Capitulo 2.3 - Despertar
Ese día.
Era un día claro, sin viento.
El niño vino a visitarme temprano en la tarde.
Lo encontré en el camino de la entrada y lo invité a pasar, como es costumbre, pero él me detuvo.
“Hey, Ellen. ¿Quieres jugar afuera?”
“¿Afuera?”
Me detuve con mi mano todavía en el picaporte.
“Yo… no puedo salir afuera.”
“¿Por qué no?”, preguntó el niño con unos ojos sinceros.
Como si mis ojos nadaran en los alrededores, le dije “Um, porque, estoy enferma.”
“¿Enferma?”
El niño me miró cuidadosamente desde la cinta roja en la cima de mi cabeza, de una única pieza, hasta el final de los dedos de mis pies, y se rió.
“¿Cómo? Estas totalmente sana, Ellen. Solo tienes que salir un poco, vas a vivir.”
“……”
No dije nada.
“Hay un ENORME error anotado por allá, y quiero saber si sabes lo que dice.”
El muchacho inocente salió corriendo.
… No puedes salir afuera.
La voz del gato negro volvió a mí.
Justo después, también lo hizo la del niño.
…Solo tienes que salir un poco, vas a vivir.
Una dulce invitación.
Apreté mis labios.
…Sí. Sólo un poco.
Me imaginaba jugando con el niño en el jardín a unos segundos de distancia, y coloque un pie adelante.
Y en el siguiente momento ––
Zaz.
Me sentí como si fuera golpeada en la cabeza con una maza y caí al suelo.
De repente, mi visión se nubló. Me sentía debíl, como si algo enorme estuviera encima de mí.
El chico se dio cuenta y se apresuró a volver hacía mí.
“¿Qué sucede?” Sostenía una mano apuntando hacía mi.
¿Tropecé? No, yo no habría tropezado. Un agudo dolor atacó mis articulaciones, dejándome incapaz de soportarlo.
“U–Um, yo solo…”
Sostuve mi doloroso ojo derecho. ¿Duele? ¿Por qué? Sentía un dolor detrás de mi ojo, y noté algo tibio escaparse a través de mis dedos.
“¡Eeh…!”
El niño se echa hacía atrás, al darse cuentas antes que yo de que eso era sangre.
Reaccione exageradamente a su rechazo, insistí que estaba bien y forcé una sonrisa.
La piel de mi mejilla se caliento y se derrumbo.
El rostro del muchacho se empalideció y retrocedió. Ya estaba bastante lejos –– ahora parecía que estaba a punto de correr.
Su cara de susto… sus ojos parecían ver algo inhumano.
Estaba confundida, pero traté de negar lo que estaba sucediendo.
“N–No, mira, esto es ––“ “¡WAAAAAHHH!”
Ante de que pudiera terminar, me dio la espalda y huyó. Corrió desesperadamente, casi tropezando consigo mismo.
Estire mi brazo hacía él.
…¿Por qué? ¿Por qué huyes? Habíamos jugado juntos. Tú eras mi amigo. Porque…
No pude gritar.
Mi mano se volvió una garra, buscando contraer la espalda del niño.
Cuando vi la piel en esa roja e hinchada mano, mis ojos se abrieron de par en par.
“Aaahh…”
En algún momento, el gato negro había aparecido junto a mí cuando mentí sobre el motivo.
Había desaparecido completamente ya que el chico había llegado.
“Te dije que no podías salir de la casa, Ellen”, dijo, con el cantado ‘te lo dije’.
“Después de todo, Ellen. ¿Estás enferma, no?”
Como si aquellas palabras fueran una señal, todo mi cuerpo se estremeció. Un familiar dolor se arrastró por mis piernas y mi cara. Sentí un escalofrío, sin embargo las áreas inflamadas de la piel y de la parte de atrás de mis ojos estaban terriblemente calientes.
Baje la mirada a mí regazo, a mis dolorosas piernas, luego soy asustada por el gato.
“¿Mi enfermedad no se curó?”
“Por supuesto que no. Tú no has hecho nada.”
Me sentía como si hubiera sido empujada por un precipicio.
Pensé que todo se había resuelto cuando me convertí en una bruja.
¿Cuándo me convertí en una bruja, no había vuelto a nacer?
“Mientes.”
“No lo hago”, dijo mientras oscilaba su cola.
“Puedes estar saludable dentro de la casa. Porque estás protegida por la magia. Pero una vez que te vas, está desaparece. Y has vuelto a la normalidad. Sobre todo desde que estas enferma, lo mejor es no salir. Así que ya lo sabes.”
El gato negro arqueó una oreja.
“Y ahora has comenzado otra carrera.”
“¿Otra?”
Su frase me hizo temblar. Porque me hizo sentir como si él conociera mi pasado, y cómo mis padres me abandonaron a causa de mi enfermedad.
El chico que huía se superpone con las imágenes de mi madre y mi padre abandonándome sin mirarme.
“Pero está bien, Ellen, ¿Ves? Incluso si no puedes curar tu enfermedad, una bruja no puede morir.”
