viernes, 6 de abril de 2018

The Witch’s House The Diary of Ellen 4.2




La siguiente tarde.

Comí el almuerzo, y lave los cubiertos. Seque el lavado y tomé un respiro. Mis tareas para el día estaban hechas. Salí hacia el bosque.

Porque le prometí que iría a visitarla de nuevo. Sentía en algún lugar en mi corazón, que ayer había sido un sueño, así que en parte, también quería confirmar eso.

Caminé por el sendero familiar del bosque y me dirigí a su casa.

Aunque sólo había recorrido el camino una vez, no me perdí para nada, llegando al jardín de flores rojas y azules.

Saliendo de la espesura, vi el jardín de rosas y la roja mansión. Lo mismo que había visto ayer.

No, no había sido un sueño.

Giré la manilla. La puerta no estaba cerrada.

¿Había sido dejada abierta para mí? A decir verdad, no estaba cerrada ayer, tampoco. Quizás era así para que el gato negro pudiera pasar.

Eso parecía inseguro. Tal vez sencillamente que viniera gente era algo muy raro.

–Viola.

Cuando abrí la puerta, Ellen gritó en voz baja al ver mi cara.

La chica que ayer estuvo postrada en la cama ahora estaba sentada, su espalda apoyada en una almohada grande.

Parecía estar mejor que ayer.

Había unos cuantos libros sin terminar alrededor de su cama, y una mesa redonda al lado de ella con una humeante taza de té.

–Volviste... Estoy tan contenta.

Ellen entrecerró sus ojos para mirarme. ¿Qué clase de expresión era esa? Mi pecho latía.

Aunque su rostro estaba cubierto de vendas, el gesto me ayudó a ver como no es diferente de una chica normal.

Jale una silla cerca de la cama y me senté.

Otra vez, no vi a nadie en el camino al cuarto de Ellen.

Pero viendo sus vendajes recién reemplazados y el té en la mesa, estaba segura de que había alguien atendiéndola en la casa.

Había dos tazas de té.

Viéndome notarlo, Ellen hablo.

–Ese es para ti, Viola.

¿Lo había preparado la persona cuida de ella para mí?

–¿Puedo?

Ella asintió con la cabeza.

–Gracias.

Tomé la taza de té.

La taza blanca estaba decorada con motivos florales en forma de línea, y se veía muy cara. Una gran diferencia de las tazas aburridas en mi casa.

Ellen alcanzó lentamente por su té. Era una mano tan pequeña, y temblaba. Incluso me encontré pensando «por fin» cuando al fin tomó la taza de té.

Ellen sonrió, notando a mi mirada preocupada. Sonreí también, sintiéndome un poco tímida.

Mientras bebía, miré alrededor de la habitación.

Las paredes blancas no tenían ni una mancha sobre ellos. Los muebles eran preciosos. Pequeñas estanterías estaban repletas de libros de coloridas pastas. Floreros costosos contenían hermosas rosas.

Miré a su cinta y vestido de una pieza. La tela era de tan alta calidad, que casi estaba celosa.

Esta niña debe ser muy amada, me convencí a mí misma. Porque creía que el dinero gastado en ella debía ser igual al afecto que recibía.

Como antes, el gato negro durmió en el borde de la ventana, recogiendo los rayos del sol sobre su cuerpo negro.

–¿Ese gatito es tuyo?, –pregunté.

Ellen inclinó su cabeza.

–Hmm... No realmente. Sólo le gusta estar por aquí.

–¿En serio?, –le contesté, encontrándolo inesperado.

Meooow, el gato hizo como si respondiera.

Sentí que él estaba diciendo «Eso no es cierto», y me reí.

Ahora había dos tazas vacías sobre la mesa.

Oí a un pájaro volando muy cerca de la sala. ¿Había un nido por ahí? Miré por la ventana con ese pensamiento, luego me volví a Ellen.

–Oye, Ellen. Tú no siempre viviste aquí, ¿no?

–Sí, –ella asintió.

Sus manos se doblaron limpiamente en las sabanas.

–Vine aquí hace mucho tiempo… ¿Cómo lo sabias?

–Debido a tu inusual color de ojos.

Ella los parpadeó. Entonces sonrió, como si recordara.

–Oh sí. Lo leí eso en un libro, una vez.

Ella tomó uno de los libros junto a la cama y lo abrió.

–No hay gente con ojos de oro aquí, ¿no? Vamos a ver... Mira, aquí está.

Cogí el libro de las manos de Ellen y mire a la página indicada.

Ciertamente, hablaba de la historia de los colores de ojos de la gente en la región.

Pero me sorprendió lo pequeño que las palabras eran, apretadas en la página.

