martes, 10 de abril de 2018

All You Need is Kill cap 4.2



Parte 2

No es fácil decirle a una persona algo que sabes que la va a hacer llorar, y mucho menos hacerlo en público. Y si Jin Yonabaru estaba en la audiencia, estarías navegando en un arroyo de mierda con una canoa de concreto con un hoyo en medio.

La última vez lo había hecho sonar demasiado forzado. Estaba tratando de pensar en una mejor manera de decirlo, pero no podía llegar con nada corto y dulce que le permitiera a Rita saber que yo también estaba experimentando los bucles de tiempo. Tal vez debería decirle eso. Demonios, no tenía ninguna idea mejor.

Nunca fui particularmente inteligente, y el poco cerebro que tenía estaba preocupado tratando de averiguar por qué no había salido del bucle de acuerdo al plan. Había hecho todo tal y como Rita me dijo, pero ahí estaba yo en mi 160vo día antes de la batalla.

El cielo sobre el primer campo de entrenamiento era tan claro la 160va vez como lo había sido el primero. El sol de las diez de la mañana caía sobre nosotros sin piedad. El EF acababa de terminar, y las sombras agrupadas en nuestros pies estaban moteadas con manchas más oscuras de sudor.

Yo era un completo desconocido ante esta mujer con el pelo de color oxido y con piel demasiado pálida para un soldado. Sus vivos ojos marrones estaban fijos en mí.

- Así que querías hablar. ¿Sobre qué?

Estaba fuera de tiempo, y sin ideas brillantes. Hubiera sido mejor hablar con ellas antes del EF. Ahora es demasiado tarde. Miré a Rita y le dije lo mismo sobre el té verde como lo había hecho antes.

“Hey, no salió tan mal esta vez" - Pensé. - "Tal vez ella no va a... oh, mierda."

Lágrimas corrían por las mejillas de Rita y goteaban de la punta de su barbilla, entonces aterrizaban salpicando en la palma de la mano que extendí para capturarlas. Todavía estaba caliente por hacer ejercicio, pero las lágrimas ardían como casquillos de 20mm. Mi corazón latía con fuerza. Era como un estudiante de secundaria pidiéndole a una chica que vaya conmigo al baile. Ni siquiera la batalla hacía bombear mi presión arterial tanto.

Rita se agarró la parte inferior de mi camisa, apretando tan fuerte que las puntas de sus dedos se tornaron blancas. En el campo de batalla que pude ver cada uno de sus movimientos antes de que ella los haga, pero aquí no tenía idea. Me había programado para esquivar mil ataques Mimic con facilidad. ¿Pero dónde estaba mi buen sistema operativo cuando realmente lo necesitaba? Mi mente vagaba en busca de una salida. Me pregunté si mi camisa estaba sudorosa donde ella estaba agarrando.

La última vez, había permanecido como una estatua hasta que Rita recuperó la compostura y habló. Tal vez después de diez viajes más a través del bucle todo esto sería de rutina. Sabría exactamente que decir mientras la sostenía suavemente contra mi hombro. Pero eso significaría reducir mi interacción con la única persona en el mundo que me entiende a un acto de memoria. Algo me decía que era mejor quedarme ahí parado y aceptarlo.

Yonabaru estaba boquiabierto frente a nosotros como un turista en un zoológico con un oso que se levanta repentinamente y comienza a bailar el vals. Al menos finalmente encontré una situación en la que se callara. Ferrell cortésmente desvió la mirada, pero sólo hasta la mitad. Y así era más o menos cómo se comportó el resto del pelotón. Mierda. Yo era el oso bailarín. No me vean. No digan nada. Solo arrojen su dinero en la lata y váyanse.

¿Qué se supone que debes hacer cuando estas nervioso, imaginar a todos desnudos? No, eso era para hablar en público. En el entrenamiento nos enseñaron a mantenernos pensando en algo que disfrutamos. En algo que te hizo feliz. En la batalla, esto sería probablemente una de esas cosas felices en las que pensarías de nuevo, así que ¿Por qué era tan angustioso ahora? Si Dios tuviera una respuesta, no me la estaba diciendo.

