domingo, 10 de junio de 2018
Shuumatsu Nani Shitemasu ka? Isogashii desu ka? Sukutte Moratte Ii desu ka? vol4 cap4.8
¿Qué Harás en el Final?
Aiseia Myse Valgalis es una chica bastante sospechosa. Siempre usaba esa sonrisa que sonaba artificial para esconder sus verdaderas emociones. Cuando sus amigas se lastimaban, o incluso cuando las perdía para siempre, ella nunca se quitó esa vaga máscara de sonrisa.
Como resultado, muchas de las pequeñas que no la conocían muy bien la tomaban de corazón frío. Porque ella se mantenía sonriendo no importando lo que ocurriera, ellas tenían la impresión que realmente no le importaba nadie más que ella.
Ahora, esa Aiseia estaba en el cuarto de lectura, investigando algo. Ella sacó un libro grueso del estante, lo esparció por el escritorio, paso sus hojas, colgó su cabeza, y murmuró ‘nada’, luego lo regreso.
[Lo sabía desde el comienzo, pero las cosas que puedes aprender son realmente limitadas.] Ella lo dijo con un suspiro.
[¿Quieres saber algo que no puedas aprender aquí?] Lantolq de pronto lo dijo desde atrás, causado que Aiseia saltara con un grito. [¿Libros de teología? No me pareces del tipo que lea de esos.]
[¿Q-Q-Qué haces aquí Lan? ¡No me asuste así desde atrás!]
[¿Cómo se supone que venga desde el frente cuando tienes la cabeza debajo del escritorio? ...Parece que estás investigando mucho.]
[Ah, haha, siento como que no voy a nada.] Aiseia lo dijo con una risilla mientras se rascaba la parte trasera de su cabeza.
[…Mi cuarto está a la par del tuyo.]
[¿Huh? Oh, sí, es cierto.]
[Admiro tu fuerza para nunca llorar en frente de otros, pero, si lo haces en tu cuarto, por favor baja la voz. Estos muros son muy delgados, así que puedo escucharlo.]
[¿¡En serio!?] Aiseia parecía genuinamente asustada, una vista que Lantolq no veía en un rato. [Uh… ah, lo tendré en cuenta desde ahora, y apreciaría si pudieras olvidar que nunca escuchaste nada…]
[Ni le iba a decir a nadie igual. No dejaré todos esos esfuerzos que pusiste en tu sonrisa falsa sean un desperdicio.]
Kutori y Nephren.
Un poco más de medio mes paso desde que perdieron dos compañeras—no, dos amigas. Todos sabían que ya era tiempo que terminara. Lo sabía, pero hacerlo así probaría ser más bien difícil.
Además, Lantolq escuchó que hasta hace poco, un hombre llamado Willem Kumesh había vivido también en el almacén. Por solo caminar, encontró rastros de él en todas partes, lo quisiera o no. Un colgador para un uniforme masculino. Una rasuradora para bello fácil. Largas botas. Botellas de especias. Unos puntos importantes que se agregaron a la lista de las reglas del baño. Al final del menú de la cafetería, un nuevo objeto de ‘Postre del Día’ fue añadido, y luego borrado.
Las hadas del almacén era su hogar. El lugar al que pertenecían. Su lugar de nacimiento. Pero, en dos meses que se habían ido, un completo extraño entro y transformo este preciado lugar. ¿Por qué tenían que soportar los sentimientos de despego y disconformidad del único lugar en el mundo el cual les daba paz y nostalgia?
Lantolq no podía aceptarlo. Ese hombre era su mayor enemigo.
[Lo conociste y hablaste con él, ¿verdad?] Aiseia pregunto. [Debiste ser capaz de decir qué tipo de persona es él. No pudo ocultar nada para salvar su vida.]
[Por desgracia, solo vi su lado hábil y devoto.] Lantolq agitó su cabeza. [Me temo que no puedo sacar conclusiones de tal prejuiciosa información.]
[En verdad eres una molestia… bueno, siempre lo supe.]
Cállate.
[El mejor siempre es el que muere primero. Es lo que dice Grick.] Noft lo dijo, tocando sus manos en el viejo piano frente a ella.
Desde que Kutori se llevó a Desperatio con ella, Noft temporalmente era un hada sin espada. Además, por aparte, desde hace medio mes, ella no se cortó su cabello. Lentamente empezaba a ser como las otras chicas.
[Estoy segura que ese Emnetwyte debió ser un buen chico.]
[Esa lógica llena todos los vacíos, pero considerando que Aiseia y yo somos las únicas usuarias compatibles, es más bien persuasivo.] Lantolq lo dijo.
[Hey, también cuenta a Tiat.]
[…Oh, es cierto.]
Para ser honesta, Lantolq solo veía a Tiat como una pequeña hada que no hacía nada más que perseguir a Kutori. Ella nunca pensó acerca del hecho que Tiat un día pelearía a su par. Pero, al final, esa es la vida. El tiempo nunca deja de moverse, y nada deja de cambiar. Esos quienes se quedaban atrás o se presionaban con seguir la corriente.
[Y además, no he terminado aún. Mi vida fue salvada, y no dejaré que se desperdicie.] Noft lo dijo mientras empezaba a tocar una canción.
Una melodía viva y de tempo ligeramente rápido salía del piano. ¿La canción reflejaba el humor de Noft? ¿O ella la escogió para tratar de hacer que Lantolq se sintiera mejor?
En una vasta y cenicienta planicie, Willem abrió sus ojos.
[…Uuh…]
Él rápidamente los cerró otra vez. Sus sentidos iban mal. Él no podía ver bien. Ni podía escuchar, sentir, o hacer algo más apropiadamente. Casi como que su cuerpo se hubiera transformado en una criatura completamente diferente. Sus sentidos y consciencia no parecían ir bien con las otras. Esa disconformidad casi hacía que él quisiera vomitar.
…No, no es ‘casi como’. Me transforme.
En algún lugar dentro de su mente, una flama se quemaba continuamente. Era rabia. Era odio. Una misteriosa y terrorífica urgencia para llenar todo con la despreciable fuerza conocida como vida.
Ah, así que esto es una Bestia. Él comprendía por qué destruyeron el mundo.
Todavía había gente que no había sido asesinada, cosas que aún no habían sido destruidas. Ese mismo hecho ocupaba su mente como un pecado imperdonable. No eran más que manchas de inmundicia en la gran madre patria cenicienta. No se les podía permitir que existir. Necesitaban ser eliminados.
Este impulso fue sin duda tallado en algún lugar profundo de su ser. Si él quisiera resistirse, el único camino era el de quedarse en el sueño.
Lentamente, volvió a abrir los ojos.
Se paró.
Las planicies de la hermosa arena cenicienta se extendían por siempre y para siempre bajo el cielo estrellado.
Al mismo tiempo, los sentimientos de alegría y serenidad de por fin regresar a casa se esparcían dentro de su corazón.
Envuelto en la oscuridad de la noche, rodeado de vastos tramos grises, una bestia emitió su primer llanto.
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