Solo leerlo me hizo doler la cabeza. ¿Podría una chica más joven que yo realmente leer un libro tan difícil?

Pregunté, sin quitar los ojos de las palabras.

–Ellen, ¿puedes leer libros como éste?

–Sí. No puedo salir, así que la lectura es básicamente lo único que puedo hacer...

Al escuchar la voz de Ellen caer repentinamente, levante la vista. Su cabeza colgaba.

Ella no simplemente leía porque le gustaba.

–¿No puedes salir?

–No.

Ellen levanto la vista con el pensamiento.

–N-No es contagiosa ni nada. Pero mis piernas... me duele moverlas.

Seguí a la mirada de Ellen a sus piernas. Aunque no podía saber su condición, ocultadas por las sabanas.

–Ya veo...

Eso fue todo lo que pude decir. Esperando cambiar de tema, le pregunté alegremente.

–Oye, Ellen, ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

Ella sacudió la cabeza.

–No lo sé. Sólo estaba... aquí. Yo solía vivir en otro lugar, pero... no recuerdo.

–¿Y qué hay de tu padre y tu madre?

Ella sacudió la cabeza otra vez.

–Yo solía vivir con ellos. Pero... no los he visto desde que llegue aquí.

No le pude creer al instante.

Prepararon una tan maravillosa casa para ella, sin embargo ¿no vienen a verla?

Pero su cara me lo contó todo. Entristecí, y estaba desesperada por animarla.

Elegí mis palabras cuidadosamente y actué alegre.

–Estoy segura que están ocupados con el trabajo.

Ellen me miró.

–¿Trabajo?

–Sí. –Asentí, mirando alrededor, a los muebles de la habitación.

–Quiero decir, tienen una casa tan grande para que vivas. Eso debe costar un montón de dinero. Y está el costo de la medicina, también. Deben estar muy ocupados trabajando por ti como para poder verte a menudo, Ellen.

–Hmm...

Ellen bajó la mirada, pensando.

Ella frotó sus dedos vendados.

–… ¿Están trabajando... para mí?

–¡Correcto!

Un esfuerzo más.

–Todo es para ti, Ellen. Mi padre siempre llega tarde a casa debido al trabajo, también.

–Ya veo...

Ellen pensó, todavía con la cabeza baja.

Pronto, vi la chispa volver a sus ojos.

Ella levanto la vista hacia mí, me quitó el libro y lo cerro de golpe. Me sorprendió un poco el sonido. Ya que se había ido su rostro sombrío, ella me miró y sonrió.

–Oye, Viola, tus ojos son verdes, ¿no?

Titubee ante la obvia y repentina pregunta.

–¿Eh? Sí.

–Tu pelo es radiante como el sol, y tus ojos son como hojas brillantes. ¡Es tan bonito! ¿Puedo verlos más cerca?

Me reí nerviosamente ante la Ellen repentinamente alegre. Pero era mucho mejor que verla triste.

–Mis ojos no son tan interesantes...

–No, son realmente bonitos. Muéstrame.

Tímidamente acerque mi cara a Ellen. Ella jugo con la cinta en mi trenza con sus pequeñas manos, mirándome a la cara.

Nos miramos una a la otra de cerca. No estaba segura si estaba viendo vasos sanguíneos pasando a través de sus ojos de oro debido a su enfermedad, pero emitían un color extraño.

Mirarlos tan de cerca, sentía que podía ser jalada hacia ellos. Los ojos de Ellen eran mucho más bonitos que los míos.

De su cuerpo provenía un olor único de la gente enferma, un olor a medicina.

Sus palabras –«no puedo irme»– parpadearon en mi mente.

Hay alguien que te ama.

Me hizo feliz saber eso.

Esa noche, en la cena.

Padre y yo nos sentamos uno frente al otro, y comimos.

Estaba mirando al vacío, pensando en Ellen.

–¿Algo bueno sucedió hoy? –preguntó padre con sospecha.

Al parecer había estado sonriendo sin ni siquiera darme cuenta.

–N-No, ¿nada...?

–Hmmm.

Después de mi cortante respuesta, no dijo mucho más.

Padre puso un corte de carne en la boca.

–Está bien ir a jugar, pero no vayas demasiado profundo en el bosque.

Mis manos se detuvieron en medio de partir un pedazo de pan, entonces asentí después de un pensarlo un poco.

La casa de Ellen estaba en el bosque.

Pero no parecía la parte profunda del bosque que a padre le preocupaba. Podía llegar algo rápido, sin perderme.

Por otro lado, «profundo en el bosque» parecía describir la casa de Ellen perfectamente.

Me sentí un poco incómoda y continúe comiendo, sin ver a padre a los ojos.

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