Rita yo corrimos lejos, dejando a los hombres en el campo rascándose la cabeza. Nos deslizamos más allá de la valla de metálica bordeando los campos de entrenamiento. La brisa que soplaba desde el mar se sentía fría contra nuestra piel. Corríamos solamente por correr. La costa se veía a lo lejos por nuestra izquierda, aguas de azul cobalto se extienden más allá de la barricada sin sentido hecha de alambre de púas que se alineaba en la playa. El mar seguía siendo azul porque habíamos luchado para que se mantuviera así. Un bote patrulla corto un curso paralelo al nuestro arrastrando una estela blanca a lo largo de afilada la línea divide el mar y el cielo.

Los profundos gritos de los soldados se desvanecieron. Los únicos sonidos eran el rugido del mar, el ruido de las lejanas botas militares retumbando en el concreto, mi corazón golpeando ruidosamente, y el suspiro del aliento de Rita.

Me detuve abruptamente y me quede en silencio, como había hecho antes de empezar a correr. Rita no pudo disminuir su velocidad a tiempo y choco contra mí. Otro desliz de mi sistema operativo. Di unos pasos torpes. Rita tropezó mientras recuperaba el equilibrio. Nos sostuvimos uno a otro para evitar caer. Mi brazo estaba envuelto alrededor del cuerpo de Rita y el de ella alrededor del mío.

El impacto arriesgo a romper cualquier número de regulaciones. Su carne tonificada presionada contra mí como un blindaje reactivo. Un aroma agradable asaltaba mis sentidos. Sin mi Jacket, estaba sin defensa ante los químicos que erraban en el aire.

- Uh, disculpa. - Rita fue la primera en pedir disculpas.

- No, fue mi error. No debí detenerme.

- No. Quiero decir, discúlpame, pero… - Dijo.

- N o tienes que pedir disculpas.

- No estoy tratando de disculparme. Es sólo que... ¿t e importaría soltar mi mano?

- Ah...

Un aura roja destacaba en la muñeca de Rita donde mis dedos se habían apoderado de su piel.

- Lo siento.

Para mí, Rita era una vieja amiga, la compañera de muchas batallas. Pero para ella, Keiji Kiriya era un extraño que acababa de conocer. Nada más que una silueta de color ceniza de otro tiempo. Sólo recordaba el alivio que había sentido cuando quedamos con prensados uno contra el otro por la espalda. Sólo había experimentado la electricidad que fluía entre nosotros cuando nuestros ojos se encontraban en el entendimiento implícito. Sólo sentía una sensación de anhelo y devoción.

Antes de unirme al ejército, vi un programa sobre un hombre enamorado de una mujer que había perdido la memoria en un accidente. Debe de haber pasado por algo parecido a lo que yo estaba pasando ahora. Observando desesperanzadamente todas las cosas que amas en el mundo siendo arrastrados por el viento, mientras que estás parado sin el poder para impedirlo.

Traducción: Wisdel Corrección: Deicob

- Yo... bueno... - Ni siquiera sabía qué decirle a ella esta vez, a pesar del bucle anterior.

- ¿Esta es tu manera inteligente de sacarnos de allí?

- Sí. Supongo.

- Bueno. Ahora, ¿D ónde estamos exactamente? - Rita giró sobre sus talones mientras observaba sus alrededores.

Nos detuvimos en un amplio espacio rodeado por un lado con la barricada de alambre y una cerca de alambre de púas por el otro. La hierba sacaba brotes verdes a través de las grietas en el hormigón que cubría aproximadamente unos diez mil metros cuadrados.

“ El campo de entrenamiento No. 3. ”

Me las arreglé para llevarnos de un campo de entrenamiento a otro. Discretamente. Había estado pasando demasiado tiempo con Ferrell. Su amor por el entrenamiento rayaba en una grave enfermedad mental y estaba comenzado a contagiarme.

Rita se volvió hacia mí. - Es algo sombrío.

- Lo siento.

- No, me gusta el vacío de que tiene.

- Tienes gustos raros.

