Capítulo 4 ~ Una chica que era amada
Entonces una chica vino a jugar.
Una linda chica con trenzas doradas.
…No vayas demasiado profundo en el bosque.
Eso es lo que mi padre siempre me había dicho.
Todos los adultos en el pueblo decían lo mismo, así que parecía una advertencia cliché dicha a los niños que querían jugar en el bosque.
El viento soplaba, haciendo que mi falda y trenzas doradas se mecieran.
Manteniendo el pelo fuera de mis ojos, miré hacia arriba. A través de las aberturas entre las ramas verdes encima de mi cabeza, apenas podía ver el cielo azul.
Era una caliente tarde de verano.
Y ahí estaba yo, en el bosque.
Había un gran bosque cerca de la aldea en que vivía.
El bosque, que era abundante todo el año, era muy útil para los aldeanos. Me gustaba recoger flores ahí mismo, y era un patio de juego familiar para mí.
Pisé las ramas con mis zapatos de cuero.
Camine por el bosque con un sentimiento confuso.
Voy a jugar en el bosque, dije casualmente. A mi espalda, padre lo dijo de nuevo.
No vayas demasiado profundo en el bosque.
Dijo él con la misma casualidad, eso sentí. Lo dejé deslizarse a través de mis oídos como de costumbre. Pero por alguna extraña razón, sus palabras parecieron aferrarse en mi pecho hoy.
Ahora tengo trece años.
¿De verdad crees que podría perderme en el bosque, papá?
Mi padre, un cazador, iba al bosque todo el tiempo. Había adultos que iban a buscar plantas silvestres, también.
No es como si ellos no pudieran ir a lo profundo del bosque. ¿Por qué decirnos que no podemos ir? Parecía no haber ninguna razón en absoluto.
Tal fue mi pensamiento mientras caminaba a lo largo del bosque, yendo más profundo de lo usual.
Dudé un poco, pero sabía mi camino de vuelta. Yo seguí caminando.
Había hierba alta por todos lados, probablemente porque la gente rara vez pasaba por este camino.
Pronto me sentí cansada y me senté en un árbol caído de tamaño moderado.
Había pequeñas flores blancas alrededor del árbol. Mientras contemplaba a las adorables flores, pensé.
Ellas tenían el mismo nombre que yo— Viola.
Aunque no las veía a menudo, ya que esta no era su temporada.
Amaba las flores. Tan solo mirarlas parecía hacer pasar el tiempo en un parpadeo.
Un viento agradable soplaba contra mi cabello. Sentarme ahí en el viento me hacía sentir que yo misma era una flor.
Un bosque perfectamente tranquilo.
Hizo a mis ojos cerrarse.
…Y entonces...
Crujido.
Casi salto en sorpresa por el ruido de la maleza detrás de mí. Cuando me di vuelta, las palabras de mi padre llenaron mi cabeza otra vez.
¿Qué haría si fuera una bestia? Pero no podía haber bestias en tan superficial bosque.
Limpiándome el sudor frío, vi...
Meeoh.
Un gato negro, maullando en voz muy baja.
Me miró con ojos de oro, agitando su larga cola.
Después de que mi respiración se detuvo por un momento, tomé un profundo suspiro.
–Menos mal...
Me reí, reía de mi propia estupidez.
–Ven aquí.
Me agache y le hice una seña. El gato secamente me dio la espalda, así que me apresuré a ponerme de pie.
Pensé iba a huir, pero no fue así. Caminó lentamente dentro de mi vista, volteando a mí y maullando otra vez.
Me quedé de pie y parpadee.
¿Me decía que lo siguiera...?
Me pareció extraño pensarlo, pero eso era lo que parecía.
No creí que el gato estuviera invitándome a entrar en un mundo de sueños o algo así, pero mis pies naturalmente lo siguieron.
Caminó en la espesura del bosque, tomando un camino que no conocía.
Quizás a este ritmo, me adentraría demasiado en el bosque...
Dudé. Pero sólo por un momento. Mi prisa al perder de vista al gato negro me llevó a saltar a la espesura.
Caminé detrás del gato negro. Más allá de la espesura con brechas apenas lo suficientemente anchas como para una persona.
Después de un tiempo de subir y bajar pendientes leves, un área abierta apareció a la vista.
Era un pequeño jardín de flores.
