jueves, 22 de marzo de 2018

Iris en Días Lluviosos 1.6



DOS DÍAS ANTES


Era el primer día dese el fallecimiento de la profesora.

Pasaba el tiempo ociosamente en la mansión. Había estado sentada en silencio toda la noche, observando el paisaje fuera de la venta de la sala de estar. El cielo era irónicamente azul, y los pájaros gorjeaban. Casi parecían estar cantando un himno de paz. Pero, sentía que yo era la única persona que quedaba en el mundo. No estaba triste. Más que nada, era incapaz de abrazar completamente la verdad.

Sin saber qué hacer, eventualmente regreso a mi rutina de trabajo habitual.

Mis quehaceres.

Le doy una buena limpieza a la mansión, corto el pasto, pago las cuentas.

Cuando intenté lavar la ropa de la Profesora, encontré que mis manos temblaban. Después de preparar las comidas, entré en shock al darme cuenta que nadie se comería mis platos.

La cama del cuarto de la Profesora estaba fría. Cuando por mi cabeza pasó la idea de que esa cama nunca volvería a calentarse, sentí un desgarro en mi pecho.

Ni siquiera sabía qué estaba haciendo. Pero, continué con mis quehaceres. Fue así como escapé de la verdad. Para mí era, simplemente, demasiado terrorífico hacer frente a la realidad.

Cuando es de noche, eventualmente no me queda nada más que hacer.

Me siento en el salón fuera de la habitación, abrazando mis rodillas, sentía que si esperaba por suficiente tiempo la Profesora podría volver. Era por eso que sostenía con fuerza el estuche de sus cigarrillos y la esperaba toda la noche.

Pero, la Profesora no regresó.

--ADVERTENCIA--

En la madrugada, hubo una voz electrónica proveniente de mi circuito mental.

--LA BATERÍA SE ACABARÁ EN 5 MINUTOS--

Una voz sin entonación, habló en tono de negocios.

--POR FAVOR COMIENCE A CARGAR LA BATERÍA DE INMEDIATO--

Me puse de pie inestablemente y me dirigí a duras penas al laboratorio4. En mi camino, caí por las escaleras porque se me acabó la energía. Mi pie derecho se dobló en una dirección extraña. Arrastrando una de mis piernas, caminé lentamente hacia el laboratorio. Sentada en el cama que era blanca como la leche, abrí mi muñeca. Apareció la unidad de enlace para la recarga.

Fue en ese momento que tuve un impulso repentino de cortar mi muñeca.

Si corto mi muñeca, moriría. Tendría una salida fácil. Podría ir donde la doctora había ido.

Como mi estado mental ha sido un lío desde la muerte de la Profesora, procedí rápidamente a cumplir mi deseo.

Mientras sostenía una linterna de reparación, presioné el interruptor. Una nubecita de aire caliente salió disparada de su boca. Poco después apareció una columna roja de llamas. Moví lentamente el mechero hacia mi muñeca. Aparecieron gotitas de metal, como sudor, y la unidad de enlace lentamente se derritió. En diez segundos, la toma de corriente se quemó en su totalidad. Gran cantidad de aceite negro de máquina salió disparado de él.

Fue una escena miserable. La explosión de aceite de mi muñeca llegó incluso al techo. El laboratorio, que estaba tan blanco como un campo de nieve se convirtió en un cuarto oscuro lleno de aceite maloliente. Observando la escena, en estado de éxtasis, la voz electrónica “¡ADVERTENCIA! ¡ADVERTENCIA! ¡ADVERTENCIA” gritó histéricamente dentro de mis circuitos mentales.

Tuvieron que transcurrir cinco minutos para que todo el aceite de máquina saliera de mi cuerpo. Solo había un líquido negro que seguía brotando de mi muñeca. Era casi como la fuente de agua de la plaza frente a la estación de tren.

Y entonces.

Tuve un violento ataque de escalofríos.

Nunca antes había sentido algo así. Mareos, náuseas, y un dolor intenso, como si mi cráneo fuera doblado y arañado, me dio en forma rápida una y otra vez. Como un humano que bebió veneno, mis labios estaban temblando. Sintiéndome extremadamente enferma, rodé por el suelo, adolorida y abracé mi pecho.

--¡ADVERTENCIA! ¡QUEDAN 30 SEGUNDOS PARA QUE SE ACABE LA BATERÍA! POR FAVOR COMIENCE DE INMEDIATO CON LOS PROCEDIMIENTOS DEL MANTENIMIENTO---

4 Lit “y trastabillé hasta el laboratorio”.

En su tono de voz habitual, de negocios, la voz electrónica declaró mi muerte cercana.

De repente, como una lunática, mis ojos se abrieron ampliamente.

…¡No! ¡No quiero morir!...

Me puse de pie con pánico y agarré violentamente el cable de recarga. Intenté varias veces enchufar el cable en la toma de corriente de mi muñeca. Sin embargo, la unidad de carga se había deformado por el calor. Como tratar de poner hilo a una aguja, todos mis intentos de enlazar el cable con la unidad fallaron.

--LA BATERÍA SE ACABARÁ EN 10 SEGUNDOS, 9, 8, 7…--

Jadeando del miedo, continué pinchando con el cable la unidad de enlace de mi muñeca. Pinchazo. Pinchazo. Pinchazo. Pinchazo. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir.

Con un crujido del cable al ser enchufad en la unidad de carga, electricidad y aceita de máquina comenzaron a entrar a mi cuerpo. El sonido de advertencia se detuvo, y se me quitó el ataque de escalofríos y la sensación de nauseas.

Estaba aliviada, desde el fondo de mi corazón.

Ah… no tengo que morir ahora.

Genial.

…¿Genial?

Me impresionó mi pensamiento.

¿Es bueno que no haya muerto?

…¿Siendo que la Profesora había fallecido?

¿Vivir sola es algo tan alegre?

¿Aferrarme desvergonzadamente a la vida y vivir en deshonor algo tan alegre?

La otra mitad dentro de mi cuerpo seguía murmurando.

Iris Rain Umbrella. ¿Por qué sigues viva? Eres un robot, después de todo. ¿Por qué le temes a la muerte? Cuando el maestro al que servías se ha ido para siempre, tu existencia ya no tiene significado. A pesar de esto, ¿Por qué te aferrar aún a la vida? ¡Muere! ¡Muere! ¡Muere rápido ahora!

Me sentí extremadamente disgustado conmigo misma, arañé fieramente mi cabeza e intenté arrancarme el cabello.

Indudablemente, estaba obsesionada con la vida. Quería vivir. No quería morir. Eso era lo que sentía, me di cuenta de esto la primera vez que encaré a la muerte.

Me despreciaba a mí misma. A pesar de que amaba mucho a la Profesora, a pesar de haberle dicho desvergonzadamente a diario cuánto la amaba. Ni siquiera podía "presionarme" a seguirla.

Cuando tiraba de mi cabello, el cable que colgaba de mi muñeca golpeaba el suelo. Era extremadamente problemático, pero no tuve el coraje de arrancarlo. Las paredes y el techo eran negros y malolientes. Sentada en la sangre negra que había salido de mi cuerpo, seguía tirándome el pelo como una lunática. Cayeron al suelo docenas y docenas de cabellos arrancados de mi cabeza.





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