viernes, 6 de abril de 2018

The Witch’s House The Diary of Ellen 1.2



Capitulo 1.2 – Reunion del callejon trasero



Había algo malo en esa tarde.

Vi una masa oscura en el usual callejón. Se veía como una pieza de tela negra, o algo cubierto con pintura negra.

Tuve un mal presentimiento.

En el fondo de mi mente surgió la imagen de aquel hermoso gato negro que atrapó al ratón. Tal vez era el cuerpo del gato negro.

Me volví incapaz de ver algo más que al gato, y pude calmarme.

Investigarlo era inaguantable, bajé de mi cama. El poner todo el peso en mis piernas me creo un intenso dolor. El dolor de mis piernas se disparó hacia mi cabeza, y las lágrimas se formaron en mis ojos.

Me dolió. Pero no bastaba para que no pudiera caminar.

Me apoye en la silla más cercana, mis pies tambalearon.

Eché un vistazo alrededor de la habitación, pero mis zapatos no estaban por ningún lado.

Deben haber sido quitados. Mi madre seguramente pensó que nunca tendría que salir, después de todo. Lo había deseado por mí misma, pero me hizo sentir un poco triste.

Salí descalza.

El sol brillaba sobre mí, casi directamente sobre mi cabeza. Los brillantes rayos hieren mis ojos.

Puse una mano a lo largo de las paredes de la casa, procediendo hacía la parte trasera del callejón.

Vi a la silueta negra. Al acercarme, se hizo más evidente que era un gato.

Reflexione, eso era el cadáver del gato negro.

El gato estaba a un lado de la acera. Uno de sus globos oculares había estallado hacía afuera como un bol volteado, y por encima del otro, su cráneo estaba roto y ensangrentado.

Me detuve a pocos pasos del gato, repugnante.

Lo miré, estupefacta por la gran diferencia con la primera vez que la vi. No podía correr, pero tampoco puedo conseguir que nadie se acerque.

Me acordé de la impresionante vista cuando controlo a aquel ratón.

¿Por qué y cómo había sucedió esto?

¿Fue atropellada por un carro? ¿O cayó desde un lugar alto hasta el suelo?

¿Cómo podía una criatura viva ser reducida a un estado tan horrible?

Me entristeció.

Yo no sentía mucho odio hacia quien le había hecho esto. Fue esta ciudad, que le obligaron a aceptar que cosas como esta pasan, es lo que odiaba.

Oí el graznido de un cuervo encima de mí. Miré hacia arriba y lo vi un una cerca alta, extendiendo sus alas. Él iba tras la carne.

¿…Crees que voy a dejarla?

Me acerqué al gato negro. Sentía que no podía dejarla así. La levante con ambos brazos, para protegerlo.

Ella fue luz. Y rígida. El cuerpo del gato se había endurecido en la posición que tenía en el suelo.

El globo ocular que estaba afuera hacía cómicamente evidente que no viviría más, sin embargo cuando la toque… Era como si fuera una cosa. Un objeto. Fue entonces cuando me enteré de que cuando las criaturas mueren, se convierten en meras cosas.

Te voy a devolver a la tierra, me prometí, llevando lo que alguna vez fue un gato.

La zona a los alrededores estaba toda pavimentada. No hay lugar para enterrar a un gato. Pero debe de haber un parque con tierra cerca. Basándome en los recuerdos de mi infancia, me dirigí en busca de un parque.

En cada paso que daba, había un dolor punzante en mis huesos. Y como estaba caminando por el suelo cubierto-de guijarros con mis pies descalzos, no estaba segura de cuanto sufrieron mis piernas. Mordí mi labio y camine desesperadamente.

Finalmente, entré en el parque.

Había un gran árbol en el centro. Sus hojas eran verdes y estaban llenas de vida, se sentía totalmente fuera de lugar con esta ciudad.

No había equipo de juego digno para ser llamado un parque, sólo una extensión vacía, el árbol, y una banca.

Una anciana vestida con harapos se sentó en la banca, jugueteando con su bolso. Cuando ella me vio, me echó un vistazo, y luego desinteresadamente volvió a mirar a su bolso.

Entré en la sombre del árbol. El suelo se extendía por fuera de la base, como si lo radiara.

Parecía ser un lecho de flores. Pero todas las flores se habían marchitado, y olían a basura podrida. Fue entonces cuando encontré un lugar donde parecía que nada había sido enterrado y me agaché.

Baje al gato y cavé en la tierra.

El suelo era sorprendentemente suave. Tenía un toque fresco agradable. Escave como si me hubiera vuelto un topo.

Claramente no asistida muy bien.

Mis brazos estaban libres.

Mis brazos estaban libres.

Ellos mostraron pocos síntomas de la enfermedad. Me alegré mucho de que ambos pudieran moverse libremente.

El sudor corría por mis vendas, lo que las hizo deslizarse. Me froté la nariz, entro suciedad en mi cara. Más o menos la limpie con la manga, provocando que arruinara las vendas.

