domingo, 8 de abril de 2018

All You Need is Kill cap 1.1



Recluta Kiriya

Parte1

Cuando las balas empiezan a volar, solo es cuestión de tiempo antes de que el miedo envuelva completamente a un soldado.

Ahí estas, con la muerte de acero zumbando en el aire.

El bajo y mudo estruendo distante de los proyectiles, un sonido vacío que sientes más de lo que oyes. Los más cercanos suenan alto y claro. Gritan con una voz que hace sonar tus dientes, y sabes que se dirigen hacía a ti. Cortan profundamente el suelo, arrojando un velo de polvo que se mantiene allí, esperando por la siguiente ronda para rasgar a través de ella.

Miles de cartuchos, ardiendo a través del cielo -pedazos de metal no más grandes un dedo- y solo basta uno para matarte. Solo basta uno para convertir a tu mejor amigo en una masa de carne humeante.

La muerte llega rápido, en un latido de corazón, y no es exigente con quien lo toma.

Los soldados que las toman rápido –antes de que sepan que los golpeo- son los más afortunados. La mayoría mueren en agonía, con sus huesos triturados, sus órganos destrozados y dejando un mar de sangre en el suelo. Esperan solos en el barro por la muerte para que les robe y escurra las últimas gotas de vida con sus heladas manos.

Si hay un paraíso, es un lugar frío. Es un lugar oscuro. Es un lugar solitario.

Estoy aterrorizado.

Agarre el gatillo con los dedos tiesos; mis brazos tiemblan como yo lo hago, enviando una lluvia de acero ardiente sobre el enemigo. El rifle patea cuando lo disparo, *Vunk, vunk, vunk*. Un ritmo más estable que mi corazón. El espíritu de un soldado no está en su cuerpo, está en su arma. El cañón se calienta hasta que ilumina, el calor transforma el miedo en ira.

¡Que se joda el general1 y su patética excusa de mierda para el apoyo aéreo!

¡Que se jodan sus procedimientos y sus planes que no sirven un carajo para cuando la mierda comienza a volar!

¡Que se joda la artillería por quedarse en el flanco izquierdo!

¡Que se joda el bastardo que acaba de hacer que lo maten!

Pero más que todos ellos. ¡Que se jodan todos los que tienen su mira en mí! Empuñas tu ira como un puño de acero y aplastas sus rostros.

Si se mueve. ¡A la mierda!

Tengo que matarlos a todos, hacer que dejen de moverse.

Un grito se abrió camino a través de mis dientes apretados.

Mi rifle dispara 450 balas de 20 mm por minuto, así que me puedo gastar rápidamente el cartucho. Pero no hay razón para abstenerse. No importa la cantidad de munición que tenga cuando esté muerto. Hora de un nuevo cartucho.

- ¡Recarga!

El soldado al que le estaba gritando ya estaba muerto. Mi pedido murió en el aire, un pulso de estática sin sentido. Volví a apretar el gatillo.

Mi amigo Yonabaru atrapo una de las primeras rondas que dispararon de vuelta, una de esas jabalinas. Fue atravesado de manera recta, atravesando su Jacket2. La punta salió cubierta de sangre, aceite y algunos fluidos no identificables. Su Jacket bailo macabramente por diez segundos antes de que finalmente se detuviera.

No tenía sentido llamar a un médico. Tenía un agujero debajo de su pecho de casi dos centímetros de diámetro, y paso limpiamente a través de su espalda. La fricción había cauterizado la herida por los bordes, dejando un baile de opacas llamas anaranjadas alrededor de la abertura. Todo ocurrió en el primer minuto después de la orden de atacar.

Él era el tipo de persona que se aprovecha de ti por tener un rango superior, te molesta por la mierda más estúpida, o te decía quien era el culpable en una novela policiaca antes de que terminaras el primer capítulo. Pero él no merecía morir.