Flores rojas en forma de campana y las flores azules florecían en una mezcla.
¿Quién sabría que había algo así en este lugar? Me deleite al ver las flores. Me agache para recoger una, y el gato negro maulló para llamarme.
Cuando levante la vista, lo vi sentado en una brecha entre los árboles, mirando hacia mí. Parecía que el camino continuaba.
El gato no esperó a que me pare y fue más profundo.
–¡E-Espera! –Levante la voz, pero sabía que eso no detendría el gato. Me apresuré a ponerme de pie y renuentemente deje atrás el jardín de flores.
Seguí al gato negro entre los árboles.
Y ahí apareció ante mí—
–Wow...
Un gran jardín lleno de rosas rojas.
Un suspiro escapó de mi boca.
Había un solo camino delante de mí, como si adornado por las rosas alrededor de él. Y había todo tipo de flores, no sólo rosas.
Al final del camino había una gran mansión.
Sentí que realmente había sido llevada a un mundo de sueños.
Seguí el gato hasta la mansión.
Miré hacia arriba al edificio de dos pisos. Un techo rojo descansaba encima de muros de piedra oscura. Había flores decorando las ventanas. La casa se levantaba como si oculta por los árboles que lo rodean.
El gato se deslizó por la puerta de la casa. ¿Ya había sido abierta? La puerta no se cerró, pero permanecía entreabierta.
Como si impulsada por el aroma de las rosas, como si invitada por el gato, abrí la puerta del frente.
–Buenos días...
Dije tímidamente. No hubo respuesta. Di un paso en la alfombra rosa.
La casa estaba un poco oscura. Habían rosas rojas sobre de mesas pulidas. No parecía estar abandonada.
De repente, una sombra cruzó mi visión.
Mi cuerpo se puso tieso por la sorpresa. Fue el gato negro.
Suspiré.
–Dios, no me asustes...
El gato negro me miró a los ojos y burlonamente agito su cola, luego procedió por un pasillo.
Lo seguí.
Pasé por numerosas habitaciones. Caminando a través de una cocina, noté una olla calentándose hirviendo. Pero no vi a nadie cerca.
Pensando que era extraño, seguí al gato subiendo unas escaleras.
En el segundo piso, había un largo pasillo. Luz brillante entraba a través de las ventanas, iluminando las rosas.
Había solo una puerta al final del pasillo. El gato negro se detuvo delante de la puerta, dobló sus piernas y alzo la vista a mí.
Ábrela, parecía estar diciendo.
¿Había alguien esperándome allí adentro?
Tomé el mango con inquietud, y un poco de anticipación, y abrí la puerta.
Era una pequeña habitación.
Luz tenuemente entraba por la ventana en la pared opuesta, brillando sobre una cama en el centro de la habitación.
El gato negro salto de mis pies al borde de la ventana. Y como si dijera que su recorrido estaba completo, se sentó allí y se relajo.
Con las manos juntas sobre de mi estómago, camine lentamente por el piso con figuras de flores.
Había una pequeña niña durmiendo en la cama.
Fui al lado de la cama, pisando silenciosamente. Cuando le vi la cara, mis manos enlazadas inconscientemente fueron a mi boca.
La chica tenía el pelo largo color púrpura y usaba un moño rojo. Pero el rostro de la niña estaba casi cubierto de vendas. Las vendas tenían manchas negras y oscuras, y las partes descubiertas mostraban trozos de la piel hinchada roja debajo.
Las venas pueden verse claramente en su delgado cuello; sin duda el cuerpo ocultado por las sabanas era delgado y huesudo.
Sólo no pensé en salir corriendo ante la vista debido a su hermoso, brillante, cabello púrpura.
Golpe.
De repente oí la puerta cerrarse, y me di vuelta. Pensé que alguien iba a entrar, pero me equivoqué. La puerta abierta simplemente se había cerrado de golpe.
Estaba aliviada, y miré de vuelta a la niña en la cama.
Y recupere mi aliento.
La niña abrió los ojos y me miró.
Tal vez el sonido la había despertado. Ella parpadeó lentamente. Volteo a mirarme con ojos de oro adornados con largas pestañas.
–¿Quién es usted, señorita...?
La chica susurró en una voz como campanas, sin embargo ligeramente seca. Tal vez fue porque ella recién había despertado, o porque ella no había hablado en mucho tiempo. Podría ser cualquiera.
