Capítulo 2 - El límite de las bendiciones
Un anciano extendió sus dos brazos tanto como pudo pero ninguno alcanzó el final de la gran ventana. Mientras la habría, rayos de luz entraron atacando la alfombra. Dos hombres estaban sentados uno en frente del otro en una grandiosa y espaciosa habitación decorada con lujosas pinturas.
"Jaque", con un ligero movimiento, el joven hombre movió su alfil blanco con sus largos dedos por el tablero. La luz del sol y los reflejos del candelabro sobre su cabello brillaban en un color dorado. Su cuerpo daba una impresión temible, pero sus ojos eran gentiles y azules, y no habían cambiado desde su infancia.
Estaba sentado en un sillón antiguo de cara a un hombre de pelo cano a entrados de la tercera edad. El hombre movió los ojos, cuyos colores estaban de alguna forma descoloridos, por el tablero. Movió la torre de marmól negro, acabando con el alfil.
"Hablando de ello, dime, ¿ese rumor de que el principado de Zai Gearn y Sechiria han formado una alianza tiene credibilidad alguna?", preguntó el joven moviendo fuera de alcance su peón. "¿Dónde has escuchado eso?", contestó el anciano, sin levantar la mirada del tablón de ajedrez.
"De un viajero de Sechiria con el que hablé en el bar el otro día. Parece ser que Gardalsia ha abierto
sus puertos. Están prosperando.", dijo el joven en un susurro.
El anciano suspiró pesadamente al escuchar tales palabras. Movió su duro y arrugado dedo hacía su caballero, haciéndole avanzar. "Eso es jaque."
El joven hombre, utilizó brillantemente su reina para evitar la defensa. "Sechiria está bastante bien sostenido, ¿eh?" "Es por su ejército... No son muchos, pero son lo mejor de lo mejor. Para ellos rendirse es algo difícil." contestó solemnemente el anciano.
Las arrugas en las raíces de sus cejas daban crédito de su edad. "Otro que cae por Zai Gearn," se dijo a sí mismo el joven. Levantó la cara y sonrió.
Mientras lo hacía emanaba una expresión jovial. "Así que, he oído que el hijo de Lord Zeliade nació ayer. Están haciendo un alboroto por si deberían o no celebrarlo" "¿Entonces, Lady Zeliade está bien?" "Sí, madre e hijo gozan de buena salud" "Eso es lo más importante, ¿no es así?", dijo el anciano.
El espacio entre sus cejas se había llenado de arrugas. Desearía poder parecer algo más alegre, pensó el joven con una sonrisa incómoda.
El anciano puso la punta de su dedo en su rey y lo movió, pero tembló de duda. "¿Qué tal está Claudius?" El joven, ante la repentina pregunta, levantó la cabeza tosiendo ligeramente para no parecer grosero.
"¿Por qué me lo preguntas? No soy su padre, ¿sabes?" "Si voy yo, hará como si nada pasase." Mientras hablaba el tono de la voz del anciano pareció deteriorarse.
"Sí, está bien.", dijo el joven aguantándose. Soltó una carcajada. "Está bien. Al menos cuando le vi." Entonces movió su caballero, ligeramente haciéndole pivotar mientras lo movía por la tabla.
"Eso es Jaque-mate." En el momento de la caída, el anciano observó con los ojos abiertos a su rey.
Estudio en profundidad de un lado al otro del tablero intentando encontrar donde había fallado, pero no importaba cuánto mirase, todo parecía perfecto. Soltó un suspiro y se levantó descansando la mano en el respaldo del sillón.
"Duque Ann... No creas que te escaparás ganando contra el rey de tu propio país." El joven hombre llamado Duque Ann apartó las figuras y se levantó y entonces, rio. "Su majestad, ¿quizás deberíais permitirle un poco de gloria al caballero de su país?", dijo bromeando el Duque Ann. Los ojos del rey se volvieron serios.
"Cambiando de tema, ¿caballero del Arco Rojo, has pensado un plan para la subyugación del rey demonio?" La respuesta del joven fue rápida.
"¡Por supuesto que no! Algo así sería una molestia.
El Duque Ann agitó la mano y dijo:
"Bien pues, deberíais regresar a vuestros negocios del reino, Su Majestad. Si continuásemos acabaríais atrapado teniendo que escuchar las quejas del gabinete de ministros." Rio y abrió la gran puerta de roble para irse. El hombre en el aposento exhaló un profundo suspiro.