Mi pelotón-146 hombres de la 17ª Compañía, 3er Batallón, Regimiento 12 de la División Acorazada de Infantería 301- fuimos enviados para reforzar el extremo norte de la isla de Kotoiushi. Nos llevaron en helicóptero para emboscar por el flanco izquierdo de la retaguardia del enemigo. Nuestro trabajo consistía en eliminar a los que trataran de huir cuando el asalto frontal inevitablemente los hiciera retroceder.

Tanto para algo inevitable.

Yonabaru murió incluso antes de que comenzara la lucha. Me pregunté si él sufrió mucho.

Mientras tanto, me di cuenta de lo que estaba pasando, mi pelotón estaba justo en medio de la batalla. Estábamos recibiendo el fuego de ambos bandos, nuestros enemigos y nuestras propias tropas.

Todo lo que podía escuchar eran gritos, sollozos, y "¡Mierda! ¡Joder! ¡Mierda! ¡Mierda! ” Las blasfemias volaban tan frecuentes como las balas. Nuestro jefe de escuadrón estaba muerto. Nuestro sargento estaba muerto. El zumbido de los rotores de los helicópteros de apoyo se había ido hace mucho. Las comunicaciones fueron cortadas. Nuestra compañía se había reducido a trizas.

La única razón por la que todavía estaba vivo era porque había estado a cubierto desde que Yonabaru había caído.

Mientras los demás se mantenían firmes y luchaban, yo me escondía en el revestimiento de mi Jacket, temblando como una hoja. Estos trajes de poder están hechos de un blindaje compuesto japonés que es la envidia del mundo. Te cubren como arroz blanco. Imagine que si una concha3 lograba atravesar el primer asalto, nunca lograría pasar un segundo. Así que si me quedaba fuera de la vista por suficiente tiempo, el enemigo se habrá ido para cuando salga. ¿Cierto?

Estaba cagado de miedo.

Como cualquier recluta recién salido del campo de entrenamiento, yo podía disparar un rifle o un martinete, pero todavía no se hacer nada además de eso. Cualquiera puede apretar un gatillo. ¡Bang! ¿Pero saber cuándo disparar o dónde disparar cuando estás rodeado? Por primera vez me di cuenta de que no sabía nada sobre la guerra.

Otra jabalina rozó por encima de mi cabeza.

Probé la sangre en mi boca. El sabor del hierro. La prueba de que todavía estaba vivo.

Mis palmas estaban húmedas y resbaladizas en el interior de los guantes. Las vibraciones del Jacket me dijeron que la batería estaba casi sin jugo. Olí aceite. El filtro estaba en las últimas, y el hedor de la batalla estaba peleando su camino en mi traje, el olor de los cadáveres enemigos era como el olor de las hojas arrugadas.

No había sentido nada por debajo de la cintura por un tiempo. Debe haber una herida donde me golpearon, pero no la había. No sabía si eso era bueno o malo. El dolor te permite saber que aún no estás muerto. Por lo menos no tenía que preocuparme por la orina en mi traje.

Sin granadas de combustible-aire. Sólo me quedan treinta y seis balas 20mm. El cartucho estará vacío en cinco segundos. Mi lanzacohetes -que nos dieron a cada uno, con sólo tres cohetes de todos modos - se perdió antes de que pudiera disparar siquiera esa maldita cosa. Mi cámara montada en la cabeza fue destruida, la armadura de mi brazo izquierdo estaba destrozada, e incluso a todo funcionamiento el Jacket sólo estaba en un 40 por ciento. Milagrosamente, el martinete en mi hombro izquierdo había sobrevivido sin un rasguño.

Un martinete es un arma de batalla que utiliza una carga explosiva para disparar picos de carburo de tungsteno, solo es bueno contra los enemigos dentro del alcance del brazo. Los cartuchos de pólvora que dispara son tan grandes como el puño de un hombre. En un ángulo de noventa grados de impacto, lo único que puede le hacer frente es el blindaje frontal de un tanque. Cuando me dijeron por primera que su cartucho sólo tenía veinte rondas, no creí que nadie podría vivir lo suficiente para usar tantas. Me equivoqué.