“... ¿Qué quieres decir?”
“Quiero decir que puedes vivir para siempre.”
Dentro de lo que dijo tan casualmente, no pude entender inmediatamente su gravedad.
¿Para siempre?
“Así es”; el gato respondió a la voz de mi corazón.
“Incluso si dejas que avance tu enfermedad, y las piernas se te pudren, y te queda ciega, y tu cara se vuelva tan hinchada que ni siquiera se podrá saber quién eres, seguirías viviendo”, sonrío, “para siempre. Porque eres una bruja.”
Sus palabras giraban en mi cabeza, y mi visión se volvió oscura.
Me habría encantado verme en el espejo. Ahora, en mi imaginación, el espejo estaba roto, y se desmoronaba en pedazos.
…¿Para siempre?
¿Viviré, seguiré enferma, para siempre?
Si no podía ser curada, ¿No sería totalmente igual que como había sido? No, sería aún peor. Para seguir viviendo con mi enfermedad. Para no morir aún cuando empeoró. No debo ser capaz de salir de esta casa. ¿Estaré obligada a vivir aquí –– para siempre?
Porque yo soy una bruja.
Porque yo soy una bruja, dijo.
Quería desgarrar mi cuerpo, como si lo hubiera hecho antes. Pero me resistí a hacerlo. Porque sabía que eso no resolvería nada. Y porque alguien me estaba mirando. Y su corazón se complace al ver mis emociones cambiantes.
Temblaba en bruces en el suelo, y recé para que esto fuera solo un sueño. Pero no podía calmar mi dificultosa respiración y dejar que el tiempo transcurra.
Poco a poco, la impaciencia y el remolino de tristeza dentro de mí se consolidan en una sola emoción.
Era odio hacía el gato negro.
Soporté el dolor en mis piernas para escalonar mis pies. Rechine mis dientes pensando que era suficiente como para romper los dientes traseros, miré hacía él.
Había pensado en mirarlo, pero con el punzante dolor en mis ojos, no podía concentrarme. Aún así, me quedé observando al demonio negro delante de mí.
Él estaba esperando que yo me refugiara en el interior.
Estaba esperando de mí quejas y pedidos de ayuda.
No le concedí eso.
“Oh, vamos, Ellen. ¡No me mires así! Que me estás avergonzando”, dijo, totalmente perturbado.
Tomé un respiro antes de gritarle. Pero no le grite, y en su lugar le hable a través de un largo suspiro.
“… ¿por qué hiciste esto?”
Mi voz salió más baja de lo que esperaba.
El gato negro no respondió.
Continué.
“¿Cuál es el punto?”
Él no dijo nada.
Me fui al borde de las lágrimas.
“Si esto es, la forma en que las cosas van a ser, entonces, yo…”
“¿Mejor dicho sólo quieres morir?”, me interrumpió. Mi cuerpo se estremeció.
Preferiría morir. Abrí la boca para mostrar mi acuerdo, pero solo salió un leve suspiro; mi garganta no podía producir sonidos.
El gato se encogió de hombros.
“¿No tenías frío, en aquel callejón? No tenías ni casa u otras cosas. Querías un lugar cálido.”
El gato habló en su forma habitual. Él no me estaba menospreciando, ni actuando engreído.
“Te he dado lo que querías. No creo que debas odiarme por eso. Comida caliente, conocimiento, amigos, oh, y yo soy tu amigo. Y un cuerpo saludable para empezar. Bueno, o al menos eso parece, por lo menos.”
Oí a mi impulso inicial ser machacado.
“Ni siquiera lo sabes. Pero lo necesitabas.”
“¿Saber qué?”
Traté de mantenerme fuerte, pero mi voz temblaba.
“Lo infeliz que eras.”
Miré al gato negro con una expresión de incredibilidad.
Él no le prestó atención y continuó.
“Un ser humano que no conoce el calor simplemente se muere de frío. Pero quienes lo hacen saben que pueden morir por culpa del frío. Así que son infelices. ¿Lo comprendes? Tú eras infeliz. Pero si morías de esa manera, no podrías ser feliz. Deberías de haber sabido de tu infelicidad.”
“¡No seas ridículo!”
Grité, palideciéndome. No quería oír nada más. La tención hecha ya sea de sangre o lágrimas fluyo de mi ojo derecho por mi hinchada mejilla.
¿Debería haberlo sabido?
“Eso es ridículo…”
Sentí que mi débil resistencia se desmoronaba. Estaba mareada, ya al punto de desmayarme.
No podía entender completamente lo que el gato negro me decía.
Pero yo sentí que tenía aquella esencia.
Había aprendido todo tipo de cosas en esta casa. Tuve la libertad de un cuerpo sano. El disfrute de aprender cosas que no conocía. Y poder jugar con amigos. Tuve todo tipo de posibilidades.
Ahora que sabía todas estas cosas, la realidad de mi enfermedad, en comparación con el momento en el que no sabía nada, era mucho más severa.