"Ha sido increíble escuchar eso del mismísimo Caballero Sagrado. Maldita sea, ese gobernante." Volvió a dejar escapar otro gran malévolo suspiro.
Este era el distrito del Arco Rojo. Una pequeña tierra cerca del Bosque de la Noche gobernado por el rey.
Esta era una escena que el rey vio desde la habitación privada de su castillo.
Cuando llegó la noche, Mimizuku se despertó a los pies de un gran árbol. Tras dormitar un rato, se arrastró a la orilla del rio y se lavó la cara.
La puesta de sol tiñó todo el bosque de rojo. El sol ya había desaparecido y las ácidas naranjas brillaban como brasas. Mimizuku vio su reflejo en el agua del rio.
Gracias a la influencia de a luz, su cara parecía como si estuviese cubierta de sangre. Estaba, como siempre, horriblemente demacrada, pero los pómulos ya no le salían tanto. Una vez cada dos días, Kuro le llevaba comida a Mimizuku.
Le dijo que le llamase cuando le necesitase, pero la necesidad nunca llegaba. Mirando alrededor, el bosque estaba lleno de cosas comestibles, y lo que le traía Kuro siempre era más de lo necesario. De hecho, solía vomitar de comer demasiado.
Energéticamente se lanzó agua del río a la cara, lavándose la boca ya que estaba en ello. Su flequillo se mojó haciendo que sus números brillasen. Mimizuku cerró los ojos pareciendo recordar lago.
Aunque ya había dormido lo suficiente por lo que no podría seguir haciéndolo. Finalmente, levantó la cabeza y los grilletes sonaron, se levantó y camino hacia adelante. Mimizuku no tenía nada que hacer en el bosque.
Antes de llegar solía trabajar de sol a sol, a veces incluso toda la noche entera, así que no hacer nada se le hacía extraño. Le iré a buscar, pensó.
Ya había dormido suficiente, y no tenía hambre, así que vagó en busca del Rey de la Noche. Ya que el bosque era enorme, las posibilidades de encontrarle eran las mismas que no hacerlo. No tenía ningún objetivo por continuar al principio, así que buscó como cualquier otro día, con la esperanza de hallar algo nuevo. Un lugar tranquilo.
Un lugar donde parecía que eras el único ser en el mundo, un lugar donde sólo se podía oír tu respiración. Entre los árboles. Algún lugar con agua.
Y pues, un hermoso lugar. Mientras el Rey de la Noche estuviese en el bosque estaría en un lugar así.
No pensó en entrar en la mansión, pues Kuro le dijo que no lo hiciera.
"El Rey de la Noche se enfadará si lo haces, así que no entres en la mansión." Así lo dijo. Por lo que Mimizuku no entró. Sin embargo, Kuro no le dijo que Mimizuku que no buscase al Rey de la Noche.
¿Por qué no podía entrar en la mansión? Mimizuku no podía imaginarse el porqué. Mimizuku continuó caminando con sus grilletes sonando. Finalmente, los alrededores se oscurecieron y la luz de la luna brilló gentilmente por el bosque. Oh... Mimizuku se paró en un área pequeña y abierta en medio del bosque.
El área estaba terriblemente callada, sólo la respiración de los monstruos al acecho se escuchaba. Mimizuku inspeccionó los alrededores. "¡Oh!", aulló.
Era un aullido de gozo. En una gruesa rama de un haya estaba el Rey de la Noche. A pesar de que escuchó la voz de Mimizuku no se giró. Desde abajo, Mimizuku observó sus ojos que se habían vuelto dorados.
Hoy también están preciosos, se sintió increíblemente feliz. "Um... Eh... Su Majestad..." Al igual que antes, dudo al hablar. Sólo era un débil titubeo, sin embargo, no conocía otra forma. "Su Majestad...", llamándole se subió a una de las raíces del marchito árbol y se cayó.
Como el Rey de la Noche no estaba muy arriba, podía verle perfectamente. Eso le hizo feliz. "Mmm... Eh... Ah..." Mimizuku cogió aire e intentó empezar una conversación ya que la única manera era entrometiéndose con el Rey de la Noche.
En primer lugar, habló de trabajo. "Sacaré agua." Era el trabajo que hacía en el "pueblo", sin embargo, era la primera vez que escuchaba tales palabras provenir de sí misma. "¿Hacer fuego? ¿Sacar agua? ¿Quemar basura? Hey, haré lo que necesites."