A la mía le quedaban cuatro rondas.

Había disparado dieciséis veces, y fallé quince -tal vez dieciséis veces.

La pantalla del casco de mi traje estaba deformada. Yo no podía ver ninguna maldita cosa en la parte doblada. Podría haber un enemigo justo en frente de mí y nunca lo sabría.

Dicen que un veterano que utiliza la Jacket puede ver su entorno sin necesidad de utilizar la cámara. Usa más que los ojos en la batalla. Tenía que sentir el impacto que pasa a través de las capas de cerámica y metal en su cuerpo. Leer el tirón del gatillo. Sentir la tierra a través de la suela de sus botas. Tomar los números de un caleidoscopio de medidores y conocer el estado del campo en un instante. Pero yo no podía hacer nada de eso. Un recluta en su primera batalla no sabe una mierda de nada.

Exhale e inhale.

Mi traje estaba lleno de sudor. Un terrible olor. Un moco se filtraba en mi nariz, pero no podía limpiarlo.

Revisé el cronómetro al lado de mi pantalla. Sesenta y un minutos habían pasado desde la batalla comenzó. Qué montón de mierda. Sentía como si hubiera estado luchando durante meses.

Miré a la izquierda, a la derecha. Arriba, abajo. Forme un puño dentro del guante. No pude usar demasiada fuerza, tuve que recordarlo por mí mismo. Exagere, y mi objetivo se desvió hacia abajo.

No hay tiempo para comprobar el flujo sanguíneo. Es hora de disparar y olvidar.

*¡Thak thak thak thak thak!*

Una nube de polvo se levantó.

Los proyectiles enemigos parecían cabalgar sobre el viento por encima de mi cabeza, pero a la mía le gustaba desviarse después de salir del cañón, como si el enemigo les ordenara distanciarse. Nuestro perforado sargento dijo que las armas podrían divertirse así. Si me preguntas, me parecería justo que el enemigo deba llegar a oír los proyectiles sonando sobre ellos también. Todos deberíamos tener nuestro turno de sentir el aliento de la muerte en la parte posterior de nuestro cuello, amigos y enemigos por igual.

Pero ¿Cómo sería el sentir la muerte para un enemigo inhumano? ¿Incluso sienten miedo?

Nuestros enemigos, los enemigos de las Fuerzas Unidas de Defensa. Son Monstruos. Mimics, los llamamos.

Mi arma se quedaba sin munición.

La silueta de una orbe deforme se materializó en la neblina-de arcilla marrón. Era más pequeño que un hombre. Probablemente llegaría hasta el hombro de un soldado con una Jacket puesta. En todo caso, si un hombre fuera un tubo delgado de pie, un Mimic sería un barril de cerveza negra con cuatro extremidades y una cola.

Algo así como el cadáver hinchado de una rana ahogada, así nos gustaba decirles. Según escuchamos de las ratas de laboratorio, dicen que tienen más en común con las estrellas de mar, pero eso solo son detalles.

Ellos son un blanco más pequeño que un hombre, por lo que, naturalmente, son más difíciles de acertar. A pesar de su tamaño, pesan más que nosotros. Si tomas uno de esos barriles de gran tamaño del tipo que los estadounidenses utilizan para destilar whisky y lo llenas con arena mojada, podrías compararlos con eso. No tienen el tipo de masa que podrías esperar de un mamífero, que es el 70% de agua. Un solo golpe de una de sus extremidades puede enviar un hombre volar en mil pedazos sus jabalinas, proyectiles disparados desde los respiraderos de sus cuerpos tienen el poder de municiones de 40mm.

Para luchar contra ellos, utilizamos máquinas para hacernos más fuertes. Usamos una armadura mecanizada llamada Jacket -lo mejor y último en la ciencia. Nos introducimos en la piel de un puercoespín de acero, tan dura que una escopeta disparando a quemarropa no dejaría un rasguño. Esa es la forma en que nos enfrentamos contra los Mimics y aun así estamos siendo superados.