- ¿Puede considerarse un gusto? El lugar en el que crecí era irremediablemente vacío. Sin embargo no teníamos ningún océano. El cielo aquí es que es tan... brillante. - Dijo, con la cabeza inclinada hacia atrás.

- ¿Te gusta, el cielo?

- No es el cielo como tal, es su color. Ese azul brillante.

- ¿Entonces por qué tu Jacket es rojo?

Pasaron unos momentos de silencio entre nosotros antes de hablar de nuevo.

-El cielo en Pittsfield es tan nítido. Al igual que el color del agua después de haber enjuagado una brocha con pintura azul en ella. Al igual que toda el agua de la tierra que refleja el cielo en ella.

Me quede viendo a Rita. Ella me regreso la mirada, con sus vivos ojos marrones observando los míos.

- Disc ulpa. Olvida que dije eso. - Dijo.

- ¿Por qué?

- No fue algo muy Rita Vrataski para decir.

- Yo no sé sobre eso.

- Yo sí.

- Bueno, pienso que fue bueno. - Le dije.

Rita abrió ampliamente los ojos. Por un instante, brillaron con un destello de la Full Metal Bitch. El resto de su rostro permaneció inmóvil.

- ¿Qué dijiste?

- Dije que sonaba bien.

Ella parecía sorprendida por eso. Un mechón de pelo de color óxido cayó en su frente, y ella lo levantó con su mano para jugar con él. Alcancé a ver sus ojos por entre sus dedos. Estaban llenos de una extraña luz. Parecía una niña cuyos hilos del corazón habían comenzado a desmoronarse, una niña cuyas mentiras se habían puesto al descubierto por la penetrante mirada de su madre.

Rompí el incómodo silencio.

- ¿Pasa algo malo?

- No.

- No me estaba burlando de ti. Sólo algo que quería decir. Supongo que no fue en el momento adecuado.

- Hemos tenido una conversación como esta en un bucle antes, ¿no? Pero sólo tú lo recuerdas. - Dijo Rita.

- Sí. Lo siento.

- No, no me molesta - Dijo ella, sacudiendo la cabeza.

- Entonces ¿Qué pasa?

- Dime que planeas.

- Bueno, hay muchas cosas que todavía no lo entiendo. - Le dije.- Te necesito para saber cómo terminar el bucle, para empezar.

- Te estoy preguntando que estás planeando hacer ahora, as í que no tengo que pensar en ello.

- ¿Estás bromeando? - Le pregunté.

- Lo digo en serio.

- Pero tú eres Rita Vratas ki. Siempre sabes qué hacer. Será divertido ser la que está fuera del bucle, para variar.

- No es muy divertido para mí. - Le dije. Me pregunté a qué se refería al

decir " Será ." Pensé que ya había sido liberada del bucle, después de pasar 211 veces a través de treinta horas en Florida. Abrí la boca para preguntar, pero ella interrumpió.

- Creo que me he ganado el derecho a sentarme y ver. - Dijo . - H e tenido que manejar bastante mierda como esta. Es tu turno. Cuant o más pronto lo aceptes, mejor .

Suspiré. - Lo sé.

- Hey, no me culpes.

- Bien entonces, sigue siendo un poco temprano, pero mi siguiente parada es la cafetería. Espero que estés de humor para comida japonesa .

La cafetería era ruidosa. En una esquina, un grupo de soldados estaba viendo quien podía hacer el mayor número de flexiones en tres minutos. Otro grupo que pasamos caminando estaba jugando con la gastronomía del pollo con un líquido misterioso que parecía una combinación de cátsup, la mostaza y jugo de naranja. En el otro extremo de la sala un tipo estaba cantando una canción popular o tal vez era una vieja canción de anime que había sido popular hace al menos setenta años, acompañado de un banjo. Una de las religiones ficticias la habían utilizado originalmente como una canción anti-guerra, pero no es el tipo de detalle que moleste a los chicos que se inscribieron en la UDF. La melodía era fácil de recordar, y eso es todo lo que se necesitaba para ser un éxito con una multitud de jinetes de Jacket.

