas son lugares que ningún humano puede alcanzar.
"Hey, ahí arriba, ¡lunas bonitas!", Mimizuku gritó tan fuerte como como sus pequeños pulmones pudieron.
"¿Podéis...? ¡¿Me podríais comer...?!"
Las lunas empezaron a balancearse adelante y atrás. El corazón de Mimizuku empezó a latir más rápido.
"Vete, humana"
Una voz resonante, tronadora sacudió la oscuridad hasta lo más profundo.
Escuchar la voz hizo feliz a Mimizuku que esgrimió una gran sonrisa.
Qué feliz soy, pensó.
"Vete. No me gustan los humanos".
Disgusto, odio... Odia a los humanos. Nos llevaremos bien.
Aunque tenía el cuerpo de una humana, Mimizuku también odiaba a los humanos. Las lunas, el lago, las bellotas entre las otras coas, también las odiaba, pero ni de cerca tanto como odiaba a los humanos.
"¡Está bien! No soy como un humano"
Abrió los brazos tanto como pudo. Los grilletes encadenados a sus muñecas tintinearon cuando lo hizo.
"¡Soy ganado, así que cómeme!", dijo Mimizuku, sonriendo de nuevo grandemente. La oscuridad susurró y las lunas brillaron.
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