Los Mimics no inspiran el tipo de miedo instintivo que esperarías encontrar si te enfrentas a un oso protegiendo a sus cachorros, o al conocer la mirada de un león hambriento. Los Mimics no rugen. No son espantosos de ver. Ellos no levantan las alas o se ponen de pie sobre sus patas traseras para verse más intimidantes. Simplemente cazan con la implacabilidad de las máquinas. Me sentí como un ciervo en el camino congelado frente a los faros de un camión No podía entender cómo me había metido en la situación en que la estaba.

Me había quedado sin balas

Adiós, mamá.

Voy a morir en un maldito campo de batalla. En alguna isla olvidada por dios, sin amigos, sin familia y sin novia. En el dolor, en el miedo, cubierto en mi propia mierda por el terror. Ni siquiera puedo levantar la única arma que me queda para defenderme del bastardo corriendo hacia mí. Era como si todo el fuego que había en mí se hubiera ido con la última ronda de munición.

El Mimic venía por mí.

Puedo escuchar a la muerte respirando en mi oído.

Su figura ocupa una gran parte de la pantalla del casco.

Ahora que lo veo; su cuerpo está teñido por un color rojo sangre. Su guadaña -un color gigante de dos metros de largo-, es del mismo tono vívido. En realidad es más como un hacha de batalla que una guadaña. En un mundo en que amigos y enemigos usan el mismo tipo de color para camuflaje, él arroja un resplandor rojo bronce en todas las direcciones.

La muerte se precipita hacia adelante incluso más veloz que un Mimic. Una patada de su pierna carmesí y salgo a volar.

Mi armadura es aplastada. Dejo de respirar. El cielo se convierte en el suelo. Mi pantalla se está ahogando en las advertencias rojas intermitentes. Toso sangre, atenuando el resto de del advertencias.

Entonces mi martinete dispara. La explosión me arroja por lo menos diez metros en el aire. Pedacitos del blindaje de la parte posterior de mi Jacket se dispersan por el suelo. Aterrizo boca abajo.

La muerte blande su hacha de batalla.

El metal grita mientras corta a través de lo incortable. El hacha suena tan alto como un tren de carga.

Veo el caparazón del Mimic atravesando el aire.

Sólo tomó un golpe a reducir el Mimic a un cúmulo inmóvil. Arena cenicienta era vertida desde la herida abierta. Las dos mitades de la criatura se estremecieron y se contrajeron, manteniendo cada uno su propio ritmo extraño. Los mayores inventos tecnológicos de la humanidad que apenas podían rayar a esta criatura, era devastado por un arma barbárica de hace mil años.

La muerte se volvió lentamente hacia mí.

En medio de la multitud de luces de advertencia de color rojo inundando mi pantalla, una única luz verde tintineaba en ella. Una transmisión de un aliado estaba entrando.

- . . . lto poco. . . as bien?

La voz de una mujer. Imposible que lograra salir por encima del ruido. No podía levantarme. El Jacket estaba tan gastado como yo. Tomo todo lo que me quedaba solo para rodar hacia arriba.

Tras una inspección más cercana, estaba, nada menos, que en compañía del Ángel de la Muerte. Era sólo otro soldado en un Jacket. Un Jacket que no es como el mío, ya que fue equipado con un hacha de batalla masiva, donde debería estar el martinete. Las insignias en el hombro no decían JP4 en su lugar se leía Estados Unidos. En lugar del habitual camuflaje del desierto de color arena con pedazos de café, el traje brillaba de pies a la cabeza en carmesí metálico.

The Full metal Bitch.5

Ya había escuchado las historias. Una adicta a la guerra, siempre persiguiendo la acción, sin importar dónde la llevara. Decían que ella y su escuadrón de las Fuerzas Especiales del Ejército de Estados Unidos habían destruido la mitad de todos los Mimic confirmados asesinados en la guerra. Tal vez alguien que pudiera ver tanta lucha y vivir para contarlo realmente era el Ángel de la Muerte.

