viernes, 6 de abril de 2018

The Witch’s House The Diary of Ellen 3.2






Pasaron muchos días y noches.

Al cambiar las estaciones igual lo hizo el bosque, las flores en el jardín se marchitaban y floreciendo nuevamente. Las estrellas arriba, destellantes, no cambiaban sus alineaciones, sino sólo sus posiciones.

El tiempo pasaba lentamente pero con seguridad.

…Y con todo mi cuerpo seguía siendo de una niña de siete años.

Me di cuenta de esto nuevamente el día que mate a un humano y vi su memoria.

Ese humano adulto había sido un niño que, hace mucho tiempo, escapó por un capricho.

Había pasado suficiente tiempo para que un niño se convirtiera en adulto. Comparé mi propio cuerpo con el del cadáver plenamente maduro a mis pies.

Yo no había crecido un centímetro. Es más, mi cabello y uñas no habían crecido tampoco.

Era como si el tiempo se hubiera detenido para mí. Y sin embargo la maldición de mi enfermedad progresaba dentro de mí.

Las brujas no mueren, había dicho el gato negro. Débilmente me preguntaba si esto era lo que significaba vivir para siempre, oliendo el aroma de una rosa recién florecida.

Había vivido aquí mucho tiempo y aprendí muchas cosas, pero mi cerebro de siete años olvidaba mucho.

…Tal vez debería hacer un diario.

Un libro abierto lleno de páginas en blanco apareció en la mesa delante de mí.

Un libro de cubierta roja.

¿Qué escribiré? Sin siquiera pensarlo, la pluma comenzó a moverse por sí sola, elegantemente anotando las cosas.

Ah. Así que no necesito escribir. Porque parecía que el diario ya estaba escribiendo cosas que ni siquiera podía recordar –la casa sabía más sobre mí que yo misma–.

De esa manera, incluso mis pensamientos actuales podían volverse palabras en las páginas.

Dejé el diario detrás, que sea escrito como la magia de la casa elija, y partí.

Todo tipo de personas llegaron al bosque.

Niños jugando.

Amantes encontrándose.

Adultos pasando para cazar o hacer negocios.

Y además, algunos adultos venían a buscar a sus niños, o para investigar el bosque.

Manipulaba el bosque con gran habilidad. Miré hacia abajo desde lo alto en el cielo, con la visión mágica sobre todo el bosque. Despejé un camino como un hilo enrollándose para llevar gente a mi casa.

Comenzando a aburrirme de las trampas de la casa, opte por jugar con la magia del gato negro. A veces yo misma me involucraba.

Ellos desviaban la mirada. Eso estaba bien. Enredaderas de rosa se enrollaban alrededor de sus cuellos. Dura como metal, se enterraban con fuerza en la piel. Justo antes de que sus cabezas rodaran, ellos me miraban y decían «Bruja».

Algunos luchaban, otros se enojaban, otros insultaban.

No me molestaba por esas cosas. Porque incluso los más grandes eventos de todas sus vidas eran, para mí, un capítulo de mi vida cotidiana.

Los mire con la barbilla en las manos como si viera una obra de teatro. Sus maldiciones pasaban atreves de mis oídos.

Pero de repente, tuve un pensamiento.

Acerca de cómo me llamaron bruja.

¿Podría ser que era conocida?

–¿Hm? lo hiciste a propósito, ¿verdad? –, dijo el gato negro, mirando a un charco de sangre en el piso.

–¿A propósito?

–Sí. A veces dejas a la gente que viene aquí huir. Obviamente los rumores van a difundirse.

Ah. Quizás tenía razón.

Hubo momentos en que hermanos o amantes se perdían aquí, y yo maté a sólo uno del par, dejando al otro huir. Y no fue ocurrencia de una sola vez.

No sé qué estaba pensando particularmente en esos momentos, pero pensando en ello, era verdad.

Tal vez quería ser conocida.

Que mi existencia lo fuera. Y que vivía profundo en el bosque.

Tal vez yo odiaba vivir desconocida para todos. Me sentía sola. Quería que todos vinieran a jugar.

–¿En serio?

El gato negro sonrió con una boca que goteaba rojo.

Le respondí con una sonrisa del mismo grado que la suya.

Sí. Quiera a amigos. Amigos que darían su vida por mí. Era como un juego de pescar a otros –solo que yo era la única que corría detrás de ellos–.

Y en algún lugar escuché otra rosa florecer.

Cuando venia un niño con costosas prendas o accesorios, los robaba y probaba en mí.

Giraba delante del espejo. ¿Y bien? ¿Me queda? El gato negro siempre simplemente decía que era linda, lo que era aburrido.

Así que rápidamente me aburrí de eso y guarde las cosas en un armario.

La medicina del demonio se mesclaba en té o pasteles para que pudiera fluir a través de mi cuerpo.

Como un ritual diario, me hundía en el sofá rojo y esperaba. Cuando era la hora, una medicina dulce aparecía en la mesa delante de mí.

Hoy, fue tarta de fresa.

Clave el tenedor a través de la fresa en la punta y observé el jugo fluir hacia fuera.

Debo decir que no disfrutaba matando gente exactamente. Los Mataba de manera brutal, pero no me gustaba hacerlo.

Sólo lo hacía para complacer al demonio.

Por supuesto, a él le encantaba ver sufrir a la gente. Se deleitaba comiendo almas empapadas en la desesperación.

«No, no quiero morir, no aquí, no ahora. Ayúdame.» las almas que murieron con esos pensamientos eran deliciosas, dijo.

No podía distinguir esos sabores yo misma –no tenía ningún deseo de degustarlos–, pero él me felicitó por los mejores. En pocas palabras, eran más rentables.

Fue por eso que empecé a matar a la gente de esas maneras.

La casa también lo sabía. Optaba por los más horribles métodos. ¿Los había ideado la bruja que vivía aquí antes de mí?

No tenía ningún interés en ello. Termine acostumbrándome al olor de las tripas, pero eso fue todo.

Últimamente había estado cortando las manos de la gente para juntarlas, pero solamente como ingredientes para hacer medicina. No tenía ningún interés particular en hacer disecciones. El cocinero me asistió en esto. Aunque le faltaba algo de cabeza –en ambos sentidos– y a algunas veces casi me cortó por error.

Me pregunte por qué una persona así estaría aquí, pero supongo que la bruja anterior deseaba sus habilidades de cocina.

Sabía cocinar todo. Por desgracia, yo tenía poco interés en la cocina y sólo comía pastelillos y tartas, así que puede haber sido algo aburrido para él.

Así que, no. No me gusta matar gente.

Porque, míralo de esta manera. Hay humanos que matan cerdos, ¿no es cierto? Ellos lo hacen para comer, pero no disfrutan lo que están haciendo. Es la misma cosa.

–¿A quién diablos hablas? –, preguntó el gato negro, sentándose a mi lado mientras me comía mi tarta.

A quién, en efecto. A alguien leyendo este diario, sin duda.

Dibuje las letras en el aire con el extremo del tenedor.

–¿Estás escribiendo un diario?

Correcto. Aunque no soy yo quién está escribiendo, sino la casa.

–Bueno, eh. ¿Puedo leerlo?

No le contesté, empujando un pedazo de tarta a mi boca.

Por supuesto, seria mentir si dijera que no me gustaba la sensación de euforia cuando la casa comía un humano.

Pero eso era de esperarse. Provocaba una reacción en mi cuerpo, pero no había nada que pudiera hacer… oye, gato, ¿por qué sonríes?

Me familiaricé con el demonio cuervo.

Lo vi por la ventana, llamando «Alo». La voz gruesa y estridente del cuervo no podía ser buena para mi corazón.

Me molestaba saber todo lo que pasaba por el bosque, menos el cuervo. Siguiendo ese pensamiento, tampoco podía saber dónde estaba el gato negro. Quizás todos los demonios eran así.

Y en lo que se refería a lo incomprensible, estaban también los relojes de la casa.

Sin importar cuánto cambiara de forma la casa, los relojes se mantenían en las mismas posiciones, realizando fielmente la marcha del tiempo independientemente de mi voluntad.

Era como el latido del corazón. Inafectado por la conciencia de su propietario, su predeterminado ritmo no podía ser alterado. Era el pulso de la casa—

El cuervo toco mi mejilla trayéndome de vuelta a la realidad. Parecía haber terminado de llevar las medicinas.

Con el fin de determinar la medicina que necesitaba, era necesario que el demonio cuervo mirara dentro de mi cuerpo.