Me sentí como si estuviera siendo hecha para bailar en su palma. Los ojos del demonio negro vieron a través de todo, nada que perdonar.
De repente, me di cuenta de que estaba agarrando un cuchillo materializado en mi mano derecha.
El gato que todavía se mostraba de un movimiento desvió la mirada. Él vio el cuchillo y silbó.
“¿Sólo destruyes todo lo que no te gusta, eh? Bien. Bien y simple. Me gusta el corte de tu horca. Pero creo que hay otra manera.”
Grité y lance el cuchillo hacía el gato negro.
No importaba donde lo golpeé. Yo solo quería hacer una abolladura en su tono despreocupado.
Él no lo esquivo.
El cuchillo se deslizó a través de sus costillas, la hoja se hundió profunda y gratamente en sus órganos.
Él no mostro ningún signo de dolor, abulto sus ojos dorados hacia mí.
“Es importante que grites” está frío, “Ellen”.
Detrás de su despreocupada voz habitual había un tono frío muy agudo.
Quería salir corriendo en ese mismo momento, pero mis ojos sólo nadaban, y mi cuerpo no se movía.
El gato saltó ágilmente de pie y me empujó hacia abajo.
Él dio un paso con fuerza en la hinchada mejilla con una pata delantera.
Grité. El intenso dolor de que me tocara directamente los nervios en la mejilla recorrió todo mi cuerpo.
El gato acercó su cara a mí y abrió la boca. El cuchillo todavía sobresalía de su costado.
Él susurro.
“¿Sólo quieres vivir? ¿Vivir una larga vida? No, tú tienes un deseo. Dilo, Ellen. Dime lo que no puedes soportar el no tener.”
…Tenía razón, pero no podía decírselo.
Me di la vuelta. Pero él no me dejaba escapar, y continuó susurrando.
“No fuiste amada. No por cualquier persona. Tu padre no te miraba, tu madre te abandonó. A pesar de que no era amor, aún querías amarlos. Sí, debido a tu enfermedad, no te querían. Qué extraño. No hay ninguna razón para no hacerlo. Realmente debes de haber sido eso. Digamos, incluso aquel chico te abandonó cuando se enteró de que estabas enferma. Qué cruel. Todo es debido a tu enfermedad. ¿Ya sabes lo que quieres, no? Lo que realmente quieres, desde el fondo de tu corazón. ¿No? No puedes volver a ese frío, callejón oscuro.”
Cada una de sus palabras era una apuñalada en mi corazón.
No quería escucharlo. No debería hacerlo. Mis oídos trataron de filtrar cada palabra, cada sílaba que decía.
“Yo…”
Mientras gemía, soportando el dolor, me encontré a mi gemido volviéndose un lamento.
…Lo sabía. No tenia que decírmelo.
No me amaban. Y yo quería que me amaran. Así que quería un amigo humano. Echaba de menos a otra persona.
¿Pero no fue todo una mentira?
Incluso el niño escapó cuando vio mi verdadero yo.
Al igual que mi madre y mi padre.
Siempre estaría sin amor.
Debido a la maldición de mi enfermedad que duraría para siempre.
Lloré como una niña abandonada. Como una niña al darse cuenta de que nadie vendrá a recogerla, por lo que sólo seguirá llorando.
Pensé que jamás tendría algo nunca más.
Sin nadie para amarme, mi espíritu se pudriría en esta casa.
Todo por culpa de mi tonta elección.
Debido a que ingenuamente había aceptado convertirme en una bruja.
Mi corazón se hundió en la desesperación, no podía ver nada.
No había ningún rayo de luz en la oscuridad.
Justo cuando estaba a punto de no escuchar nada bueno,
Lo oí susurrar.
“Te voy a enseñar un hechizo para curar tu enfermedad.”
Sonó en mis oídos y se me pusieron los pelos de punta.
Dejé de llorar y me quedé mirando al gato negro. Sentía la cálida luz del sol nuevamente en mi piel. Llegue a pensar eso, todavía era temprano en esta tarde.
El gato dio un paso fuera de mi cuerpo. Con un latigazo de su cola, mi cuerpo volvió a lo que antes había sido.
Sentí el desagradable dolor ser ablandado. La apariencia curada calmó mi corazón.
El gato negro confirmó la esperanza en mis ojos y habló.
“¿Cómo, te estarás preguntando? Simple.”
Llevaba su inocente expresión habitual.
“Solo aliméntame como lo hiciste antes”, él movió su boca.
“Te di magia porque me dejaste comer a tu padre y a tu madre. Es una cosa parecida”, movió la boca.
“¿Te dije que había otra manera, no?”, salió de su boca.
“Eso es exactamente lo que esta casa es” él continuó moviéndola.
“Dame de comer a más gente. Y te voy a enseñar un hechizo para curarte.”
El gato corrió hacia mí. Casualmente puso una pata en mi hombro, acercándose lo suficiente a mi oído como para comerlo.
Y lo oí abrir su boca y entonces él dijo,
“Puedes tener cualquier cosa que desees. Porque eres una bruja.”
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