Todavía con el hacha de batalla, el Jacket en un rojo ardiente se dirigió hacia mí. Su mano se agachó y buscó a tientas la toma IN6 de mi hombro. Una comunicación de contacto.

- Hay algo que quiero saber.

Su voz llenó mi traje, claro como el cristal. Un suave y ligero tono, que entra en contradicción con el hacha de dos metros y la carnicería que acababa de crear con él.

- ¿Es verdad que el té verde que sirven en Japón al final de la comida es gratis?

La arena conductora que se derrama del Mimic caído baila lejos junto al viento. Podía oír el grito lejano de los proyectiles mientras volaban. Este fue un campo de batalla, el campo chamuscado donde habían muerto Yonabaru, el capitán Yuge, y el resto de mi pelotón. Un bosque de carcasas de acero. Un lugar donde el traje se llena de tu propia orina y mierda. Cuando te arrastras tú mismo a través de un lodazal de sangre y mugre.

- Me he metido en problemas por creer en todo lo que leo. Así que pensé en jugar a lo seguro, preguntarle a un local. - Continuó.

Aquí estoy, medio muerto, cubierto de mierda, ¿y tú quieres hablar de té? ¿Quién se acerca a alguien, lo patea en el suelo, y luego le pregunta sobre el té? ¿Qué pasaba por su jodida cabeza? Quería decirle lo que estaba pensando, pero las palabras no salían. Podía pensar en las palabras que quería decir, pero mi boca había olvidado cómo trabajar -una letanía de blasfemias estancadas en la puerta-.

- Ese es el problema con los libros. La mitad del tiempo el autor no s abe que rayos está escribiendo. Especialmente los novelistas de guer ra. Ahora ¿Qué tal si relajas tu dedo d el gatillo y tomas un agr adable, y profundo respiro?

Buen consejo. Me tomó un minuto, pero empecé a ver con claridad de nuevo. El sonido de la voz de una mujer siempre tenía una manera de calmarme. El dolor que había dejado en la batalla volvió a mis tripas. Mi Jacket malinterpretó las calambres en mis músculos enviando señales al traje en forma de un espasmo leve. Pensé en la danza que el traje de Yonabaru hizo justo antes de morir.

- ¿Duele mucho?

- ¿Tu qué crees?

Mi respuesta no fue más que un ronco susurro.

El Jacket de color rojo se arrodilló frente a mí, examinando la placa de blindaje destrozado en mi estómago. Me aventuré a preguntar;

- ¿Cómo va la batalla?

- El 301 ha sido aniquilado. Nuestra principal línea se retiró a l a costa para reagruparse.

- ¿Qué pasa con tu equipo?

- No te preocuparse por ellos.

- Así que. . . ¿cómo me veo ?

- La parte delantera esta perforada, pero el blindaje de atrás lo detuvo. Está carbonizado.

- ¿Qué tan malo es?

- Malo.

- No me jodas. - Miré hacia el cielo . - Parece que se está empezando a aclarar.

- Sí. Me gusta el cielo aquí.

- ¿Y eso por qué?

- Es claro. No se pued e vencer a las islas con cielos despejados.

- ¿Voy a morir?

- Sí. - Me dijo .

Sentí las lágrimas en mis ojos. Yo estaba agradecido de que el casco escondía mi cara de la vista. Mantuvo mi vergüenza como algo privado.

El Jacket de color rojo maniobró para acunar suavemente mi cabeza.

-¿ Cuál es tu nombre? No tu rang o o número de serie. Tu nombre.

- Keiji. Keiji Kiriya.

- Soy Rita Vrataski. Me quedaré contigo hasta que te mueras.

Ella no hubiera dicho nada. Prefiero que escuche, pero no iba a dejar que ella me viera llorar.

- V as a morir también si te quedas.

- Tengo una razón. Cuando mueras, Keiji, voy a tomar la batería de tu Jacket.

