viernes, 6 de abril de 2018

The Witch’s House The Diary of Ellen 1.4



Capitulo 1.4 – Reunion del callejon trasero


Desperté con una sensación de sed.

Fue en medio de la noche.

Me dirigí al lavado con una marcha inestable. Iluminada débilmente por la luna a través de la ventana, mi habitación era de un blanco pálido.

Temblando de frío, bombee un poco de agua, la tome con mis manos, y la bebí.

Pensé que debería de traer algunos vendajes mientras estaba haciendo esto, así que abrí el cajón de la cómoda. Me sorprendió su ligereza, y descubrí que sólo quedaban dos o tres rollos.

De hecho, la medicina que tomé esta mañana era la última.

¿Qué pasara si no bebo mi medicina? Recordé a mi madre diciéndome: “Si no bebes esto, te pondrás peor”. ¿Era eso solo una excusa para que bebiera esa amarga medicina? O tal vez era porque realmente podía empeorar.

… No quería pensar en eso.

Me estremecí, y no por el frío.

Estaba sufriendo bastante. Aunque me ponga peor, las cosas no podían cambiar tanto.

Estaba completamente exhausta.

Empecé a caminar de regreso a la cama.

En el camino, tropecé con una pared y se me cayeron las vendas. Rodaron dirigidas a la entrada.

Mientras iba a por ellas, de repente, note una débil luz cercana a la puerta principal.

… No puede ser.

Mi corazón latía con esperanza.

Mis ojos y piernas naturalmente se voltearon hacía la fuente de luz.

“¿Madre…?”

Sentí como si hubiera pasado un largo tiempo desde que no escuchaba mi propia voz.

Vi la sombra a penas como un rayo.

Mi madre estaba en la puerta. Ella me miraba con mucha sorpresa. La lámpara de una mesa bajita iluminaba vagamente la escena.

¿Has regresado?

No podía expresar la pregunta.

Debería de estar muy contenta y abrazarla, pero no podía mover mis pies.

¿Por qué?

Era la mujer que veía delante de mí la que causo que haga esto.

La apariencia de mi madre era mucho más ordenada, como si fuera una persona diferente. Su ex–pelo despeinado estaba cuidadosamente atado con un pasador, y llevaba una bufanda para nada familiar alrededor de su cuello.

Con una gran bolsa a sus pies, parecía como si se preparara para salir.

“¿Vas a… alguna parte?”, le pregunté claramente.

No estaba presionando por información, ni tratando de hacerla sentir incomoda. Era sólo una pregunta que vino a mi mente.

La expresión de mi madre se ensombreció. Después de vacilar, ella hizo un gesto para que me acercara, así que corrí y la abrace.

Mis flacas piernas dolieron. Pero envuelta en el olor de mi madre, podía olvidarme inmediatamente del dolor.

“Ellen…”

Mi madre me abrazó. Podía sentir su estremecimiento. Lloró sin hacer ningún sonido.

¿Estaba triste? ¿Si no, por qué? No lo sabía.

Pero me sentí triste también, y sostuve herméticamente a mi madre.

“Lo siento, Ellen…”

¿Lo sientes?

En mi imaginación, perdoné a mi madre pidiéndome disculpas una y otra vez. Pero ahora, sentí como si se estuviera disculpando por una razón diferente.

La miré como si no lo entendiera. Ella apartó la mirada, incapaz de mirarme directamente.

En el momento en el que la vi, mi pecho se estrecho.

De repente, empecé a ver la situación en la que estaba de una forma objetiva.

Mi madre no estaba volviendo a casa. Estaba vestida ordenadamente. Tenía una gran bolsa. Y vino en medio de la noche cuando mi padre estaba durmiendo ––

Dejé caer mi mirada.

Madre llevaba unos bonitos zapatos.

Unos zapatos blancos que nunca había visto antes. Mi padre no era del tipo de persona que los compraría. Nosotros no tenemos suficiente dinero de sobra para unos zapatos tan caros.

Así que alguien además de mi padre le había comprado esos zapatos. Y quien quiera que fuese, mi madre planeaba irse de casa con él.