¡Ha unirnos todos a la gue - rra! ¡Ha unirnos todos a la gue - rra! ¡Ha unirnos todos a la gue - rra! ¡Y matemos algo nosotros mismos!

Había visto esto 159 veces. Pero desde que había sido atrapado en el bucle, difícilmente note algo del mundo fuera de mi cabeza que no me ayudara directamente a salir de aquí. Me sentaba tranquilamente en una pequeña cafetería gris, carente de sonido, mientras metódicamente paleaba la comida sin sabor en mi boca.

Aunque la batalla de mañana fuera bien, algunos de los soldados aquí no iban a volver. Si iba mal, aún menos volverían. Todo el mundo lo sabía. La Infantería Blindada era Santa Claus, y la batalla era nuestra Navidad. Lo único que harían los elfos que Nochebuena sería soltarse el pelo y beber un poco de ponche de huevo.

Rita Vrataski estaba sentada frente a mí, comiendo la misma comida por 160va vez. Ella examinó su 160vo umeboshi.

- ¿Qué es esto?

- Umeboshi. Es ciruela - las personas le dicen ciruel a, pero es más como un albaricoque seca do al sol, y luego en escabeche. - Se come.

- ¿A que sabe?

- La comida es como la guerra. Tienes que experimentarla por ti misma .

Ella lo picó dos o tres veces con sus palillos, luego lo lanzó con cuidado al aire al aire y entro en su boca. La acidez la golpeó como un golpe de un luchador de peso pesado y ella se dobló, agarrándose su cuello y el pecho. Podía ver los músculos crispados en su espalda.

- ¿Te gusta?

Rita trabajaba en su boca sin levantar la vista. Su cuello se tensó. Algo salió volando de su boca, una semilla perfectamente limpia patinó hasta detenerse en su bandeja. Se limpió los bordes de su boca mientras jadeaba.

- No es ta agr io en lo absoluto.

- No en esta cafetería. - Le dije. – Hay d emasi adas personas del extranjero. Ve a un lugar local si quie res conocer su verdadero sabor .

Cogí el umeboshi de mi bandeja y las metí en mi boca. Hice un espectáculo de saborearlo. A decir verdad, estaba lo suficientemente amargo como para torcer mi boca como el culo de un cangrejo en marea baja, pero no iba a darle el gusto de verlo.

- Está muy bueno. - Saboreé mis labios.

Rita se puso de pie, con su boca una línea recta. Me dejó sentado en la mesa mientras se dirigía por el pasillo entre las mesas, pasando por multitudes de soldados, hasta llegar al mostrador de porción. Allí, Rachel le habló a un gorila, un hombre que podía llegar y tocar el techo sin ni siquiera estirarse, el mismo gorila de la 4ta división cuyo puño se encontró con mi mandíbula hace varios bucles. La Bella y la Bestia estaban considerablemente sorprendidos como para dejar su tema de conversación. Toda la cafetería podía sentir que algo estaba pasando; las conversaciones se apagaron, y la música de banjo se detuvo. Gracias a dios.

Rita se aclaró la garganta. - ¿Me podría dar algunas ciruelas encurtidas secas?

- ¿Umeboshi?

- Sí, eso.

- Bueno, seguro, si quieres. - Rachel sacó un plato pequeño y empezó a amontonarlo con umeboshi de un gran cubo de plástico.

- No necesito el plato.

- ¿Disculpa?

- Esa cosa que tienes en la mano izquierda. El cubo. Me quedo con é l.

- Hu m, las personas no suelen comer muchas a la vez . - Dijo Rachel.

- ¿Eso es un problema?

- No, supongo que no...

- Gracias por tu ayuda.

Con el cubo en mano, Rita regresó triunfalmente. Ella lo volteó boca abajo en el centro de la mesa justo en frente de mí.

El contenedor era de unos treinta centímetros de ancho en la boca, un recipiente lo suficientemente grande para servir a unos doscientos hombres, ya que nadie quiso nunca más de uno, lleno hasta la mitad con umeboshi de color rojo brillante. Lo suficientemente grande como para ahogar a un gato pequeño. La base de mi lengua comenzó a doler con sólo mirarlo. Rita fue por sus palillos.