- Eso es fr ío.

- No hay necesidad de luchar. Relájate. Déjalo.

Oí un chirrido electrónico-una señal de comunicación entrante en el casco de Rita-. Era la voz de un hombre. El vínculo entre nuestras Jackets retransmite automáticamente la voz para mí.

- Calamity Dog, aq uí Jefe Criador.

- Te copio. ¿ Cuál es el asunto?

- Servidor Alfa y los alrededores están bajo control. Estimamos que podemos resistir durante trece minutos, como mucho. Tiempo para recoger la pizz a .

- Calamity Dog . Copiado. Operando en silencio desde aquí.

El Jacket de color rojo se puso de pie, cortando nuestro enlace de comunicaciones. Detrás de ella una explosión rugió. Sentí como el suelo tembló a través de mi columna vertebral. Una bomba guiada por láser cayó del cielo. Se hundió profundamente en la tierra, perforando la antes de que detonara-. El suelo de arena blanca se hinchó como un panqueque cocido; su superficie se quebró y salió suelo más oscuro que el color de jarabe de arce al aire. Una lluvia de barro salpicó mi armadura. El hacha de guerra de Rita brillaba a la luz.

El humo se disipó.

Pude ver una masa retorciéndose en el centro del enorme cráter dejado por la explosión: el enemigo. Puntos rojos de luz brotaron vida en la pantalla de mi radar, tantos que cada punto toca otro. Me pareció ver a Rita inclinando la cabeza. Ella saltó hacia adelante, revoloteando a través del campo de batalla. Su hacha subía y bajaba. Cada vez que resplandecía, la cáscara de un Mimic se elevaba. La arena que salía de sus heridas giraba en los torbellinos trazados por su cuchilla. Ella les cortó con la facilidad de un láser que corta la mantequilla. Sus movimientos la hicieron crear un círculo a mí alrededor, protegiéndome.

Rita y yo habíamos pasado por el mismo entrenamiento, pero ella era como un monstruo mientras yo estaba tirado en el suelo, un juguete estúpido que ya no tenía baterías. Nadie me había obligado a estar aquí. Yo mismo me arrastre a este campo de batalla, y no estaba haciendo ni una maldita cosa buena por nadie. Mejor me hubiera muerto junto a Yonabaru. Al menos entonces no habría puesto a otro soldado en peligro tratando de protegerme.

Decidí no morir con las tres rondas que quedan en mi martinete. Levanté una pierna. Puse una mano en una rodilla. Me puse de pie. Y Grité. Me obligué a seguir adelante. El Jacket color rojo se volvió hacia mí. Escuche algo de ruido en mis auriculares, pero no entendí lo que estaba tratando de decir. Uno de los

Mimics se destacó del resto. No se veía diferente a los demás. Sólo otra ahogada e hinchada rana. Pero había algo en él que lo distinguía. Tal vez el estar cerca de la muerte había agudizado mis sentidos, pero de alguna manera sabía que era el con quien estaba destinado a luchar. Así que eso es lo que hice. Salté sobre el Mimic y arremetió contra mí con su cola. Sentí que mi cuerpo se aligeró.

Uno de mis brazos había sido cortado. El brazo derecho, dejando el martinete en la izquierda intacto. Que suerte la mía. Apreté el gatillo. La carga fue disparada en un ángulo de noventa grados perfecto. Un tiro más. Un agujero se abrió en el caparazón del Mimic. Un tiro más. Y perdí el conocimiento.



1 Originalmente aquí dice “Brass” que literalmente significa bronce, pero en el ejército la palabra se utiliza para referirse a los altos mandos, pero como no especifica cual, decidí poner general.

2 Jacket es el nombre de su armadura, como suena más cutre, la dejare así.

3 Se refiere a sí mismo en su traje blindado

4 Japón

5 La perra de metal, La perra metalizada. Como quieran llamarla. La dejare como está escrito originalmente.

6 Puerto para conexión directa.



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