No quería entender la situación.

Madre ––

Madre había destinado el abandonarme.

El olor de mi madre, aquello que me había dado tanta comodidad, rápidamente se convirtió en algo detestable.

La niebla igual a la leche blanca se aclaró, y noté que el aire de la noche rozaba mi piel. La tristeza en mí había desaparecido.

La llama de la lámpara vaciló en la esquina de mi visión.

A su lado, había un pequeño cuchillo utilizado para las artesanías.

“Llévate bien con tu padre, ¿Lo harás?”

Dudaba de mis oídos.

¿Qué clase de tontería estaba diciendo esta mujer? La miré con escepticismo.

Padre no ve a nadie más que ti, madre.

¿No sabes lo mucho que te ama?

¿No sabes lo mucho que mi padre no me quiere?

¿Esta mujer realmente piensa que mi padre y yo podemos llevarnos bien?

A pesar de que él te quiere tanto, y te ama tanto,

¿Vas a rendirte a la aceptación de su amor?

Y ––

Vas a renunciar a amarme a mí también, ¿Verdad?

Madre se separó lentamente de mí y elegantemente se secó las lágrimas. Ella tenía el rostro de una madre cariñosa.

Pero la miré como si fuera una mujer que nunca había conocido.



“Que te vaya bien, Ellen.”

Tomo su bolso y se volteo para irse.

“Madre.”

Entonces la detuve. No había emoción en ellas; de hecho, se sentía como si alguien más estuviera diciendo esas palabras.

Puso la mano en la puerta delantera y dudó unos instantes. Ella miró hacia atrás con un rostro lleno de afecto.

Bajé mi cabeza, y murmure algo para que mi madre no pudiera oírlo.

Ella se coloco en cuchillas para escucharme.

Con el pequeño cuchillo cerca.

Entonces ––

Yo la apuñale en la garganta.

La sangre roja brotó. La mujer trató de gritar. No me detuve. Seguí atacando su cuello. Sin descanso. Una y otra vez. En todos los ángulos posibles. La mujer se derrumbó. Cambié el agarre sosteniendo el cuchillo turbiamente. Descendí sobre ella. Me bañe en el aspersor de sangre.

Sabía que el cuello es débil.

Debido a que el gato había atacado al cuello del ratón, y quedo rendido e inmóvil.

Mis brazos estaban libres.

Mis brazos estaban libres.

Recordé a aquel gato negro. El hermoso gato negro que cazo al ratón. Sus armas eran los colmillos. Yo pensaba que no tenía ese tipo de armas. Pero no era así. Mis armas siempre fueron estas manos.



Si no vas a amarme, no te necesito.

Si eres amada, pero no lo aceptas, nunca te perdonaré.

Lo admití. Admití que odiaba a mi madre. Y que estaba celosa de ella, yo misma como mujer, por ser amada por mi padre.

Pero solo si mi madre hubiera seguido amándome, habría mantenido a raya al odio.

Yo podría haberla amado entonces.

Me deje llevar por el amor de mi madre. De lo que yo me había aferrado desesperadamente.

Así como me engullí su entibiada sangre, lo comprendí.

Yo podía respirar. Y sin embargo me había convencido de que si la dejaba ir, no sería capaz de hacerlo.

En las profundidades de un mar de sangre, sostuve mis rodillas y sollozaba.

Ese fue mi verdadero yo.

Yo era igual a la gente del callejón. Evité mirar las cosas que no quería ver. Quería fingir ignorancia. Ciertamente existía, pero lo único que hice fue admitir que estaba allí.

Cuando levante mi cara llena de lágrimas y sonriendo, una mano me alcanza. Tomé su mano. Justo en ese momento, la mano se convirtió en un cuchillo ensangrentado, y yo estaba de pie en la entrada.

La mujer se sentó frente a mí en la puerta y ya no hablaba.

No podía mover mis extremidades, y sentía una burbuja en la garganta.

Me sentía repugnante. Me sentía viva. Vivir no debería de sentirse tan repugnante.

