Prólogo
Un mundo donde las espadas y la magia existían como una gran fuerza para mover a la sociedad.
El pueblo se llamaba Clamberra. Era un pueblo pequeño y decrépito estacionado en las afueras, ya menos de una hora a pie de él era un bosque tan vasto que se llamaba un mar de árboles.
El bosque se desbordaba de vida. Era abundante en el juego buscado por los cazadores, la madera para el fuego y las hierbas valiosas para transformar en medicina. Si solo hubiera dependido de esa gracia, Clamberra sin duda habría terminado en un pueblo mucho más animado de lo que era ahora. Pero a menos que sucediera lo impensable, los aldeanos sabían mucho mejor que acercarse.
Por los aldeanos lo sabían. Sabían que las profundidades del bosque ocultaban una existencia grotesca, un temible monstruo devorador de hombres.
En tal bosque vivía una niña.
Era un bosque en el que la gente rara vez entraba, por lo que siempre estaba sola.
Pero buscando algo en el mar de árboles, los aventureros de alguna franja rara vez pisaban su umbral. Cuando lo hicieran, la niña los llamaría desde las sombras sombrías.
Alguien me salve…
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