Ella señaló a una de las arrugadas, frutas rojizas de la cubeta y se lo metió en la boca. La mordió. Tragó saliva. Y escupió la semilla.

- No esta agria en absoluto.

Sus ojos se humedecieron. Rita me pasó el barril con un empujón. Mi turno. Escogí la más pequeña que pude encontrar y la puse en mi boca. Me lo comí y escupir la semilla.

- La mía tampoco.

Estábamos jugando nuestro propio juego de la gallina gastronómica. Las puntas de los palillos de Rita temblaban mientras las sumió de nuevo en el barril. Hizo dos intentos para recoger otro umeboshi entre ellos antes de que se rindiera y sólo lo clavo con un palillo, y lo llevó a la boca. La fruta soltaba gotas de líquido de color rosa que mancharon la bandeja donde cayeron.

Una multitud de curiosos se había comenzado a congregar alrededor de nosotros. Nos observaban incomodos al principio, pero la emoción crecía palpablemente con cada semilla escupida en la bandeja.

El sudor en nuestra piel era como la condensación de una lata de cerveza un día caluroso. El montón repugnante de semillas a medio masticar crecía. Rachel estaba a un lado, mirando con una sonrisa preocupada. También alcance a ver a mi amigo de la 4ª entre la multitud. Estaba pasando un buen rato viéndome sufrir. Cada vez que Rita o yo nos metíamos otra ciruela en la boca, una ola de euforia asaltaba a la multitud.

- ¡Vamos, acelera el ritmo!

- ¡No te retractes ahora, sigue comiendo!

- ¿No vas a dejar que esta niña se te adelante, o si?

- Joder, ¿crees que él puede vencer a Rita? ¡Estás loco!

- ¡Come! ¡Come! ¡Come!

- ¡Cuiden las puertas, no quiero que nadie interrumpa esto! ¡Tengo diez dólares en el chico escuálido!

Seguido inmediatamente por:

- ¡Veinte a Rita!

Entonces alguien gritó:

- ¿Dónde están mis camarones fritos ? ¡Perdí mi camarón frito!

Hacía calor, había ruido, y de alguna manera que no puedo explicar, me sentía como en casa. Había un lazo invisible que no había estado allí en mis veces anteriores a través del bucle. Había probado un poco de lo que el mañana traería y de repente todas las pequeñas cosas que suceden en nuestras vidas, las minucias del día, tenían un nuevo significado. Justo en ese momento, estar rodeado de todo ese ruido se sentía bien.

Al final, nos comimos cada umeboshi industrialmente envasado en el barril. Rita tenía el último. Yo había dicho que era un empate, pero como Rita había empezado, ella insistió en que había ganado. Cuando me opuse, Rita sonrió y sugirió arreglarlo con otro bote. Es difícil decir si esa sonrisa significaba que realmente podía seguir comiendo o si la sobrecarga de alimentos ácidos le había hecho algo raro en la cabeza. El gorila de la 4ta trajo otro barril lleno de la fruta roja del infierno y lo colocó en el centro de la mesa con un ruido sordo.

En ese momento, me sentí como si estuviera hecho de umeboshi de la cintura para abajo. Fue cuando salude con la bandera blanca.

Después de eso, hablé con Rita sobre todo, Yonabaru que nunca se calla, el sargento Ferrell y su obsesión por el entrenamiento, la rivalidad entre nuestro pelotón y el cuarto. Por su parte, Rita me dijo cosas que no había tenido tiempo de hacer en el último bucle. Cuando no estaba encerrada en su Jacket, la Full Metal Bitch tenía una sonrisa tímida que le sentaba bien. Sus dedos olían a grasa de máquina, ciruela encurtida, y un toque de café.

No sé qué banderas levante o como es que lo hice, pero en ese 160vo bucle mi relación con Rita había profundizado como nunca lo había hecho antes. A la mañana siguiente, el cabo Jin Yonabaru no despertó en la litera de arriba. Se despertó en el suelo.





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