Había aprendido del ratón que inmediatamente se iba cojeando. Pero aún así, ¿Mi método había sido equivocado?... Dime, gato negro.

Agarrando con fuerza al cuchillo, me senté en el suelo.

Fragancias venían de la boca de mi estómago. Todo mi cuerpo estaba caliente por el dolor y la fatiga, pero mi cabeza se encontraba en paz.

La mujer, que era mi madre, ahora era solo una masa que emitía un horrible olor.

Horrible.

Su vista no incitaba ninguna emoción en particular.

Miré sus pies.

Los blancos zapatos estaban ahora completamente teñidos de un rojo sangre.

Levante con cuidado uno de los zapatos con mis dedos y lo mire. Tenía que informarle al hombre que compró estos zapatos. “Lo siento, pero no puede ir contigo nunca más.”

Una gota de sangre goteo de la punta del zapato tal como una lágrima ––

Estruendo.

Venía de atrás. Oí una puerta que se abrió desde la parte trasera de la sala.

Voltee solamente mi cabeza.

Padre.

Poco a poco salió de la habitación, mirándome.

El zapato resbaló de mis dedos y cayó al suelo.

Lo que hizo que se deslizara no fue la prisa, el arrepentimiento, o el miedo.

… Era una sensación de exaltación.

Una sonrisa brotó de mi boca. Casi grité en la confusión. Suspendí los latidos de mi corazón para evitarlo. Me había levante y movido, por lo que papa tenía una buena vista del cadáver de mi madre.

Los ojos de mi padre vacilaron. Señalo el cadáver con una mano y se acercó. La luz de la lámpara iluminaba con claridad su demacrado cuerpo. Él era como una cáscara desgastada.

Sus ojos hundidos tenían un extraño brillo al mirar a la cara de esa mujer empapada de sangre.

Yo estaba emocionada.

Porque él podría gritarme “¿Tú hiciste esto?” Porque él podría utilizar su mano para golpearme.

Porque finalmente, voy a obtener la preocupación de mi padre.

Mi padre impotente se arrodilló junto al cadáver. Tomo la barbilla de la mujer con su mano temblorosa. Una vez confirmo su rostro, abrazó al cuerpo y comenzó a llorar como una bestia.

Me sorprendió brevemente, pero rápidamente se volvieron silenciosos llantos y gemidos.

Hice un esfuerzo para mantener la calma cuando dije en voz baja,

“Yo hice esto.”

Se lo dije.

Traté de ocultar lo mucho que me gustó hacerlo.

“Yo hice esto, padre.”

Temblé diciendo la última palabra. Había llamado a mi padre innumerables veces en los sueños, pero nunca antes se lo había dicho a él. Casi me conmovió hasta las lágrimas.

Padre miró hacía arriba brevemente, pero sus húmedos ojos no me miraban a mí. Volvió de nuevo al cadáver de la mujer.

Tuve un mal presentimiento.

Mi corazón había estado latiendo con expectación, pero mi pecho se lleno con algo más.

Padre insistió en llamar el nombre de la mujer. Como si quisiera mostrar mi malestar, la llama de la lámpara vaciló.

“¡Fui yo! ¡Yo hice esto!”

Extendí mis brazos. Una partícula de sangre salió volando. En mi herida mano derecha, aún sostenía con fuerza al cuchillo. Mi arma.

Pero mi padre sólo siguió llorando, y no se movía ni un centímetro.

Mi cara se puso pálida.

“Padre.”

Mi grito se había vuelto lloroso.

No importa lo mucho que lo llamó por su nombre, él ni siquiera me mira.

…¿Por qué?

¿Por qué no me miras? ¿Por qué a esa mujer?

¿Por qué –– por qué debes seguir demostrando que no me quieres?

“Detente.”

Detente. No la mires a ella. No quiero ver esto.

Como el lamento de mi padre se hizo más fuerte, mi desesperación aumento. El ruido brotaba en mis oídos.

Mis dientes chocaron.

Todo mi cuerpo se estremeció, y grité “¡DETENTE!”

Y levanté el cuchillo para cerrar el telón de la infernal escena.

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