Cuando el sudor tocó mi inflamada piel, punzo. Apreté los dientes y aguanté el dolor, para continuar cavando.

Una vez que había un hoyo lo suficientemente profundo, deje escapar un largo suspiro.

Coloqué el gato negro en el interior y con cuidado llene el agujero.

Finalmente, apoye mis manos y cerré los ojos. No sabía el significado de esto, pero sabía que se supone que esto es un gesto para los muertos… ‘cosas’.

No oí el graznido del cuervo nunca más.

Me puse de pie para volver a casa. En cuestión de segundos, no podía moverme por culpa de los mareos. Parpadee con fuerza y logré empezar a caminar.

Me llamó la atención mi fatiga repentina, tan pronto como salí de la sombra del árbol. Sentía como su hubiera pasado un día entero. Sin embargo el sol todavía estaba a lo alto en el cielo, aún sigue quemando a la acera delante de mí.

Todo mi cuerpo está herido, pero estoy muy satisfecha.

…Ahora, el gato negro puede regresar a la tierra.

Por supuesto, no pensé que eso era lo que ella buscaba, volver a la tierra. Era mi propio egoísmo. Yo simplemente no quería verla, lo que una vez fue una criatura viva, acostada en un frío callejón, picoteada por cuervos, pisada por personas.

Mientras caminaba, mi boca formaba una leve sonrisa, pasé al lado de la mujer de mediana edad que me hizo apresurar para que enderezara mis labios. Pero al pensar de nuevo en eso, ella no estaba cuestionando mi expresión, pero tenía una extraña mirada.

Mi apariencia.

Me detuve y me mira otra vez, mi ropa estaba cubierta con unas extrañas manchas por la mezcla de sangre y suciedad. Ambas manos estaban totalmente negras. Me veía igual a un niño que se acababa de escapar de un hospital y jugó en el barro.

¿Qué diría mi madre?

Me estremecía imaginarlo.

Corrí a casa.

De repente, se sentía como un largo camino.

Tenía que llegar a casa antes que mi madre. Tenía que cambiarme la ropa, lavarme las manos y los pies, y cambiar mis vendajes. Tenía que ser una niña que no necesita mucho cuidado.

Me había olvidado completamente de que era una prisionera. Para tener el amor de mi madre, había elegido convertirme en una criatura que siempre iba a estar pegada a su cama. ¿Cómo pude haberlo olvidado? Yo tenía un sudor frío.

Finalmente, llegué a casa.

Faltaba mucho tiempo antes de la puesta del sol. Abrí la puerta principal con un sentimiento de alivio, y luego todo quedo endurecido en su lugar.

Me sentí como si hubiera escuchado el sonido de la luz de la tarda al ser congelada.

Mi madre estaba allí.

Estaba sentada en una silla, mirando al vacio.

Inmediatamente observe el reloj.

No era el momento para que ella volviera a casa. ¿Por qué?

De repente, olí algo dulce. Había una cesta de pasteles en la mesa.

Es correcto. De vez en cuando, muy raramente, madre salía temprano del trabajo y traía a casa algunos pasteles.

…¿Pero por qué tenía que ser hoy?

Al notarme en la puerta del frente un par de segundos después, lentamente me miro.

Tomó un poco de tiempo antes de que sus labios se abrieran y ella hablara.

“Ellen… ¿A dónde has ido?”

No había visto en su rostro esa mirada demacrada en un largo tiempo. Algo frío recorrió mi espalda.

“Yo e-e… enterré un gato.”

“¿Un gato?” Ella levantó una ceja.

No. No, no me mires así.

Resistí el impulso de gritar e hice una desesperada sonrisa.

“Sí, un gato negro muerto… fui a enterrarlo… l-lo siento mucho. Por salir afuera. P- pero, yo, yo puedo caminar. Duele, pero puedo soportarlo. Puedo caminar por mi cuenta, así que, puedo hacer muchas cosas por mi cuenta ahora, o ayudarte…”

Me desesperaba mientras hablaba.

Debido a que mi madre me miraba con la misma expresión.

Ojos vacios. Una mirada fija. Estaba mirando el barro en mi ropa. Mis sucios dedos manchados. Mis piernas ensangrentadas.

Entendí que había hecho algo que no debería haber hecho.

Pero sabía que nada de esto tendría efecto alguno. Y sin embargo mi boca no paro de moverse.

Por último, mi madre se levantó de la silla. Ella preparó un cubo de agua y empezó a lavar mis manos.

Ella no se sentía áspera en lo más mínimo. Era tan meticulosa como siempre.

Pero no vi ni un rastro de la madre que decía que me amaba.

Señales continuaban volando en mi cabeza. Pero al igual que un reloj roto el cual no puede girar sus manos, no llegaría a nada.

Me di cuenta de que había terminado algo que no podría recuperar.

Y como para demostrar inmediatamente la validez de esa corazonada,

Madre dejó de venir a casa.

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