Todo, podía hacerlo todo. Estaba bien, pues sino estaría muerta, podía hacer todo lo que quisiera pero la respuesta del Rey de la Noche fue sencilla. "Eres una monstruosidad." Con su voz grave y sus ojos de luna, trató a Mimizuku como una piedra en el camino.
Está bien, estoy acostumbrada a ello. Siempre la habían tratado así, estaba bien. Sin embargo, había algo extraño.
A pesar de que era el mismo trato, el Rey de la Noche era diferente de la gente del pueblo. ¿En qué?
"Hey, me llamo Mimizuku. Se me ha ocurrido a mí sola." Empezó a decir Mimizuku por alguna razón. Aunque la había llamado monstruosidad no sentía que quería desaparecer. A diferencia de aquellos tiempos, cuando estaba en el "pueblo", no quería desaparecer.
Sentía que sus palabras significarían algo si las decía. Las palabras de su boca podrían alcanzar el oído de alguien. Tenía el presentimiento de que el Rey de la Noche era ese tipo de persona. Eso era todo.
"No siempre fui Mimizuku, ¿sabes? En el pueblo hacía cosas de esclavos y tal, y antes de eso no recuerdo nada. Mi nombre entonces era Mimizu.
También me llaman cosas como "demonio" y "mierda". <
Cacareo Mimizuku estridentemente mientras se reía. "Por eso puse el "ku" al final de Mimizu, y me llamé a mí misma "Mimizuku". Pero eso no significa que coma lombrices.[2]" Al darse cuenta de lo extraño que sonaba, Mimizuku rio hasta el punto que los músculos de su mejilla se estrecharon. "...Estúpido." Una voz se alzó de repente e hizo que los hombros de Mimizuku se sacudieran, ella levantó la cabeza.
Cuando paró de pensar, el tiempo paraba. Como si hubiese muerto. Vagamente recordó los días pasados. Los recuerdos de Mimizuku en el "pueblo" parecían haberse destruido, y eran oscuros como si su espíritu de aquel entonces se distanciase más y más lejos. "Hey, hey, Fukurou,", dijo Mimizuku casi entre susurros.
Los rayos de luz brillaron en el bosque. "Hey, Kuro. ¿Qué hago para que Fukurou me coma?", le preguntó Mimizuku mientras se comía una de las granadas que le había traído. "¿Fukurou?", respondió Kuro confuso.
"Parece que aún no eres consciente.
De que, de hecho, has conseguido muchos favores." "¿Favores?" Mimizuku inclinó la cabeza a un lado. "Sí, señora.", asintió Kuro."
En ese caso, te recomiendo que vayas a la mansión." "¿A la Mansión? ¿A la de Fukurou? ¿En serio?" "Normalmente no estaría permitido, sin embargo, parece que eres uno de sus invitadas favoritos."
Kuro entonces voló hacia delante, hasta el nivel de los ojos de Mimizuku."Sin embargo, si me equivoco, podrías acabar muerta.
Si esto son realmente favoritismos, sin embargo, entonces el caso será distinto.
Mimizuku, si realmente no le temes a la muerte como dices, entonces, ¿qué tienes que temer ahora?"
Las palabras de Kuro eran difíciles de entender, pero Mimizuku captó la esencia.
Era cierto, desde el mismo principio, la meta de Mimizuku había sido que la matasen.
Ese era su deseo, más que nada, que la comieran. Si ese era el caso, entonces no había motivo para dudar. "...Bien, iré."
Despreocupadamente empezó a caminar hacia la mansión de Fukurou tirando su granada a medio comer. Mimizuku empezó a caminar hacia adelante, dejando a Kuro atrás, pero de repente se giró.
"Pero Kuro, ¿por qué me dices esto? ¿Fukurou no es tu rey?" Mimizuku imaginó que esto enfadaría mucho a Fukurou como para que los monstruos no le quisieran. "Cierto, cierto, tienes razón, Mimizuku."
Dijo Kuro, batiendo las alas. "Sólo le deseo buena estampa al Rey de la Noche, sin embargo, ¿quién sabe?" Fueron palabras drásticas pero Mimizuku no entendía su significado.
"¿Quién sabe ¿Dónde está la suerte del caballero?" Si tan sólo la felicidad fuese tan simple, pensó Mimizuku.
1. Mimizu (蚯蚓): lombriz.
2. No comió lombrices siendo Mimizu, así que ahora siendo Mimizuku (búho) tampoco.
3. Ku (苦): Dolor, sufrimiento.
4. Mimizuku se refiere al "búho cornudo", y Fukurou (梟) significa "búho".
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