viernes, 6 de abril de 2018
The Witch’s House The Diary of Ellen 4.6
A la mañana siguiente.
Me desperté después de que padre fue a trabajar.
Yo estaba acostumbrada a despertar sola en la mañana, pero me sentí deprimida, probablemente debido a nuestra discusión de ayer.
Mirando por la ventana, el cielo estaba despejado y radiante. Justo lo contrario de cómo me sentía. Me apoyé en el borde de la ventana, pensando que podría obtener algo de ánimos de los rayos del sol.
Pensé en lo que paso ayer.
Cuando padre llegue a casa, tendría que hablar con él otra vez, correctamente ahora.
…sobre Ellen.
Yo no hablaría con todo el pueblo, pero hablaría con padre. Tal vez incluso podríamos ir a visitarla juntos.
Como padre era tan buena persona, tal vez él sólo había sido presionado por todos los demás hablando de esconder a un niño enfermo. Él no podía enfrentarse a ellos y sólo se vio obligado a aceptarlo.
Sí, eso debe ser.
Como una hoja abriéndose al bañarse en el sol, poco a poco recuperé mi alegría.
Cuando me disponía a salir a casa de Ellen, noté una carta sobre la mesa.
Lo recogí.
Era una carta de padre.
Él debió de haberla escrito ayer por la noche, o de lo contrario esta mañana.
Casualmente la abrí— luego me detuve. La doble y la puse sobre mi pecho. Tal vez había cosas escritas allí que no quería saber.
Oí mi corazón latir rápido con inquietud.
Pensé patéticamente por creer que sólo bañarse en el sol me daría coraje.
La leeré más tarde, pensé, metiéndola en el bolsillo de mi falda y saliendo de la casa.
En el bosque.
Caminé junto con una cesta, recogiendo flores.
Eran para hacerla feliz. Recogí flores con colores brillantes y fuertes, para que así aún sus ojos debilitándose pudieran verlas. Las que tenían un agradable olor eran buenas, también.
Su casa estaba llena de puras rosas, así que no tenía dudas de que incluso flores ordinarias la harían deleitarse.
En poco tiempo, la canasta se llenó de flores brillantes.
Cuando deje el jardín para dirigirme a casa de Ellen—
–¡Ouch!
Mi ojo pinchaba con dolor, y lo cubrí con mi mano. Parecía que un bicho o algo había volado a mí.
Vaya, qué mala suerte.
Caminé por el camino, frotándome el ojo.
Después de pasar el jardín de flores rojas y azules, mis pies se detuvieron.
En medio del camino rodeado de árboles, el gato negro estaba sentado mirándome.
Parecía que él estaba intentando bloquearme el camino. Mientras pensaba cuan pocas veces lo he visto afuera—
–Buenas.
El gato hablo con una voz juvenil y masculina.
El viento sopló entre el gato negro y yo.
Me encontré a mí misma mirando alrededor para asegurarme de que no había nadie allí. Entonces volví la mirada al gato.
¿Buenas? ¿Este gato negro acaba de decir «buenas»?
Como no dije nada por la absoluta sorpresa, el gato adorablemente ladeo la cabeza y habló de nuevo.
–Gracias por ser amiga de Ellen.
La voz inconfundiblemente venía del gato.
–Pero sabes, yo soy un mejor amigo de ella que tú.
Entonces el gato negro sacó su pecho ligeramente con una risa.
Yo luche por superar la impresión, y levantando el brazo en el cual colgaba la cesta, tímidamente murmure:
–Gatito... ¿Puedes hablar?
–Sí, –el gato llanamente respondió, agitando su cola larga en un amplio arco.
–Porque ella usa magia.
–¿Magia?
–Sí, magia.
Fui sorprendida por la palabra que recuerda a los cuentos de hadas. Pero, extrañamente, no me pareció tan inusual.
¿Este gato podía hablar gracias a la magia de Ellen?
Recordándolo, este era gato quien me invitó a la casa.
Ella quería a un amigo. Quizás el gato escuchó su ruego y me trajo con ella.
La imagen de Ellen y el gato negro hablando en su habitación me vino a la mente. Esta parecía más fantástica que inquietante.
Mi cara sonrió agradablemente.