Entré en pánico. No es sólo la culpa por entrar en la casa sin ser invitada. También me puso nerviosa mirarla a los ojos.
No pude desviar la mirada y respondí.
–Yo... soy Viola.
–Viola...
La niña repitió mi nombre en su boca como para confirmarlo.
Sus labios estaban agrietados, y se veía muy pálida.
Después de algún tiempo, la niña preguntó.
–¿No tienes miedo?
–No tengo miedo.
Rápidamente le respondí, pero temblé al final.
Olvídate de que su piel estaba cubierta de vendas; lo que vi que no estaba cubierto hacia fácil imaginar lo que escondían.
Estaba claro que ella no estaba en una condición normal. Pero la niña acostada de lado ante mí era solo una niña.
Sería fácil desviar la mirada con asco. Pero sentí demasiada pena por ella para hacerlo.
Como para demostrar la verdad de mis palabras, me arrodillé en el suelo, poniéndome al nivel de sus ojos. Su cabeza siguió mi movimiento. Al hacerlo, su pelo púrpura se deslizo hacia abajo.
Sonreí para ella, y ella levantó sus labios en una aliviada sonrisa también. El aparente dolor de su movimiento hizo a mi propio corazón doler.
¿Tenía ella terribles quemaduras? O ¿tenía una enfermedad que afecta su piel?
Sin preguntarlo, la niña habló como si leyera mis pensamientos.
–Estoy… enferma, –dijo ella, desviando la mirada de mí–. Estoy durmiendo aquí porque estoy enferma. Siempre he estado aquí. Tú eres la primera en visitarme además del doctor, señorita Viola. Así que... estaba sorprendida.
Era una voz a punto de desvanecerse.
Pensé que tenía que decir algo. Pero no sabía qué decir.
Levanto una mano de las sabanas. Cada dedo estaba cuidadosamente envuelto en vendas.
Su temblorosa mano se alzó hacia mí. La tomé como si aceptara algo importante.
–Yo soy… Ellen. Serias...
Mirando desde la mano al hombro al cuello, me encontré con las lágrimas de la niña— de Ellen.
–¿Serias mi amiga?
No había ninguna forma de que no asintiera, moviendo la cabeza.
La niña enferma— Ellen, parecía estar limitada a esta casa en el bosque.
Las personas que la atendían vivían en la casa con ella. Nadie de la familia, parecía. Por la manera que ella habló, no parecía muy encariñada con ellos.
Parecía estar en condiciones particularmente malas ese día, así que solo hablamos un poco, luego me fui a casa.
Cuando le prometí que vendría a visitarla una vez más, sus ojos brillaron y sonrió.
Fui a lo largo por el pasillo y baje al primer piso.
La olla en la cocina que estaba hirviendo antes se había detenido.
Entonces había alguien aquí. Quizás el médico del que habló.
Busque en las cercanías por una persona, pero no encontré a nadie.
–Con su permiso, –dije a nadie en particular y salí por la puerta del frente.
Caminé por el jardín de rosas y en ningún momento encontré un camino familiar. Mirando hacia atrás, no vi nada, solamente bosque verde.
¿Había estado esa casa realmente ahí?
¿Había estado esa niña realmente ahí?
Así fue como llegué a pensar.
Dejé el bosque por un camino plano, usado. El sol se ponía, y los campos lejanos y techos de la aldea eran teñidos naranja.
Oh, no. Era la hora cuando padre regresaba del trabajo. Me apure en regresar a casa. Mi madre había fallecido temprano en mi vida, así que dependía de mí preparar la cena.
Mientras hacia la cena, recordé la casa de Ellen.
El jardín de rosas de color rojo oscuro. La mansión rodeada de árboles. La niña postrada en la cama que vivía allí como en secreto.
Ciertamente no era de por aquí. Nunca había visto a alguien con ojos de oro cerca. Su pelo morado claro también era muy raro.
Tal vez se mudó aquí de una tierra lejana. Tal vez para curar su enfermedad, vino al bosque con su aire limpio.
Pero era asombroso para mí que fuera preparada una casa tan grande para una niña tan pequeña.
Tal vez ella era la hija de alguien rico y famoso en el extranjero. Una princesa, incluso. Un perro ladrando afuera me regreso de mis sentidos. Padre estaba en casa. Fui a la puerta principal para saludarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario