viernes, 6 de abril de 2018

The Witch’s House The Diary of Ellen 4.3



Temprano en la mañana de otro día.

–¿Saliendo tan temprano?

Padre me habló mientras me agachaba en el jardín delantero, atando mis zapatos.

Me di vuelta y vi que padre estaba a punto de irse, también.

–Sí.

Me paré y enderece mi falda.

–Oye, tienes un hilo flojo.

Padre extendió su mano a mi cintura, pero me aleje como si escapando.

–Está bien, puedo arreglarlo yo misma.

En silencio se encogió de hombros. Volví a atar la cinta alrededor de mi cintura y salí corriendo.

–¡Ten cuidado! –gritó desde atrás.

No tenía que ser tan ruidoso.

Cerré mis puños con fuerza. Estaba demasiado avergonzada para responder.

Corrí hacia el bosque.

Bajo la sombra de los árboles, me liberé de la luz del sol de a mediados del verano.

Recobre mi aliento y limpie el sudor de mi frente.

Me había acostumbrado mucho a ir a la casa de Ellen.

Me sentí como si visitara la casa de un chico en secreto. Pero era una niña, algo más joven que yo.

Era como una casa secreta. De pie ahí completamente sola, desconocida para todos. Nadie más que yo conocía este lugar. Nadie la conocía.

Sólo yo tenía el billete para el mundo de los sueños. Me emocionaba eso.

Ellen era una niña extraña.

Nunca fui tan buena hablando con la gente. Prefería dejar que otra persona hable y escuchar atentamente.

Y sin embargo cuando estaba con ella, me di cuenta que las palabras fluían fácilmente.

Yo simplemente estaba hablando sobre asuntos triviales como lo que tendría para comer en el día, o lo que ocurría en la aldea, pero todo parecía fresco para ella. Ella parecía disfrutar enormemente escuchándome.

Dependiendo de su condición, ella podía ser habladora o callada. La manera en que se movían sus ojos felinos mientras hablaba era muy linda.

Ella sabía a todo tipo de cosas.

Flores eficaces para el tratamiento de quemaduras, plantas eficaces para lastimar la garganta.

Cuando le dije que ella era muy útil, ella solo se reía, «todo lo que hago es leer».

A veces era capaz de adivinar perfectamente el clima, para mi sorpresa.

–Estoy agotada... Voy a dormir una siesta.

Era un día donde la cálida luz del sol invitaba a dormir.

Ellen habló conmigo un poco, luego dijo eso. Yo asentí con la cabeza y ayude a cubrirla con las sabanas. Ella me dio las gracias y se acurruco en la cama.

Un rato después, respiraba tranquilamente, habiendo caído en un sueño profundo.

Apoyé la espalda en mi silla, escuchándola chillar. Cerré mis ojos también.

A lo lejos, oí a pájaros piar.

Esta era una casa en el bosque. El aire por la ventana era reconfortante. No había ninguna conversación de la gente, ningún ruido bullicioso.

«Seguramente, vivir en un lugar como éste curaría tu enfermedad».

Eso pensé. Pero abrí mis ojos y mire hacia ella.

¿Estaba Ellen mejorando?

Pensé en preguntarle, pero no quería preguntar acerca de su enfermedad.

Porque no podía hacer nada al respecto solo con preguntar. Porque Ella sin dudas quería hablar de otras cosas.

Terminé quedándome dormida, también. Me desperté con el aire fresco acariciando mi mejilla.

Noté que había una manta sobre mis rodillas. Me sorprendió ver la cara de Ellen muy cerca de mí. Ella tenía su mano en mi regazo.

–Oh, ¿te desperté?

Me miró a los ojos y rio tímidamente.

–Pensé que podrías tener frío... Ehehe.

Ellen estaba fuera de la cama y se inclinó contra mí con una rodilla arriba.

Una pierna asomo de su falda. Su delgadez me hizo estremecer; era como si no tuviera ninguna carne en ella.

Sus vendajes se habían soltado un poco al levantarse de la cama, y pude ver piel roja oscura.

Tal vez fue sólo mis ojos, pero parecía que hueso sobresalía en unos lugares.

Había manchas rojas frescas por su movimiento, dejadas alrededor del piso.

Era la primera vez que había visto sus piernas.

–¡Ellen! Tus piernas...

–Estoy bien. Puedo soportar algo como esto.

Ella sonrió, pero la sonrisa parecía forzada, y su mano me agarró firmemente.

Me recordó cómo había dicho que le duele moverse.

Ella no podía caminar con esta condición. No estaba bien. El sudor de su frente lo probaba.

¿Y sin embargo salió de la cama para ponerme una manta? ¿Sólo por mí? ¿Para qué no tuviera frío?

Era tan desgarrador, tuve el impulso de abrazarla. Pero al mismo tiempo, yo estaba preocupada por la imagen de su terrible enfermedad.

–Puedo soportar el frío bien. Realmente no deberías presionarte a ti misma, Ellen.

–…Bueno.

Al final, todo lo que podía hacer era ayudar a Ellen a regresar a la cama.

No podía mirar fijamente a sus piernas rojas. Olían como a antiséptico mezclado con sangre, lo cual me produjo náuseas.

Puse a Ellen en la cama y la cubrí con sabanas.

Ella se acostó y sonrió en lugar de un agradecimiento verbal. Sonreí débilmente de vuelta. Aun había manchas rojas en las sabanas al borde de mi vista.

Mi vista deambulo, y miré a la ventana.

La luz del sol entraba directamente de lado a la habitación. Parecía que mucho tiempo había pasado mientras dormía. El aire fresco me hizo temblar.

–Deberías volver antes de que oscurezca, –dijo Ellen.

–Sí. –Asentí.

Tras una breve pausa, me levanté de la silla.

Caminé hacia la puerta, y antes de salir, me volví a Ellen.

–Nos vemos, –dije, agitando la mano.

La luz que venía detrás de ella resplandecía demasiado como para ver su expresión.

Estaba perturbada, percibiéndola como si no tuviera rostro. ¿Por qué tal cosa siquiera me vino a la mente?

Después de agitarle la mano, salí del cuarto.

Caminé por el pasillo como de costumbre y baje las escaleras. El crujido del suelo hizo eco a lo lejos.

Caminé con una mano en la frente.

La imagen de las piernas rojas de Ellen no dejaba mi mente.

Ella estaba enferma. Lo había olvidado por completo, mirando solo a su rostro que actuaba saludable.

Mientras pasaba por la cocina sin señales de nadie, la ansiedad me llenaba.

¿Por qué las personas que cuidaban de ella nunca se mostraron ellos mismos a mí? Y Sin embargo me daban té, y me dejaban entrar.

¿Es que no querían tocarla? ¿No querían ni siquiera conocer a alguien que la había tocado?

Quite la mano de mi frente como desconcertada, y miré a mi palma. Después mírala un rato, sacudí mi cabeza para ahuyentar a mis pensamientos estúpidos.

No era contagiosa. Me lo dijo Ellen.

Había con seguridad alguien a su lado, atendiéndola. Ellos la tocaban, y la envolvían en vendajes, y le daban medicina.

Ella debería de estar bien.

Tal vez me afectó ese olor de antes. No me gusta de mí pensar en estas cosas.

Creeeak.

De repente, oí la puerta crujiendo, y me di vuelta para mirarlo. El gato negro asomó su rostro hacia fuera de la puerta de madera.

–Oh, eres sólo tú, gatito... –dije en voz alta.

Actué como si no hubiera sido sorprendida. El gato negro me miró. Generalmente me saludaba con un maullido bajo, pero hoy no dijo nada. Él me miraba profundamente, el gato negro. Sus ojos de oro parecían coincidir con los de Ellen, me asustaba.

Queriendo salir de allí inmediatamente, corrí hacia la puerta.

Salí al exterior como si mi cuerpo entero estuviera saltando hacia fuera.

Estaba oscuro, y las rosas parecían más oscuras en la tenue luz.

Pasando por el jardín de rosas, miré hacia atrás a la casa.

No era nada. Era sólo la casa de Ellen, a la que me había vuelto tan acostumbrada.

Entonces ¿Por qué las paredes grises parecían tan opresivas, como si fueran a aplastarme? Tal vez era sólo la sombra de las ventanas.

El viento susurraba, ventilado mi corazón. Me sacudí la creciente ansiedad en mi cabeza y corrí. A casa, rápidamente.

Con todas mis fuerzas, corrí a través del jardín y por el camino del bosque.

Finalmente, llegué a casa, y padre ya estaba allí–. Llegas tarde, –dijo en voz baja. Cuando me vio la cara, sus ojos se afilaron.

–¿Qué pasa, Viola?

Observe a mi padre, retomando mi aliento.

Debo de haberme visto como estuviera a punto de llorar.

Cuando la magia de la casa de la bruja se desvanezca.

Te conoceré en mi verdadera forma.

Eres tan amable.

Seguro que tendrás simpatía, ¿verdad?

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