El gato negro ladeo la cabeza con brusquedad, tal vez no se esperaba esa respuesta.
–¿No estas sorprendida?
Asentí.
–…Qué extraña niña.
–Hmph.
El gato negro resopló con aburrimiento. Luego habló alegremente.
–¿Por qué te llevabas tan bien con Ellen?
–¿Por qué...?
Confundida por la pregunta, las próximas palabras llegaron antes de pudiera preparar una respuesta.
–¿Porque sentías pena por ella?
–¿Eh?
El viento silbo entre el gato negro y yo.
–Porque podías mirar con lastima a la enferma Ellen, tan débil y sucia. Por eso es que te llevaste bien con ella, ¿no es cierto? ¿Para qué pudieras compadecerte de ella y estar agradecida de tu propia salud? ¿Te gustó sentirte superior, como si fueras su única amiga?
Un mal viento soplo, susurrando a mi falda.
Abrí mis labios al momento. Pero no pude pronunciar las palabras ahora mismo. Mi cabeza se calentaba, como si las palabras del gato negro estuvieran invadiendo mi cerebro, y me entró el pánico.
Hablé resistiéndome.
–…Eso no es cierto. Es decir, sí, sentí lastima por ella al principio. Pero al poco tiempo, realmente acabé siendo amiga de Ellen.
–Hmm.
A pesar estar más abajo que yo, el gato negro levanto ligeramente la barbilla como si me mirara inferior.
–¿Te enseñaron que debías ser amable con débiles?
–Yo simplemente pensé en eso por mi cuenta.
–Hmph. Bueno, está bien.
Entonces él fue silencioso.
¿Qué pasaba con este gato negro?
Lo miré con ojos abiertos.
Este gato no era un amable amigo. La imagen que había visualizado antes, de él y Ellen hablando agradablemente, desapareció como una ilusión.
Sentí como si el aire en el bosque hubiera cambiado drásticamente.
Pensé que debería ignorar al gato y pasarlo de largo. Pero por alguna razón, no podía mover las piernas.
–Ella va a morir hoy.
–¿Eh?
–Definitivamente, hoy.
El gato negro parecía observarme, entonces sacudió una de sus orejas.
–¿¡Oh!? Eso es extraño. ¿Acaso te sentiste aliviada?
Él comenzó.
–¡No lo hice!
–Hmph.
El gato negro fijó a su mirada en mí. Esos ojos de oro parecían estar mirando a mi corazón.
Desvié la vista. ¿Había sentido realmente alivio de saber que moriría?
No podía ser.
–Dije que Ellen podía usar magia, ¿verdad?
El gato negro me miró y repitió, para confirmarlo.
–Ella tiene un hechizo para curar su enfermedad, sabes. En realidad, es un hechizo que puede intercambiar su cuerpo con el tuyo.
Mi corazón saltó.
¿Cambiar de cuerpo?
Yo no entendía.
–Con la magia, su cuerpo y tu cuerpo sano pueden cambiar de lugar. De esa manera, ella puede ser saludable.
Sus palabras aceleraron mi pulso.
Eso.
Eso era...
Sacudí mi cabeza. Eso era imposible. Que pudiera existir tal magia, que Ellen la usaría. Porque si lo hiciera—
…¿No moriría yo?
–¡No te burles de mí!, –chille.
Apenas ayer pensé, si sólo yo pudiera ocupar su lugar. Pero no era una voluntad a condenarme a muerte lo que me hizo pensarlo.
Sudor se formó en mi frente.
El gato negro me ignoró y continuó.
–Ahora mismo, ella se está sacando los ojos y cortándose las piernas. ¿Sabes por qué? Para que así que después de cambiar cuerpos, puedas morir en la desesperación.
Disgustado por las palabras del gato negro, arrugue mi frente.
¿Podría Ellen...? ¿Por qué?
–Ella no haría eso.
–¿Hacer qué?, –dijo el gato ladeando la cabeza.
Me miró con ojos muy abiertos.
–¿Usar un hechizo para cambiar de cuerpo contigo? ¿Meterse los dedos en los ojos y arrancárselos? ¿Tararear mientras ella se corta sus podridas piernas? ¿Querer desesperación?
Sostuve mi pecho con fuerza, queriendo vomitar. Basta, basta. Eso es asqueroso. ¿Qué se supone que deba responder?