–Eres como un médico, –le dije–. Eh, –dijo.

–Bueno, entonces ¿no podrías curar mi enfermedad? –, pregunté–. Sólo el gato puede hacer eso, –dijo.

–Hmph.

Estaba un poco decepcionada, y mire con sospecha al cuervo.

Por la manera en que él lo dijo, podría ser que tenía la capacidad, pero dejaba el deber de curarme al gato negro.

Pero preguntarle a un demonio más al respecto no me llevaría a ningún lugar.

Me tragué mis sospechas y pregunte otra cosa.

–¿No es un poco extraño que se comen a la gente, y sin embargo tienen el poder para curarla?

El cuervo se rió. –Déjame ponerlo en tus términos. Tendrías un problema si un cerdo enferma, ¿no?

Con la Sensación de que llegaría a algo, levanté una ceja. –¿Es un problema para los demonios si los seres humanos están enfermos?

El cuervo abrió su gran boca y dijo, –no lo es tanto. Pero lo es si queremos jugar, – entonces se rió crudamente.

Su voz sucia y discursito hizo mi cara torcerse.

–Nosotros –. ¿Era eso el cuervo y el gato negro?

Sentí desagradable pensar que estos demonios tenían sus manos en todo.

Lleve la taza de té a mis labios, y luego me di cuenta.

…Espera. Si un cerdo...

¿No fue eso lo que escribí en mi diario antes?

–Podría ser... ¿espías los diarios de la gente?

–¡Wuup! –El cuervo huyó por la ventana con una prisa aparentemente intencional.

¿Por qué? Tú... lo perseguí hasta la ventana, pero no podía continuar.

–¡Hey! No te burles de Ellen.

El gato negro apareció de algún lado y saltó al techo con el cuervo.

El cuervo lo miró y hablo con una voz intimidante.

–No hice nada. Eres tan odiosamente sobre protector. Lárgate.

–¿Q–qué?

El gato y el cuervo comenzaron a luchar en el techo, aunque el cuervo esta solamente a la ofensiva. El gato negro chasquea sus bigotes, llamándome con los ojos. Ayúdame, Ellen, decían.

Observé durante un tiempo y pronto suspire ruidosamente, lo suficiente como para que me escucharan, entonces salí de la habitación.

–Hey, Ellen, ¡no me ignores! –, dijo el gato patéticamente detrás de mí. Oí al cuervo reír mientras se iba volando.

El gato saltó dentro la habitación y me siguió. Una de sus orejas se había perdido en la lucha.

–Eres mala. ¿Por qué no me ayudaste?

–Puedes simplemente conseguir uno nuevo, ¿no? –, sonreí de oreja a oreja.

Aunque el cuerpo del gato negro sea herido, él tenía toda una reserva de cadáveres de gato de reemplazo.

–Pero yo quería ser salvado por ti, Ellen.

–…

–¿Estás escuchando?

Lo ignore y me fui.

…¿Por qué no lo había ayudado?

Seguramente ya lo sabías. No quiero que mi cuerpo esté afuera ni un segundo. Tanto como sacar la mano por la ventana haría desaparecer la magia, y mi piel empezaría a hincharse.

Pero no lo dije.

Fruncí mis labios temblorosos.

Porque yo era una bruja. Una bruja no podía decir esas cosas tan patéticas. Si comenzaba a quejarme, me abandonarías. Bueno, aunque no pensaba que en realidad lo haría.

Camine por el pasillo, sin mirar hacia atrás, con el negro gato siguiéndome. Pronto, él estaba en mi hombro, diciendo cosas triviales.

Qué tontería. Fue una farsa.

Murmure a mí misma, ignorando lo que dijo. Aunque yo estaba completamente en las garras de los demonios, actuaba como si viviera sola.

Porque sabía que eso le gustaba. Eso es lo que buscaba el demonio en una bruja.

Cuando abrí la puerta, salió al cocinero, llevando un cuchillo.

Su cuerpo gigante y feo, lleno de parches, blandía un cuchillo goteando sangre roja y oscura, preguntó en un tono de voz estúpido.

–¿Por cuánto tiempo debo seguir colectando manos de cerdo?

–Hm.

Me encogí de hombros.

–…Tendrás que preguntárselo a él.

Le pregunté.

–¿Oye, por cuánto más?

–Aún no es suficiente, –respondió el gato negro.

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