El gato negro parecía disfrutar enormemente de la vista. Él cerró los ojos y habló con elegancia.
–Lo puedo ver ahora. Ellen en su habitación, con vendas envueltas alrededor de sus ojos. Mis ojos han empeorado mucho, dice. Con las bonitas sabanas cubriéndolas, no notas que le faltan las piernas. Y hay un olor extraño en la habitación. Huele como a oxido. Sabes que es el olor de la sangre. Pero debido a eso, fuerzas tu cara y no huyes. Porque tú eres la amiga de Ellen. Simplemente no puedes dejarla y correr mientras sufre. De hecho, es todo lo contrario. Hoy has venido para estar a su lado en su sufrimiento.
Cubrí mi boca con las manos al momento. Sentí bilis subiendo hasta mi garganta.
Las palabras del gato negro implacablemente revolvían mis órganos. Reptaban su camino a mi cerebro, produciendo imágenes horribles.
¿Cómo podía decirlo tan innegablemente?
Él lo dijo como si hubiera visto la escena.
Ni siquiera podía mantenerme de pie. Puse mi mano en un árbol cercano.
–¿Qué es lo que piensas, al ver a Ellen al borde de la muerte así? ¿Sientes lastima? O ¿asco?
Como si luchando contra sus olas de ansiedad, le alce la voz, casi gritando al gato negro.
–¡Yo no pienso nada! ¡Ellen es sólo Ellen!
–¿Por qué me gritas? ¿Estás entre la espada y la pared?
Escuché una risa de algún lado. ¿Quién era? ¿Quién podría ser? No era el gato, ¿o lo era?
Abrí mis ojos y lo mire.
No podía dejar de llorar. Extraño. Fue sólo una mosca que golpeó mi ojo, pero dolía terriblemente.
El gato negro casualmente continuó.
–Ellen dice, en esa condición... que ella quiere pedir prestado tu cuerpo por un solo día.
Sostuve mi ojo sintiendo un dolor punzante, como si una estaca fuera clavada en él.
–Es su último deseo. Sí, ella dice, un solo día.
El gato claramente pronuncio la parte de «un día».
Quería apartar la mirada, pero no podía.
Él continúo.
Sentí como si quizás hubiera habido la más pequeña partícula de patetismo en su voz.
–Dime, amas a Ellen, ¿verdad? ¿Tú realmente la amas? ¿No es sólo compasión?
–¿Realmente no tienes miedo de su enfermedad?
–¿Le creíste? Estabas segura de que ella no mentiría. Pensaste que una chica más joven que tú no te engañaría.
–Tu padre te dijo que no vayas demasiado profundo en el bosque. No conocía a ninguna chica llamada a Ellen. ¿Está segura de que deberías creerle a Ellen, y no a él?
–Ella vivía honestamente. Tú no podías ser honesta. Eso es todo lo que hay.
–La cosa es, tú no puedes volver ahora. Ya has cambiado de cuerpo.
–Después de todo—
–Después de todo, ¿no estás hablando conmigo ahora mismo?
El gato negro sonrió.
Aunque sin duda, un gato no podía sonreír. Los lados de su boca se alzaron, enseñando sus colmillos afilados y encías rosadas.
En ese momento.
Mi visión se sacudió, y como si congelándome de los dedos de los pies para arriba, perdí la sensación de las piernas.
Un viento fuerte sopló a través de los árboles, y sus susurros me sonaban como una risa burlona.
Olas de desprecio. Y allí estaba yo en medio del remolino.
Me dolían los ojos. Tanto, tanto dolor. No podía parar las lágrimas. No se me concedió ni siquiera respirar.
Con mi conciencia desvaneciéndose, lo vi.
Ellen acostada en la cama.
Con vendas envueltas alrededor de ambos ojos.
Yo me senté en la habitual silla junto a ella, gentilmente tomando sus pequeñas manos.
Sus labios tenuemente morados se movieron débilmente.
Una desgarradora voz que se aferró de mi pecho llego a mis oídos poco después.
–Solo por un día... Quiero que me prestes tu cuerpo.
Sí. Cuando eso sucedió...
Solté la canasta que estaba sosteniendo y las flores se esparcieron.
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